INTERNACIONALES | OPINION: DAKOTA WOOD

La aventura autocrática de 'Vlad' Putin

Mucha tinta se ha derramado en relación a la evolución de la situación ucraniana, y frente a la anexión de facto de Crimea...

15 de Marzo de 2014
Mucha tinta se ha derramado en relación a la evolución de la situación ucraniana, y frente a la anexión de facto de Crimea por parte del presidente ruso Vladimir Putin. Por estas horas, el parlamento de Crimea ha llamado a un referéndum público para considerar la secesion formal de Ucrania -votación que se llevará a cabo el 16 de marzo.
 
El gobierno ucraniano sostiene que el referendo anunciado en Crimea es inconstitucional, pero a nadie en el gobierno de Crimea le interesa lo que se diga en Ucrania. Con todo, es probable que el 'voto popular' resulte en la separación de Crimea frente a Ucrania, a raíz de cuatro razones: 1) la población de Crimea es de etnia rusa, en un 60%; 2) las tropas rusas y los militantes locales que las apoyan controlan casi la totalidad de las instalaciones militares de Ucrania en Crimea; 3) Ucrania no tiene la capacidad para expulsar físicamente a Rusia de su territorio; y, 4) los gobiernos occidentales detestan la idea de intervenir.
 
A pesar de los reclamos en contrario, Rusia invadió Ucrania bajo el muy endeble pretexto de explotar una oportunidad estratégica, presentada por el reciente levantamiento político en Kiev -crisis que diera inicio cuando el líder puesto a dedo por Rusia en el país rechazó los deseos populares de la ciudadanía por aliarse a Europa.
 
Tras ganar oxígeno merced al carácter de anfitrión de Rusia durante los Juegos Olímpicos de Invierno, la confianza de Putin se encuentra altísima; después de todo, él ha venido poniendo sobre la palestra su reclamo permanente con miras a obtener un puerto de aguas cálidas para la armada rusa; se aseguró un acceso sin restricciones a los recursos energéticos y de la agricultura de la península de Crimea; y ha reclamado territorio que, erróneamente, considera perdido luego de la disolución de la ex Unión Soviética. Sólo con un súbito y sangriento movimiento, ha expuesto las debilidades militares y políticas de Europa, haciendo lo propio con la incapacidad del continente a la hora de proteger sus intereses ulteriores, con la tambaleante situación de seguridad del Viejo Continente, y con la dependencia generalizada de la UE frente a la energía rusa. A fin de cuentas, éste ha sido un buen mes para Vladimir.
 
Y, ¿qué ha sido de la respuesta estadounidense ante todo esto? Solo una retórica indignante de parte del Secretario de Estado americano, John Kerry, y un recurrente agitar del dedo índice de parte del presidente Barack Obama -ambos shockeados por lo que Putin ha logrado con modos tan groseros.
 
Aquí yace el problema de la política exterior de Estados Unidos: el liderazgo del país se comporta como si el resto del mundo dependiera de los enunciados iluminados y filosóficos del apuntador electrónico de la Casa Blanca.
 
En rigor, el mundo actúa de acuerdo a sus propios intereses -Rusia, Siria, Irán, Corea del Norte y China no tienen problemas al momento de acosar a otras naciones, mientras EE.UU. se ofende ante el hecho de que sus enemigos de orden geopolítico no se muestran interesados en resolver sus diferencias en un convite de té de las cinco de la tarde y confituras. Uno no debería sorprenderse, pues, cuando las democracias de matones explotan las ventanas de oportunidad creadas por el retiro estadounidense de regiones clave, o por la falta de voluntad para enfrentarse a regímenes opresivos.
 
Al día de la fecha, Estados Unidos ha enviado un puñado de aeronaves militares a Lituania y Polonia -en donde ha participado de ejercicios con sus aliados de la OTAN- y remitido un destructor al Mar Negro para participar en ejercicios navales con Bulgaria y Rumanía. En tanto estas acciones pudieron haber designado el compromiso estadounidense a la hora de oponerse a la flagrante violación rusa de la soberanía de Ucrania, la Administración Obama limitó el alcance de esos ejercicios, declarando que se trataba de medidas programadas desde tiempos previos a la crisis ucraniana.
 
Sin embargo, la Casa Blanca ha anunciado un compendio de nuevas medidas, designadas para respaldar a Ucrania: cumbres económicas, un concejo de innovación, un enviado especial para representar a Washington en un grupo de trabajo sobre energía, comidas empaquetadas para los militares ucranianos, agentes del FBI para ayudar a rastrear fondos malversados, y la duplicación del número de estudiantes ucranianos traídos a suelo estadounidense bajo un programa de intercambio académico -medidas que se presentan como muy bonitas pero que difícilmente empujarán a Putin a reconsiderar su descuidado desinterés por un comportamiento estadista razonable.
 
Aún cuando la intervención militar directa en la crisis ucraniana sería algo tonto, existe un sinnúmero de acciones que Estados Unidos podría ejecutar en un sentido militar -como complemento a medidas diplomáticas y económicas-, si de lo que se trata es de enviar un sólido mensaje a Putin. Entre ellas, se incluyen:
 
- El compromiso para el despliegue de un Sistema de Defensa de Misiles Balísticos (BMD) para Polonia y la República Checa, algo que el presidente Barack Obama ingenuamente canceló, apenas llegado a la Casa Blanca;
- La rápida organización de un ejercicio militar significativo en la órbita de la OTAN (que incluya maniobras terrestres, aéreas y navales), con el propósito explícito de mostrar que la Alianza Atlántica exhibe buena salud, y de que no tolerará la intimidación militar de Europa por parte de Rusia;
- La iniciación de un ejercicio bilateral con Georgia -una movida particularmente simbólica-, dado el ataque ejecutado por Moscú contra ese Estado en 2008; y,
- La conducción de consultas de Defensa de alto nivel con el liderazgo militar de Ucrania, nuevamente, con el propósito explícito de establecer un principio fronterizo entre Occidente y la beligerancia rusa.
 
Los críticos argumentarán que tales acciones son provocadoras; éste es el punto. Si Rusia no encuentra algún tipo de resistencia, Putin simplemente se mostrará envalentonado y proseguirá con su comportamiento beligerante.
 
La apuesta de Putin expone las consecuencias del errado enfoque de la Administración Obama frente a las cuestiones de la seguridad. Las reducciones extendidas, los desafíos ante límites intolerables nunca contestados y la debilidad en materia militar -conforme se registrara en las propuestas del jefe de Estado americano para el presupuesto de la Defensa desde 2015 en adelante- invitan a los matones de la geopolítica a aferrarse a lo que puedan, mientras puedan.
 
En efecto, la paz sobreviene gracias a la fuerza. Las 'conversaciones suaves' en ausencia del 'largo garrote' son acciones de Estado reducidas a lloriqueo -lo cual no es, precisamente, lo que uno esperaría de una potencia global y que, ciertamente, tampoco conducen a la manutención de la paz y la prosperidad para Estados Unidos. La timidez geopolítica de Obama ha creado oportunidades estratégicas para Rusia, la República Popular China, Irán y numerosas facciones militantes, a criterio de reordenar los equilibrios regionales en su favor. Al punto en que EE. UU. se rehúsa a poner sobre sus hombros la carga de ser 'la mejor esperanza para la Humanidad', nos encontraremos -y tantos otros en todo el mundo- más pobres, recurrentemente desafiados por nuestros enemigos, y con menores prospectos para asistir a un mundo mejor el día de mañana.



Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://blog.heritage.org/2014/03/14/vlads-excellent-autocratic-adventure/
 
 
Sobre Dakota Wood

Es Analista Senior en Programas para la Defensa en el Centro Douglas y Sarah Allison de Estudios sobre Política Exterior, en la Fundación Heritage. Sus trabajos también son publicados en español en la web Heritage Libertad.