POLITICA: PABLO PORTALUPPI

La tolerancia de los cobardes

blaImaginemos por un instante el siguiente escenario: una inflación anual del 30% en vías de acelerarse, cortes de luz de varios días, autoacuartelamientos policiales, saqueos que dejan oficialmente solo trece muertos...

19 de Diciembre de 2013
Imaginemos por un instante un escenario como el que se describe a continuación: inflación anual del 30% y en vías de acelerarse, cortes de luz de varios días, autoacuartelamientos policiales, saqueos que dejan oficialmente solo trece muertos, caída constante de reservas, tipos de cambio múltiples, nulo crecimiento de la economía, prohibición implícita de comprar dólares, pobreza bordeando el 30% de la población, reiterados paros de actividades, etcétera. Cualquier semejanza con la realidad argentina no sería pura coincidencia.
 
Ahora, bien; imaginemos luego que el presidente del país fueran Elisa Carrió, Hermes Binner o Julio Cobos. La pregunta parece obvia: ¿aún serían presidentes, o acaso ya hubieran tenido que despedirse desde algún helicóptero, avión o patineta? La respuesta asoma tan obvia como la pregunta. Y, aunque parezca lo contrario, eyectar a un gobierno por el aire no es otra cosa que un acto de cobardía política.
 
Cristina Kirchner debe llegar a diciembre de 2015 poniendo en marcha cualesquiera correcciones que sea necesario hacer, a criterio de no tener que soportar otro Rodrigazo, otra hiperinflación u otro estallido social. Y nosotros, como sociedad, debemos tomar nota de la trampa en la que nos encontramos: tenemos la costumbre de tolerarle cualquier cosa al peronismo (sin importar mayormente sus vertientes) pero, al mismo tiempo, nos mostramos implacables con otros espectros partidarios, particularmente con el radicalismo. La gestión de la Alianza fue espantosa; difícil es hoy discutirlo. Fernando De la Rúa se hallaba rodeado por Carlos Saúl Menem, Eduardo Duhalde, José Manuel De la Sota, Carlos Ruckauf y Carlos Reutemann. Todos ellos presidenciables... y peronistas. Y el ex jefe de Estado de la UCR -corresponde decirlo- hizo méritos para abandonar el poder dos años antes. Con todo, nosotros también somos cobardes. El peronismo puede ser inescrupuloso, soberbio, negociador, carismático. ¿Será acaso como nosotros, y es por ello que le permitimos todo tipo de excesos y errores? 
 
En aquella segunda entrega de la magistral saga "El Padrino", de Francis Ford Coppola, la familia Corleone decide hacer negocios en la Cuba de Fulgencio Batista, en instancias previas a la revolución castrista de 1959. Un "inversor" comparte con su interlocutor la siguiente sentencia: "Los gobiernos como los cubanos permiten hacer negocios grandes". Quizás, nada ilustre mejor en qué consiste el peronismo en el poder, desde la óptica del empresariado.
 
Durante los gobiernos peronistas, los más encumbrados dirigentes empresarios han cosechado las mejores ventajas comerciales, aceptándole, por ejemplo, a Menem sus políticas neoliberales y, a los Kirchner, su deriva intervencionista. Mientras a los capitanes de la industria y el comercio se les permita hacer plata, logran disfrazarse de cualquier cosa. El país, poco importa. Ahí tenemos el caso de José Ignacio De Mendiguren, ideólogo de la pesificación asimétrica, hasta hace cuestión de horas aplaudiéndole a Cristina las ideas más disparatadas, al igual que no pocos de sus colegas empresarios. De Mendiguren es ahora Diputado Nacional por el Frente Renovador de Sergio Massa; criticando a la inflación y a Guillermo Moreno. ¿No es esto un acto de cobardía?
 
El mundo privado de los negocios y, por qué no, un puñado de prestigiosos columnistas, celebraron la designación de Jorge Milton Capitanich. El Jefe de Gabinete cada día se parece más al recordado robot Jaime del Super Agente 86, y no solo en virtud de su aspecto físico. Hasta el momento, se le oyó decir que los cordobeses debían arreglarse solos frente a los saqueos; como Juan Domingo Perón quien, en su ocaso, llegó a afirmar que los mediterráneos debían "cocinarse en su propia salsa", en ocasión de ofuscarse con el entonces gobernador Obregón Cano, de la Tendencia Peronista de Izquierda. Jorge Capitanich también ha ingeniado expresiones al mejor estilo de Fidel Pintos, y vale la pena estar atentos: siempre recurre a dos adjetivos para declamar lo mismo, herramienta propia de quienes nunca dicen nada y pretenden adornar sus discursos para hacer parecer que comportan algún tipo de contenido. El Jefe de Gabinete, en resumidas cuentas, muestra su verdadera hilacha. 
 
Luego, está el ejemplo del Ministro de Planificacion (¿o de "Improvisación"?), compartiéndonos que la crisis energética es, simplemente, producto del crecimiento de la economía. Es como tener un hijo de diez años de edad vistiendo ropa de un chico de cinco y, en el instante en que alguien nos pregunta por qué el infante parece como colgado de una percha, lo justifiquemos explicando que creció. Entonces, la conclusión arriba por sí misma: uno no tiene dinero para comprarle ropa más grande. El país ha crecido a "tasas chinas" durante diez años y, sin embargo, no tenemos otro camino que regresar a los cortes programados de luz. Tal como sucediera hace 25 años, en el ocaso de la Administración Alfonsín. En verano, suele hacer calor. Y la crisis energética se nos viene anticipando desde hace ya años. Para explotarnos, justo ahora, en la cara. 
 
La realidad se le cuela al Gobierno por todas partes. En rigor, se nos está colando a nosotros como país. Y la Casa Rosada solo atina a balbucear sandeces; replica desligando culpas sobre terceros, y apoyándose en un impresentable de dudoso pasado en los años setenta: el flamante Jefe del Ejército, Teniente General César Milani, de excelente llegada a Cristina. Lícito es recordar la historia reciente: durante el gobierno de Isabel Perón, el Jefe de la Armada, el Almirante Emilio Massera, supo construir con su entonces Comandante en Jefe una bien nutrida relación, pero luego no dudó en echarla a puntapiés del poder. No es que uno piense que pueda suceder lo mismo hoy, puesto que el contexto es otro. Pero resulta cuando menos sintomático que la líder de un gobierno que se autoproclama "nacional y popular" y que asegura comportar un fuerte arraigo e interés en los derechos humanos, se respalde en un militar de -según el CELS- activa participación en la represión. Con todo, el Senado de la Nación -dominado por el Frente para la Victoria- aprobó el pliego del ascenso del uniformado. Que el parlamento argentino apruebe las leyes más objetables, ¿no representa, acaso, otro acto de cobardía política?
 
Condenamos los saqueos como lo que son, esto es, un acto de barbarie. Pero no medimos con la misma vara a los saqueadores seriales, o sea, muchos de nuestros dirigentes. Existen temores frente a que, en estas fechas previas a las Fiestas, se produzcan saqueos y, en alguna medida, gozamos con ello. Tal vez los argentinos nos hayamos acostumbrado tanto a tumbar gobiernos (ayer, de la mano de las Fuerzas Armadas; hoy, con ayuda de otros medios), de modo tal que hallamos en las grandes crisis un extraño placer. Existe, en nosotros, un exceso de tolerancia ante las medidas que restringen nuestra libertad de movimiento, y un acto de cobardía fundado en el hecho de que no nos atrevemos a cambiar gobiernos a través de los votos. "Mejor malo conocido a bueno por conocer": no hay peor frase que esa. 
 
El país no estalla, por el solo hecho de que gobierna el peronismo. Pero no se trata de voltear gobiernos y paladear esas crisis. Se trata, ni más ni menos, de que los argentinos -de una vez por todas- nos decidamos a tener mejores gobiernos. De ser menos egoístas.

Dicho en buen criollo: de ser más intolerantes y menos cobardes.   
 
 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.