INTERNACIONALES : HANA FISCHER

Repartiendo el botín entre cómplices

La gran diferencia entre los gobernantes honestos y los que no lo son es que, para estos últimos, los dineros y bienes públicos...

27 de Marzo de 2014
La gran diferencia entre los gobernantes honestos y los que no lo son es que, para estos últimos, los dineros y bienes públicos constituyen un 'botín'. Con respecto a este punto, es bueno tener claro que no se trata únicamente de riqueza sino, por sobre todo, de poder político. Es por esa razón que aquellos que tienden tendencias autoritarias impulsan la estatización/nacionalización de diferentes áreas de la economía. Cuanto mayor sea la porción que esté en manos del 'Estado' —que en realidad son los gobernantes y sus burocracias— correlativamente se acrecienta su poder.
 
Venezuela es un caso singular, ya que los diferentes gobernantes se las han ingeniado para que la riqueza nacional esté concentrada en un solo rubro: el petróleo. En efecto, alrededor del 80% de los ingresos por exportaciones proviene de ese hidrocarburo. En consecuencia, quien se adueñe de la producción petrolera, será el amo de los venezolanos.
 
Los hechos de público conocimiento que hoy sacuden y enlutan a los venezolanos de a pie, tienen su origen en 1973 cuando, a raíz de la decisión de la OPEP de acotar los suministros de petróleo, su precio se disparó. Continuó en 1976, cuando comenzó a regir la nacionalización del petróleo, hecho que ocurrió durante la presidencia Carlos Andrés Pérez. Y llegó a su clímax con el extinto Hugo Chávez, que sin ningún disimulo se autoproclamó 'dueño y señor' del petróleo nacional, con dominio absoluto sobre él.
 
A partir de entonces, el Napoleón sudamericano se lanzó —chequera en mano— a conquistar el continente. Usando como medio la 'petrodiplomacia', Chávez hizo 'negocios' con aquellos gobernantes que consideró que le serían útiles, en su proyecto de instalar el 'socialismo del siglo XXI' por doquier. Quería emular -aunque, simultáneamente, superar- a Fidel Castro, logrando lo que el dictador cubano anheló pero no pudo lograr.
 
La totalidad de los negocios realizados por Chávez tenían como base el petróleo: suministrándolo o refinándolo o utilizando el dinero producto de su venta. En cualesquiera de sus variantes, las condiciones son muy ventajosas para los que lo reciben. En líneas generales, el esquema consistió en lo siguiente: El gobernante beneficiado debe pagar el 40% del coste del crudo a 90 días, ya sea en efectivo o en especies. El resto es financiado, abonándose en un plazo que oscila entre los 17 y 25 años, con dos de gracia. El interés anual es del 1%. Con Ecuador, que posee petróleo, el acuerdo fue que el crudo sea refinado en Venezuela, con el fin de eliminar a los costosos intermediarios.
 
Chávez ejecutó este tipo de convenios con Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil y Uruguay, entre otros. Sin embargo, el más beneficiado por lejos, fue Cuba. Desde hace catorce años, Chávez -y ahora sus herederos políticos- vienen dándole a los hermanos Castro 100 mil barriles diarios a precios preferenciales (que ni así pagan). El 50% de lo entregado es financiado a 25 años.
 
Cada vez que se firma un contrato de este tipo, se declara a los medios de prensa que esos negocios son beneficiosos para ambas partes, y que se llevan adelante para beneficiar a los respectivos pueblos. Por ejemplo, tras uno de esos acuerdos de cooperación, Evo Morales afirmó que los convenios firmados 'benefician al pueblo boliviano y venezolano y no al capitalismo ni al imperialismo (…) Frente al neocolonialismo está el neosocialismo comunitario del siglo XXI, que busca la dignidad de los pueblos'.
 
Pero la realidad indica otra cosa. Los cubanos siguen sufriendo grandes carencias en todos los órdenes de la vida. Los argentinos están en medio de una crisis económica y financiera, de proporciones incalculables. Los bolivianos, nicaragüenses y ecuatorianos ven descender su calidad de vida. Los uruguayos tenemos el 'honor' de tener los combustibles más caros de la región y la nafta más costosa del mundo.
 

No obstante, lo peor de todo, lo más indignante e inmoral, es lo que les ha sucedido a los propios venezolanos. A medida que la 'generosidad' de Chávez se iba extendiendo por el mundo, los ciudadanos en su propio país se iban empobreciendo cada vez más. Las góndolas de los supermercados del rico país petrolero lucen vacías. Hoy, es necesario hacer largas colas y durante varias horas para conseguir lo más indispensable. Según predice el estudio realizado por SR Solchaga Recio, intitulado 'Perspectivas América Latina 2014', en este año el PBI de Venezuela caerá un 0,6%, y tendrá una inflación de 56 % —que va en camino de convertirse en hiperinflación. Además pronostica que la economía nacional colapsará en el 2014, en medio de un desbarajuste fiscal y cambiario.
 
Contra todas estas cosas es que —impulsados por los estudiantes— los venezolanos comunes están manifestando en forma pacífica en las calles. Además, exigen respeto por los derechos humanos, que se garanticen las libertades asociadas a una democracia genuina, la liberación de los presos políticos, el cese del hostigamiento a los opositores. Y por encima de todas las cosas, gritan: '¡Cubanos, go home!'.
 
Las reacciones de los diferentes gobernantes y organizaciones se muestran estrechamente emparentadas al grado de su participación del botín que Chávez ha estado repartiendo entre sus acólitos. Causa gracia cuando se rasgan las vestiduras diciendo que no condenan la brutalidad del régimen chavista, para no pecar de 'intervencionistas'. O cuando Nicolás Maduro acusa de 'inmiscuirse en los asuntos venezolanos' a los gobernantes y organizaciones, que le exigen que cese con la violencia desatada contra la indefensa sociedad civil. Tanto cinismo es pasmoso.
 
Esta situación surgida en la región desde el advenimiento de Chávez al poder, se ajusta como anillo al dedo a esta reflexión de San Agustín: 'Si le quitamos la justicia, ¿en que se convierten los reinos sino en bandas de ladrones a gran escala? (…) Son un grupo de hombres que se rigen por un jefe, se comprometen en pacto mutuo, reparten el botín según la ley por ellos aceptada. Supongamos que a esta banda se le van sumando nuevos grupos de bandidos y llega a crecer hasta ocupar posiciones, establecer cuarteles, tomar ciudades y someter pueblos: abiertamente se autodenomina reino, título que a todas luces no le confiere sus manifiestas ambiciones, sino la impunidad alcanzada'.
 
 
Sobre Hana Fischer

Es Analista Política en la República Oriental del Uruguay. Colabora en numerosos medios internacionales, particularmente en el sitio web en español de The Cato Institute.