SOCIEDAD: JOSE DANIEL CARABAJAL

De la obra pública al faraonismo democrático y plebiscitario

Hace algún tiempo, se me pidió desarrolle un artículo sobre la democracia argentina. Y aquí estoy, cumpliendo con ese pedido. En este texto...

30 de Diciembre de 2013
Hace algún tiempo, se me pidió desarrolle un artículo sobre la democracia argentina. Y aquí estoy, cumpliendo con ese pedido. En este texto, el objetivo será comparar la democracia con lo que, personalmente, denomino faraonismo político o democracia faraónica.
 
En mi tesis doctoral, busco abordar los diferentes tipos de democracia que nos toca vivir en la Argentina; entre ellos, existen maneras de conceptualizar la democracia según grandes autores. Tal es el caso de la democracia delegativa del gran maestro argentino Guillermo O´Donnell, o lo que son los autoritarismos en contextos democráticos según la visión de autores extranjeros que han investigado el tema.
 
En la Argentina, en especial en la región norte del país, se viven situaciones de atraso económico, social y político que hacen que muchos analistas sugieran un retroceso en estos aspectos y califiquen a muchas ciudades del norte del país como “provincias feudales”, esto es, territorios con rasgos medievales. Se trataría de provincias atrasadas, con un gran cerramiento de límites, donde el “señor” es dueño de, incluso, la vida de los ciudadanos. De estos señores dependen la vivienda, el trabajo, las posibilidades económicas y otros aspectos más de la vida de las personas.
 
Sin embargo, en este último tiempo yo sostengo que el retroceso que se hizo de las provincias llega a ser del la antigüedad egipcia. Quien esto escribe no es egiptólogo, ni el presente trabajo se trata de egiptología. Simplemente, me valgo de la historia antigua para mostrar que algunas prácticas de la antigüedad de las orillas del Nilo siguen siendo cotidianas en manos de algunos dirigentes políticos.
 
En primer lugar, cabe comparar el aspecto casi ritual de la obra pública; en muchos casos, se trata de estructuras “faraónicas”, en las que se invierten millones de pesos con el solo objeto de que las generaciones futuras solo tengan presente quién fue el hacedor de semejante obra. Pero, en el antiguo Egipto, estas obras eran realizadas por mano de obra esclava. En la actualidad, si bien no podemos hablar de esclavitud, podemos hablar de precarización laboral en todos los ámbitos, conforme los asalariados viven en situaciones de pobreza (los índices continúan siendo iguales) de la cual nunca saldrán, por más impactante que sea la obra consumada. En algunas provincias argentinas, el empleo público llega a casi el 90% del trabajo, haciendo analogía con el antiguo Egipto: todos trabajan para el faraón. Todo esto, con el solo propósito de generar una ilusión de crecimiento (que, por cierto, no equivale a desarrollo).
 
Otro aspecto en el que podemos encontrar simetrías con el antiguo Egipto es la forma en que se hace uso del poder. Una de las similitudes más notables es la tendencia a la consolidación de dinastías. Como sabemos, en el antiguo Egipto los faraones gobernaban hasta donde le diera su vitalidad y designaban como sucesor a alguien de su línea familiar. En estos últimos tiempos, asistimos a una fórmula que se repite. El gobernante varón cede su lugar a su esposa. En algunos casos, puede darse entre hermanos o de padre a hijo. Así, se expone una tendencia a perpetuarse en el poder propia de los antiguos faraones (en nuestro norte argentino hubieron quienes gobernaron provincias, con lógicas alternancias constitucionales y parentales, por más de cincuenta años). Cuando el carácter republicano de la vida político no permite la reelección indefinida, se recurre a lo que comúnmente se denomina “dedazo” (señalar al futuro candidato con el dedo). De tal suerte que la sucesión faraónica se transforma en una candidatura plebiscitaria.
 
Este aspecto de perpetuación era también propio de los faraones egipcios, con la diferencia de que, en Egipto, el faraón ostentaba un derecho divino por considerárselo como una divinidad, o descendiente de la divinidad, o representante de la divinidad egipcia. Los gobernantes actuales ostentan cierto mesianismo, y apelan en su discurso a aspectos que los presentan como “redentores de la historia”; y, sin ellos, la historia se termina, o "volverán tiempos peores", que nadie quiere repetir.
 
Corresponde aspirar a que la política, finalmente, evolucione con ciencia; y con ejemplos de ciudadanos comprometidos en no repetir la historia, sino en construirla desde prácticas democráticas y republicanas.
 

* Republicado con permisos desde el sitio web USA Hispanic Press.