POLITICA: MATIAS E. RUIZ

Cine catastrofista: el vuelo rasante de los 'buitres' y la espasmódica capitulación

Marcha y contramarcha; orden y contraorden. Avance y retroceso. Estos opuestos oficiaron de instrumentos útiles para analizar...

23 de Junio de 2014

Marcha y contramarcha; orden y contraorden. Avance y retroceso. Estos opuestos oficiaron de instrumentos útiles para analizar el comportamiento errático exhibido por la Casa Rosada y sus personeros durante los últimos días. La epopeya y el 'vamos por todo' cedieron terreno para tender la alfombra roja que condujo hacia la capitulación. El promocionado relato se ha estrellado y, ahora, solo quedan de él jirones de lo que alguna vez fue -o pretendió ser, por cuanto su legado ofrece demasiado espacio para cuestionar sus aparentes logros.

Bastó con la Variante Holdouts para asistir al desmoronamiento de los pilares ideológico-operativos del cristinismo pos-kirchnerista. A la fría luz de la numerología, la claudicación macro sobrevino sencillamente con el transcurso del tiempo; corporizada aquella en la postergación indefinida de los compromisos adquiridos con los tenedores de bonos. En el proceso, la batalla épica contra los hedge funds hirió de muerte a los canjes de 2005 y 2010 y transmigró en humillante derrota; apenas la Presidente y sus albaceas crucen el último de los puentes, trascenderá que su modelo habrá ampliado la deuda externa del país hasta arañar los US$ 300 mil millones y evaporado las reservas del Banco Central hasta dejarlas en unos magros US$ 10 mil millones. Los prolegómenos remiten, ni más ni menos, a la pesada herencia con la que Cristina Kirchner buscaba neutralizar cualquier posible reconstrucción encarada por un futuro gobierno (de signo político diferente, claro está).

Todo ello, en eminente ausencia de casualidades ni conspiraciones. Propuestas ya inasequibles de agitar para Balcarce 50 por cuanto, si algo ha caracterizado a las más comentadas sesiones parlamentarias, eso ha sido la complicidad de expresionismo colaboracionista del espectro opositor frente a la agenda del poder central (llámese YPF, Ciccone, Aerolíneas, subsidios para ex terroristas y un sinfín de etcéteras).

En menos de cuarenta y ocho horas, la viuda de Kirchner torció con violencia el eje de su discurso; Thomas Poole Griesa -ex oficial de la Guardia Costera estadounidense y próximo a tramitar su retiro como magistrado- llegó al fin de semana despojado de su ropaje de 'enemigo del Imperio'. Los vulture funds ('fondos buitre') dejarán de ser angurrientas aves de rapiña y devoradoras de esperanzas, para convertirse acaso en inofensivos gorriones salidos de una tira de Disney. Es que la sinuosa dinámica del speech cristinista todo lo apelmaza y todo lo permite. Si los hedge funds han de atenerse al reciente acuerdo con el Club de París, entonces podrán reposar tranquilos en la rama de algún desvencijado roble neoyorquino, porque percibirán lo suyo. Y, de seguro, un poco más. Axel Kicillof -vaya ironía- es el mejor garante para ello. El abultado ratio intereses versus capital viene a ser la pista que ningún Sherlock Holmes podría prestarse a ignorar. Especialmente, cuando esas cifras se redactan en medio de acuerdos secretos, alejados de la mirada curiosa de periodistas inquisidores y 'corporativos'.

¿Qué fue, entonces, lo que trastocó la ya de por sí inestable psiquis de la Presidente, en horas previas de su grandilocuente ponencia belgranista del próximo-pasado 20 de junio en Rosario? ¿Cuál fue la causa que llevó a exagerar la retórica patriótica y la puesta en escena del novedoso pero inocuo billete de diez pesos? Lo que sucedió es que la Casa Rosada se notificó de la Kirchnermanía que se viralizó a través de Washington, D.C. y Nueva York, ni bien conocido el ruling de la corte suprema norteamericana del lunes 16. Esto es: que todo el mundo había comenzado a indagar sobre el circuito completo de la fortuna presidencial desde ese momento -el Departamento del Tesoro, el Departamento de Estado (ambos en off) y agencias federales pusieron manos a la obra; los propios fondos 'buitre' y su extensa lista de investigadores privados especializados en delitos financieros y lavado de dinero comprendieron que era el momento de hacerse de toda la cantidad posible de elementos probatorios (resúmenes, wire transfers, registro de propiedades -catastro- en EE.UU., constitución de cuentas off-shore a nivel local y en el exterior) que luego podrían ser de utilidad al llegar el momento de las negociaciones con miras a, datos en mano, aventajar a los representantes argentinos -claro está, ya alejados del despacho de Griesa. Para infortunio de la jefe de Estado argentina, en más de uno de los papers de referencia, el protagonismo no solo ha quedado reservado a Lázaro Báez y a Cristóbal López, sino también a Ernesto Clarens (Banco de Santa Cruz, Finmark, Credisol, obra pública, tráfico de influencias, lavado de activos). De tal suerte que los analistas político-financieros de quisquillosa personalidad podrían ya anticipar que la delegación que parta hacia N.Y. no alternará conversaciones, precisamente, para defender los intereses de la República Argentina, sino los de ellos mismos. Con el Estado Nacional garantizando, con su propio pecunio, la hora de trabajo del oneroso bufete de la Gran Manzana Cleary, Gottlieb Steen & Hamilton. El shock se verá incrementado en decibeles cuando comiencen a trascender las identidades de funcionarios cristinistas en poder de cupones PBI; papelillos de valor artificialmente computado en base a cifras falaces de crecimiento, a posteriori pagados por montos superiores a lo demandado por los 'buitreros'. Y, ¿qué hay de la propia Presidente? ¿Por qué es tan importante el rol del, en apariencia, ignoto Clarens?

Pocos conocen los recovecos de Wall Street y las technicalities del entramado judicial de los negocios en Nueva York como Paul Singer. El jefazo de Elliott Management (uno de los cinco hedge funds de mayor volumen en Norteamérica) no es un bloguero desencantado; su firma es responsable por un portfolio global administrado que supera los US$ 20 mil millones. El personal que se desempeña en Elliott ha sido testigo de innumerables ciclos de contracción y crecimiento económicos que comportaron ruidosos subcapítulos de creación de dinero y liquidación: la opinión de Singer en estos terrenos tiene muy poco que envidiar a la de terceros expertos. Aún cuando su ocupación no es similar, algunos se han atrevido a compararlo con el inexpugnable húngaro George Soros, cuyo deporte en los años noventa fue demoler las monedas nacionales de naciones emergentes (siempre siguiendo a pies juntillas los consejos posnapoleónicos de Mayer Amschel Rothschild). Protagonista central de una escuela cuasiliberal del Partido Republicano y entendido en el concierto excluyente del lobby político y económico estadounidense, Paul Singer conocía de antemano los resultados de su contrapunto con el gobierno argentino; solo que no ha tenido por costumbre ser mediático ni hacer alarde de sus dotes como paciente jugador de ajedrez. Su pertinaz reach o llegada a los tribunales neoyorquinos se complementa con la información confidencial con que cuenta su grupo y, Dios no lo permita, con conexiones no especificadas con freelancers del espionaje en los Estados Unidos. Como único defecto del protagonista podrían citarse las desprolijidades publicitarias acusadas por el órgano bajo su control, la American Task Force Argentina (ATFA), que en su oportunidad contactó con interlocutores inexpertos a criterio de comunicar sus motivaciones e intereses en el ámbito del Río de la Plata.

Así las cosas, la razones para el poco elegante quiebre de cintura de Cristina han sido develadas. Mientras que a la totalidad de los periodistas investigadores de la Argentina le resultaría imposible confeccionar una radiografía tan profunda sobre los bienes de la Señora Presidente y sus allegados en paraísos fiscales, para Singer, eso no ha sido un problema. Por desgracia, el output de esa investigación difícilmente alcance la luz pública. Quedará como material de tratamiento a puertas cerradas. Otro tema invita a considerar el criticable costumbrismo del gobierno federal de los Estados Unidos de América, que siempre tiene a bien acoger en su territorio a ex funcionarios de republiquetas sudamericanas corruptas, bien dispuestos a invertir sus ampulosos botines en propiedades comerciales, inmuebles y hoteles de la Florida
 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.