INTERNACIONALES: ANTONELLA MARTY

El estancamiento de América Latina. Las anclas regionales

Un ancla se define como una "pieza de material duro cuya función es aferrarse al fondo del mar y sujetar la nave". Explicación que remite, directamente, a parte de la explicación de la situación política, económica y cultural en nuestra región.

28 de Noviembre de 2013
Un ancla se define como una "pieza de material duro cuya función es aferrarse al fondo del mar y sujetar la nave". Explicación que remite, directamente, a parte de la explicación de la situación política, económica y cultural en nuestra región.
 
La economía latinoamericana se encuentra poderosamente arraigada a un discurso político en particular, que se resigna -a toda costa- a aceptar las decisiones Twitter, Antonella Martytomadas naturalmente por el mercado. De tal suerte que el Estado se transforma en un "estatizador de la vida humana", pasándose por alto que uno de los modos más efectivos para generar riqueza es reducir la interferencia gubernamental en la actividad economía, obsequiando espacio para el desarrollo y crecimiento de la libre empresa.
 
La dirigencia en la América Latina tropieza, una y otra vez, con las fallas recurrentes del proteccionismo. Los países que han optado por estos "programas" han caído en una decadencia político-económica; empero, la región no se encuentra condenada al "fracaso histórico", conforme numerosos analistas argumentan.
 
Las naciones que, por ejemplo, dan forma a la Alianza del Pacífico han transitado un proceso de apertura e inversiones activas fundadas en las buenas ideas; tal es así que este novedoso motor económico se exhibe hoy como una verdadera cuna de inversiones. Así sucede en los casos de Chile y Perú: ambos figuran entre las cinco economías con mayores índices de crecimiento a nivel global en estos últimos años, reduciendo la pobreza de forma notoria, y siempre de la mano de un marco de estabilidad para los negocios, reglas de juego claras y apertura comercial.
 
En tanto la Alianza del Pacífico fue creada hace poco más de un año y ya cosecha los frutos del éxito -considerando sus índices de crecimiento del 6%-, el populismo registrado en los países del Mercosur -bloque que comporta ya más de una década de antigüedad- apenas logra crecer al 2%. Esta unión ha multiplicado sus críticas en las últimas semanas, mayormente originadas en hombres de empresa y economistas de la República Federativa del Brasil. Los citados remiten a las innumerables falencias del Mercosur y al fuerte criterio aislacionista que viene caracterizando a los países del bloque.
 
El Mercosur ha terminado por convertirse en una especie de anclaje ideológico con una marcada y perjudicial tendencia proteccionista. Finalmente, no parece ilógico considerar que a esta unión podría quedarle poco tiempo de vida: los hombres de negocios se han certificado de que, lejos de brindar espacio para la generación de riqueza, devuelven resultados basados en la desconfianza y mayores índices de pobreza. Ahora, es claro que quienes más alientan la implementación de ese criterio proteccionista son empresarios que temen perder los privilegios obtenidos tras nutrir una íntima relación con los distintos Estados. Estas personas poco entienden sobre conceptos como libre competencia y mejoras en la calidad de productos y servicios. Lo que, en definitiva, exigen los consumidores (el mercado).
 
El inconsciente colectivo de la región parece aferrarse al "Dogma de Montaigne" al momento de indagar sobre los motivos reales de la pobreza. Bajo ese esquema de pensamiento, se postula que la mala posición económica de los desposeídos se basa en la ampliación de la riqueza de los ricos o pudientes, entendiéndose erróneamente a los intercambios como un juego de suma cero. Se olvida, en el proceso, que tanto la riqueza como el crecimiento económico no necesariamente involucran topes o límites.
 
De tal forma que, en la óptica del "Socialismo del Siglo XXI", la ingeniería social ha sido la respuesta a los problemas causados por la misma intromisión del Estado en la vida del ciudadano. Asimismo, y sumergidos en una arrogancia fatalista, los burócratas gubernamentales deciden, siempre arbitrariamente, cómo repartir el dinero previamente robado u obtenido compulsivamente de los individuos y, al cierre, qué hacer con sus vidas.
 
El populismo solo se ha ocupado de estatizar, en tanto se esmera en desacreditar conceptos cruciales a la hora de asimilar y comprender el ideario de la libertad. Son, los personeros del populismo latinoamericano, los responsables de generar aquella confusión. Este compilado de errores conceptuales -como ser el uso impropio y falaz del concepto "neoliberalismo"- conduce a un freno en el progreso, y forma parte de la gran fábula que hace a los supuestos beneficios de los modelos populistas. Como en su momento lo expresara Mario Vargas Llosa: "Una de las grandes victorias de la izquierda consiste en que la palabra liberal se haya convertido en una mala palabra".
 
Cabe aquí cuestionarnos, no las razones de la pobreza, sino desglosar las razones sobre por qué crecen las naciones. Mientras economías como la chilena, la colombiana o la peruana se adscriben al camino del libremercado, el resto de la región latinoamericana permanece rehén de un proteccionismo destructivo. El Mercosur ha demostrado sobradamente su ineficiencia, y sus fallas ideológicas han quedado expuestas: el crecimiento no se consigue desde el cierre de las oportunidades; solo puede lograrse desde la apertura hacia el resto del mundo.
 
Quizás haya llegado la hora de reinterpretar a América Latina desde nuevos enfoques, comprendiendo que sobran buenos ejemplos qué imitar, y que se vuelve necesario dejar de lado los malos. En esta instancia de la Historia, Latinoamérica se ha convertido en una mera espectadora de dos grandes procesos. Al decir de José Piñera, "América Latina no es una región pobre, sino una región empobrecida".
 
Es momento de prescindir de los falsos mesías y caudillos que se promocionan portadores de recetas salvadoras para nuestros problemas cotidianos. Es hora de ofrecerle una oportunidad a la libertad.
 
Es bastante probable que, si los latinoamericanos optásemos por ideas distintas, podríamos convertirnos no sólo en una región pionera, sino también en una tierra de inspiración para el mundo. Podríamos demostrar, desde el ejemplo, que es posible salir de la pobreza, dejando de lado el asistencialismo y aplicando las ideas correctas. Las anclas tienen su peso; sin embargo, no es nuestro destino histórico el encontrarnos anclados en el mismo sitio, por siempre. Los ciudadanos de la América Latina no deben ignorar a su propia región; no nos ignoremos.

 
Sobre Antonella Marty

Tiene estudios en Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Abierta Interamericana. Es Miembro Fundadora del Grupo Joven de la Fundación Libertad. Investigadora Asociada de Fundación para El Progreso, Chile; miembro del Consejo Ejecutivo y Directora Regional por Argentina y Chile de Estudiantes por la Libertad. Publica novedades relativas al trabajo e investigaciones de think tanks de América Latina y los Estados Unidos de América.