INTERNACIONALES : GABRIELA CALDERON DE BURGOS

Ecuador: el mismo menú para todos

Normalmente, cuando alguien visita un restaurante con amigos, cada cual ordena algo distinto, y aquello que uno ordena, suele revelar sus preferencias...

12 de May de 2014
Normalmente, cuando alguien visita un restaurante con amigos, cada cual ordena algo distinto, y aquello que uno ordena, suele revelar sus preferencias individuales. De un restaurante, pueden agradarnos los postres, pero no sus platos salados o viceversa, en el caso de otro establecimiento. Ahora, imagínense el dolor de cabeza que sería para muchos si, al entrar a un restaurante, le dijeran que, pese a que no le agradan los platos salados del sitio, se los servirán de todos modos y, en igual sentido, Usted tendrá que pagarlos, puesto que una mayoría de los comensales decidieron que ese era el mejor menú para todos. Esto sucede en el ámbito de la política: se toman decisiones colectivas y se elimina la posibilidad de personalizar las opciones.
 
El Premio Nobel de Economía James Buchanan y su colega Gordon Tullock explicaban en su obra clásica El Cálculo del Consentimiento que, en el ámbito de la política, es imposible la unanimidad, pero que sí es posible alcanzar consenso en torno de un Estado limitado. Por ejemplo, los judíos y católicos nunca lograrán la unanimidad acerca de cuál debe ser la política estatal en cuanto a la religión, pero si han logrado un consenso en las sociedades más avanzadas de que el Estado no debe intervenir en cuestiones de religión. Limitando el poder del Estado de esta manera es que los feligreses de distintas iglesias pueden lograr vivir en armonía.
 
De igual forma, podría arribarse a ese consenso en relación a una diversa gama de problemas generados por el intervencionismo estatal en una amplia gama de aspectos que afectan el diario vivir de los individuos como lo son el matrimonio; el consumo, producción y distribución de drogas; el comercio internacional y local; el acceso a la información y la libertad para expresarse, entre muchos otros.
 
En otras palabras, en la mayoría de los casos, la toma de decisiones colectivas a través de la política ofrece opciones absolutas (todo o nada) que dificultan la cooperación social. Se trata de un juego de suma cero, con ganadores y perdedores. En cambio, las decisiones individuales que se toman voluntariamente a través del mercado permiten que los individuos puedan satisfacer mejor sus necesidades individuales sin imponerle sus preferencias a otros. De tal suerte que vegetarianos, carnívoros, católicos y judíos pueden convivir pacíficamente, dado que cada uno puede satisfacer sus necesidades y preferencias peculiares sin impedirle a otros hacer lo mismo.
 
En las democracias directas y países con instituciones históricamente débiles, como el Ecuador, es todavía más relevante aquello del 'mismo menú para todos', debido a que no hay límites a lo que la mayoría de turno pueda hacer en contra de la minoría.
 
La explicación cobra sentido, conforme pareciera que muchos 'críticos light' del gobierno consideran que es posible perdonar lo malo de este por lo que ellos consideran bueno. Aquí, podemos incluir a numerosos artistas nacionales que se prestaron para salir en cadenas nacionales defendiendo la arcaica Ley de Comunicación, pues ellos consideraban bueno la promoción estatal del talento nacional. No les interesó el poder que se le estaba dando al Estado para coartar la libertad de expresión en esa misma ley.

Votaron por el menú completo y, en este restaurante, se les servirán todos los platos y les tocará pagarlos. Aún cuando les hagan daño.

 
 
Sobre Gabriela Calderón

Es Magister en Comercio y Política Internacional de la George Mason University y graduada con un título de Ciencias Políticas con concentración en Relaciones Internacionales de la York College of Pennsylvania. Se desempeña como Editora de ElCato.org. investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador) desde enero del 2006. Sus artículos y papers son publicados regularmente en otros periódicos de Latinoamérica y España.