ESTADOS UNIDOS: DR. JAMES JAY CARAFANO

EE.UU.: la locura de reducir el gasto militar, conforme los deseos de Chuck Hagel

Por fin, un secretario de Defensa que pondría manos a la obra para empezar a poner bajo control el abultado gasto del Pentágono.

14 de Marzo de 2014
Por fin, un Secretario de Defensa que pondría manos a la obra para empezar a poner bajo control el abultado gasto del Pentágono.
 
Su nombre era Robert McNamara, y él y sus 'niños prodigio' tenían mucho que arreglar. Cada cuerpo de las fuerzas armadas tenía un delantal de carnicero diferente, porque ni siquiera podían llegar a un acuerdo sobre los requisitos del mandil apropiado para un cocinero militar. Al Ejército, le llevaba más tiempo incorporar un nuevo rifle de lo que le llevaba a la Fuerza Aérea construir un bombardero. La Fuerza Aérea se peleaba con la NASA sobre lo que Estados Unidos necesitaba en el espacio. Y los costos de construcción naval de la Armada se habían disparado.
 
McNamara lanzó una iniciativa sin precedentes para controlar a los tipos encargados de las adquisiciones para las fuerzas armadas. McNamara quería eliminar los contratos que dejaban que las compañías acumularan beneficios inmorales. Quería que todo estuviese auditado. Por ello, habría un liderazgo maduro y una toma de decisiones centralizada, sin redundancias inútiles y sin comprar las armas con las que se libró la guerra anterior.
 
Durante casi una década, McNamara impulsó de manera incansable la economía y la eficiencia, así como unos requisitos tremendamente estrictos para asegurarse de que las armas que adquiría Washington se ajustaban a las necesidades estratégicas de la nación. Y, sin embargo, a pesar de todas sus iniciativas, los sobrecostos y el incumplimiento de plazos persistió, incluso empeorando en algunas ocasiones. Y lo que resultó más problemático: podría decirse que, en todas las facetas de la competencia frente a la Unión Soviética -desde las fuerzas convencionales al armamento nuclear-, la aplastante superioridad de la ventaja tecnológica de Estados Unidos desapareció casi por completo.
 
En su nuevo libro “Adaptación a la Respuesta Flexible: 1960-1968” (Adapting to Flexible Response, 1960-1968), el historiador del Departamento de Defensa Walter Poole argumenta en modos oportunos y convincentes que, aún habiéndose dispuesto a desarrollar unas fuerzas armadas más eficientes y competentes desde el punto de vista económico, McNamara no consiguió ninguno de ambos propósitos.
 
McNamara intentó modernizar las fuerzas armadas recortando gastos y saqueando los presupuestos para financiar la Guerra de Vietnam. Llenó el Pentágono de responsables civiles que le eran políticamente leales, pero que carecían de las habilidades y el conocimiento para supervisar las adquisiciones de Defensa.
 
El legado de los 'niños prodigio' consistió en unas fuerzas armadas anticuadas que no mejoraron hasta que Ronald Reagan llegó a ser presidente. Al día de hoy, después de una década de guerra y de dos décadas de atención descuidada en cuanto a la modernización militar, Estados Unidos ha más que agotado las inversiones de Reagan.
 
La semana pasada, el secretario de Defensa estadounidense Chuck Hagel anunció su presupuesto para garantizar que las fuerzas armadas tienen las capacidades y la preparación suficientes como para afrontar los retos del futuro. Pero éste no parece sino una versión muy desgastada de McNamara, con una pizca añadida de la indiferencia ante la realidad típica de Jimmy Carter.
 
Estados Unidos emergió de la Segunda Guerra mundial como una potencia global, con intereses financieros globales y responsabilidades de seguridad globales. El modo principal de proteger esos intereses era impedir que una guerra global sucediera de nuevo. Eso implicaba disponer de la capacidad de administrar los problemas de Oriente y Occidente al mismo tiempo, garantizando, de esta manera, que un conflicto regional nunca quedase fuera de control.
 
Y, puesto que estábamos enfrentando a la Unión Soviética, debíamos preocuparnos de que Moscú no instigara un conflicto en un tercer país. La respuesta estratégica de Washington fue constituir unas fuerzas armadas suficientes como para combatir y ganar 'dos guerras y media'. Cuando la Amenaza Roja sucumbió, ese requisito se rebajó sensiblemente hasta el de ser capaz de responder a dos grandes contingencias regionales.
 
Ahora, declama Hagel, todo lo que Estados Unidos puede afrontar es 'quizás' un conflicto y, 'quizás', algo más. Además, con Hagel, la modernización de las fuerzas armadas estadounidenses se presenta más exigua que nunca, dejando la seguridad futura aún más en el aire.
 
Y, sin embargo, el Secretario nos asegura que esto supone una buena administración de nuestras fuerzas armadas.
 
Más bien es una sandez. Con una China en auge, una obstinada Rusia, un Medio Oriente en el caos, al-Qaeda resistiendo e Irán y Corea del Norte tan parias como siempre, no puede sugerir en serio que Estados Unidos estará igual de seguro con unas fuerzas militares más pequeñas y menos capaces. Es como si alguien dijera que es posible cancelar de manera responsable nuestro seguro contra incendios, ahora que hay tantos pirómanos en el vecindario.
 


Artículo original en inglés, en http://blog.heritage.org/2014/03/09/obama-wants-shrink-military/ | Foto de portada: fuerzas especiales de Estados Unidos. Gizmag.com
 
 
Sobre Dr. James Jay Carafano

Poseedor de master y doctorado en la Universidad de Georgetown, Carafano es un reconocido experto en temáticas de seguridad nacional y desafíos en política exterior. Es vicepresidente de Estudios en Políticas de Defensa y de Política Exterior en la Fundación Heritage, y Director del Instituto Kathryn y Shelby Cullom Davis de Estudios Internacionales. Es también historiador e investigador; su publicación más reciente es "Wiki at War: Conflict in a Socially Networked World" ('Wiki en Guerra: el Conflicto en un Mundo Socialmente Interconectado', 2012), obra que examina el impacto revolucionario del Internet en la seguridad nacional. Es Teniente Coronel del Ejército de los Estados Unidos. Recientemente, se ha desempeñado -asesorando en temas sobre los cuales es experto- en el equipo de transición del presidente estadounidense Donald Trump.