INTERNACIONALES | OPINION: JESUS SANCHEZ CAÑETE

Venezuela, al borde del abismo cubano

¿Qué está sucediendo en Venezuela? Cada vez hay noticias más preocupantes, que indican que el país se desliza hacia el caos rápidamente.

22 de Noviembre de 2013
¿Qué está sucediendo en Venezuela? Cada vez hay noticias más preocupantes, que indican que el país se desliza hacia el caos rápidamente. Demasiado rápidamente. Es evidente que las próximas elecciones municipales del 8 de diciembre han puesto a todos nerviosos. Por un lado, al gobierno, que sabe que estos comicios son un plebiscito para Maduro y para los restos de un chavismo que, por mucho que lo quieran ocultar, ya no da más de sí. Un Ejecutivo que conoce las encuestas, y que sabe que el batacazo electoral puede ser tremendo; tan grande que, esta vez, no va a existir margen de maniobra para amañar los resultados, como hicieran el pasado 14 de abril. Por otro, una oposición que muchos consideran no ha estado a la altura de unas circunstancias que, por desgracia, son excepcionales.
 
Lo que sí está claro es que la gente ya se ha hartado de la precariedad de una economía que está rota. Ciudadanos de a pie deben enfrentarse a situaciones muy desagradables para salir adelante. De entrada, hacer grandes colas en los supermercados para adquirir los alimentos básicos. Para adquirir alimentos que, por cierto, cada día están más caros. Venezuela tiene la tasa de inflación más alta del mundo: 54,3%. Y no sólo comida, también otros útiles indispensables, como papel higiénico o medicinas.
 
El pueblo puede tolerar la estupidez política y la sinrazón bolivariana cuando no le tocan demasiado el bolsillo y no pasa hambre pero, cuando a uno ya le falta lo básico y empiezan a darse situaciones de violencia ligadas a la escasez, el tema cambia y la gente dice basta. Eso es lo que parece estar pasando en una Venezuela, donde el pasado sábado 9 de noviembre se planteó una convocatoria masiva de forma espontánea, a través de las redes sociales, como ha sucedido en otros países en años recientes. Y volvió a convocarse una nueva para el día 16.
 
Al principio, la oposición guardó silencio. Tiene miedo –con buen criterio- a que la calle se le vaya de las manos y se dé una situación descontrolada. Pero luego, en vista de la tracción que el asunto generaba en el Internet y de que surgían críticas a su actitud, hubo líderes que la respaldaron, a la vez que recordaban la importancia de desarrollar las protestas de forma pacífica. Actitud responsable, puesto que cuando se pierden las formas por el camino, se pierde la legitimidad para protestar.
 
Ahora bien, la oposición debería incrementar el tono y respaldar de forma masiva esas protestas. Después de todo, quejarse es –todavía- constitucional, en un país en el que cada vez quedan menos instituciones legítimas. El pueblo venezolano debe protestar pacíficamente por lo que es suyo, para recuperar un país asaltado por un presidente que maleó la voluntad popular en las urnas y que sigue los dictados de una Cuba que quiere replicar en Caracas el modelo económico de La Habana.
 
No será tarea fácil, puesto que el régimen se ha propuesto la radicalización y la polarización como estrategias políticas que garanticen su supervivencia. ¿Cómo “combatió” el gobierno la manifestación del sábado? De entrada, sacando toda la artillería retórica -como habitualmente hace-, acusando a los autoconvocados de fascistas y demás. Pero también lo ha hecho desde técnicas nuevas con las cuales desviar la atención, como animar indirectamente al “saqueo” de unos grandes almacenes. Y es que nadie es tonto: en el estado de necesidad que hay en Venezuela, obligar a punta de pistola a un comercio –como fue el caso con la tienda de electrodomésticos Daka- a bajar drásticamente su precio de la noche a la mañana, equivale a extender una invitación a que miles de personas se planten en la entrada del establecimiento, arrasen, y se produzcan incluso robos y saqueos –como también sucedió-.
 
La guerra económica no viene desde Washington, como Maduro reclama. Es la consecuencia de la gestión que está imponiendo el chavismo. ¿Quiere que los comercios pongan precios justos? Sencillo; deje de controlar férreamente una economía cuya producción nacional cada vez pierde más fuerza y que depende más y más de unas importaciones que, lógicamente, no llegan debido a las restricciones al acceso a las divisas extranjeras impuestas desde arriba. Elimine esas limitaciones que hacen que comprar dólares en el mercado negro venezolano cueste nueve veces más que el cambio oficial, y permita el libre acceso a la divisa norteamericana y verá cómo el comercio internacional vuelve a fluir. Es una sencilla medida de mercado. Y otro consejo de fácil aplicación: no expropie empresas como hacía su mentor Chávez, y verá cómo llega inversión desde fuera del país.
 
Ahora bien, el problema es que, sin duda, los demás sectores, no sólo el de los electrodomésticos, habrán tomado nota de lo sucedido: quien no baje precios, se expone a saqueos, expropiaciones y quién sabe qué más. Una situación que ahoga a la iniciativa privada y que irá concentrando el manejo económico más y más en manos de un estado que no ha sabido ser responsable gestionando sus activos económicos. ¿Qué pasó con el petróleo en Venezuela? Que se regaló a espuertas a los amigos comunistas.
 
Nunca el libre mercado estuvo tan amenazado en Venezuela como hoy, ni jamás este país sudamericano estuvo más cerca de convertirse en una nueva Cuba. Por ello, es necesario que la sociedad civil venezolana responda de forma pacífica pero clara, manifestándose en contra de un ilegítimo gobierno y aumentando la presión para que a Maduro no le quede más remedio que ceder el poder y convocar unas nuevas elecciones, que seguro que perderá.
 
Desde la libertad, me propongo animar a Venezuela a que no se deje vencer; eso sí, evitando caer en la trampa del gobierno, para que no se produzca violencia en dichas protestas, y que la causa de quienes se quejan no pierda legitimidad ante ojos nacionales e internacionales. Pero Nicolás Maduro calcula mal su estrategia; y es que a la libertad no se le pueden poner diques ni corsés. La experiencia demuestra que, desde el orden y la no-violencia, sistemas enteros han cambiado.

Por una nueva y mejor Venezuela, vale la pena el próximo sábado 23 volver a la salir a la calle y, pacíficamente, decir basta.


* El autor, Jesús Sánchez Cañete, publica regularmente en la web USA Hispanic Press (http://www.usahispanicpress.com/). Su usuario de Twitter: http://twitter.com/CaballeroAudaz
 
 
Jesús Sánchez Cañete, Twitter | Publicado originalmente en USA Hispanic Press, sitio web