POLITICA ARGENTINA: MATIAS E. RUIZ

Daniel Scioli y Cristina Kirchner: cómo explicar lo inexplicable

Hacia la una de la mañana del lunes, tanto Daniel Osvaldo Scioli como la militancia...

26 de Octubre de 2015

Hacia la una de la mañana del lunes, tanto Daniel Osvaldo Scioli como la militancia toda del Frente para la Victoria habían optado por vaciar, en silencio, el Luna Park. Solo quedaban las lágrimas de los jóvenes kirchneristas agrupados en torno de lo que estimaban sería una victoria con amplio margen sobre Mauricio Macri (Cambiemos). Es que los datos oficiales -cuya demora en su presentación el ministro de Justicia Julio Alak intentó, en vano y a lo tonto, justificar- exhibían cifras indigeribles, por principio, que el macrismo se anotaba un empate técnico con el FPV en el primer puesto de la competencia general, y que Aníbal Fernández resultaba humillado por María Eugenia Vidal en la laberíntica Provincia de Buenos Aires. Minutos después, el correlato de la dolorosa derrota de Balcarce 50 se teñía de detalles aún más escabrosos, explicitando el tropiezo de aspirantes del partido gubernamental en distritos antes considerados cautivos (Quilmes, Morón, Tres de Febrero, Mar del Plata, Lanús, y tantos otros).

En provincias del interior del país, como es el caso de Córdoba, Macri arrollaba sin piedad al sciolismo -geografía electoral en donde el ahora atribulado líder naranja necesitaba superar con holgura los escasos quince puntos porcentuales cosechados en las PASO. La jefatura del PRO podría comenzar por agradecer las gestiones de José Manuel De la Sota, decidido a facturarle al Gobierno Nacional el maltrato recibido Scioli y Cristinadurante años por la provincia mediterránea y el abandono padecido por los cordobeses en oportunidad de los saqueos cuya amplificación Carlos Zannini (hoy candidato a vicepresidente de Scioli) toleró, entre risotadas. Por otro lado, Gerardo Morales (UCR, Cambiemos) se imponía con comodidad en Jujuy -más de veinte puntos por sobre el segundo, Eduardo Fellner, y su camarada Milagro Sala. Allí, por primera vez en la historia política de la nación desde 1983, un radical tomará el control de la Gobernación.

El resultado -más que atípico, sorprendente- registrado en la Provincia de Buenos Aires merece un apartado especial, no solo en virtud de la importancia estratégica del distrito en una consideración estrictamente electoral: si Aníbal Domingo Fernández resultó vapuleado por María Eugenia Vidal, los motivos deberían buscarse, acaso, en la para nada sospechosa prescindencia de Fernando Espinoza (La Matanza) o de Julián Domínguez a la hora del arrime. El problema es que estas traiciones variopintas sirvieron para que Vidal proyectara aún con más empuje la figura de Mauricio Macri en los guarismos de alcance nacional. Complementariamente, los votantes de Sergio Tomás Massa pusieron de suyo para mordisquear los talones de Scioli, alejándolo de la confortable poltrona de un primer puesto con ventaja y arrastrando sus perspectivas futuras hacia un torturante quinto infierno. Casi emulando una maniobra de pinzas, calcada de los manuales castrenses de Cartago. Mientras tanto, la mala prensa que el quilmeño Fernández arrastró durante los últimos noventa días remataron la faena, y el dato ofrece espacio para arribar a una conclusión más contundente, ésta es, que la responsabilidad en la derrota recae insoslayablemente sobre las espaldas de la Presidente Cristina Fernández Wilhelm y su costumbrismo caprichoso al momento de seleccionar candidatos. De tal forma que, por estos minutos, podría uno comprender la alegría de Florencio Randazzo (si es lícito tomar la palabra de sus más estrechos colaboradores).

Como colofón, comentaristas partidarios de la humorada se atreven a certificar que la promocionada maldición de Dardo Rocha comenzó a precipitarse sobre Daniel Scioli desde registradas las últimas inundaciones en Buenos Aires. A posteriori de la catástrofe, se sucedieron su poco feliz declaración jurada, las deleznables presiones judiciales para garantizarle el respectivo sobresimiento por enriquecerse de modo ilícito, y los raptos de furia con el periodismo no afín. Quizás no sea del todo justo achacarle al Gobernador saliente los prolegómenos de la batalla ahora perdidosa (apenas lograba superar a Macri en los números del comicio general, por poco más de un punto porcentual), por cuanto él nunca pudo optar por quedarse o no con Zannini o Aníbal Fernández en su plataforma; pero deberá recordarse sin temor a error que obró con una autoconfianza en mucho construída a base de la más abyecta impunidad. Con el agobiante palabrerío de una retórica agotada, Daniel Osvaldo Scioli deberá ahora remontar una competencia que fantaseaba con tener asegurada, pero que termina escurriéndosele de las manos. Incomprensiblemente, su discurso de la noche del domingo lo mostró furioso, despotricando contra su principal rival y promocionando con mayor ímpetu una brecha que -podría decirse- lo depositó en el actual berenjenal. Casi como si el eyectado Jaime Durán Barba se hubiese acercado al command center de la Ola Naranja en los minutos finales de campaña, para susurrar equívocos al oído del partenaire comercial de Karina Rabolini.

Finalmente, el intimismo kirchnerista -al igual que los más cerebrales columnistas dominicales- comienzan ahora a formularse la pregunta inevitable: ¿cómo explicar el pendulante comportamiento de los votantes rehenes del subsidio? Los más atrevidos se animarán a solidificar una nueva hipótesis, a saber, que el sufragante en apariencia cautivo también traza un límite para su paciencia; sobre él también recaen los efectos perniciosos de lacras como narcotráfico, criminalidad, o inflación.

Más allá de la numerología y las urnas, cobra forma una nueva espada de Damocles para una multitud de referentes del Gobierno Nacional (imposible no pensar en Amado Boudou, Julio De Vido, el propio Aníbal Fernández, y muchos más): desde este instante, la Casa Rosada se ha quedado sin recursos ni herramientas con qué amenazar o extorsionar a magistrados federales en poder de expedientes con grotescas causas de corruptela. La utopía pro-transparencia de Elisa Carrió podría mutar en la proverbial olla de oro que reposa al final del arco iris.

 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.