ECONOMIA INTERNACIONAL: MANUEL HINDS

Venezuela, cada vez más cerca de una hiperinflación

El martes pasado, el congreso venezolano aprobó "superpoderes" para que el presidente Nicolás Maduro los emplee durante todo un año...

22 de Noviembre de 2013
Manuel Hinds es ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).
 
El martes pasado, el congreso venezolano aprobó "superpoderes" para que el presidente Nicolás Maduro los emplee durante todo un año para lograr lo que casi todos los gobiernos del mundo logran sin mayor esfuerzo: evitar que la economía se hunda en un caos de hiperinflación, grave escasez y un colapso de la producción. Estos poderes le han sido garantizados mientras el país está gozando de un extendido boom en los precios del petróleo. Maduro anunció que fijará márgenes máximos de ganancias en las cadenas productivas e impondrá controles más estrictos en la venta de dólares, que se han vuelto notablemente escasos.
 
Al obsequiar estos poderes al presidente, Venezuela parece estar dispuesta a beber de su amargo cáliz hasta la última gota. Maduro y el gobierno se resisten a entender que las acciones que pretenden llevar adelante son, precisamente, las causas de los problemas que tienen. Trágicamente, van camino de reproducir en Venezuela uno de los fenómenos más espectacularmente dañinos que puede sufrir una economía moderna, esto es, un episodio de hiperinflación. Ha habido dos antes en América Latina: uno, en Bolivia a principios de los años ochenta; y otro, en Nicaragua, a finales de la misma década. En otras latitudes, el episodio más famosos fue el que aquejó a Alemania en los años que siguieron al final de la Primera Guerra Mundial.
 
Estos procesos hiperinflacionarios se diferencian de las inflaciones comunes sólo en dos características: en su magnitud, y en el hecho de que las autoridades monetarias pierden todo control de los cambios de precios. Algunas cifras darán una idea de lo que estamos hablando. A mediados de 1922, poco antes de comenzar la hiperinflación, el marco alemán se cotizaba a 320 por dólar. En noviembre de 1923, un año después, el dólar era igual a 4.210.500.000.000 marcos. En Nicaragua, el córdoba de 1991 llegó a ser 1/50.000.000.000 córdobas de 1988. En Bolivia, el peso boliviano fue reemplazado por el boliviano, cambiándose a una tasa de un millón de pesos bolivianos por cada nuevo boliviano. Todos pierden en un caos como el citado, pero principalmente los pobres, que no tienen activos reales (casa, carro, muebles, etc.) que no son afectados por la hiperinflación. Todo lo tienen en el poco dinero que ganan, y ese dinero se devalúa rápido y profundamente con la hiperinflación. Los pobres se vuelven más pobres.
 
La causa de este fenómeno ha sido la misma en todos los casos: cuando los bancos centrales se dedican a crear dinero más allá de lo que la economía pueda necesitar para crecer normalmente, el dinero se vuelve excesivo para el volumen de las cosas que pueden comprarse con él. En esas circunstancias, con mucho dinero persiguiendo pocas cosas que comprar, los precios de las éstas suben, y mientras más dinero se imprima, más suben los precios.
 
Existe un umbral en el que las inflaciones se convierten en hiperinflaciones, que se calcula alrededor de 50 por ciento mensual. La inflación en Venezuela -conforme cálculos actualizados- se sitúa en, aproximadamente, un 38 por ciento mensual (la inflación oficial es sólo de cerca de 50 por ciento anual, pero todo indica que esta cifra es una subestimación escandalosamente baja sobre el verdadero crecimiento de los precios). Por encima de este umbral, el público comienza a deshacerse de todo el dinero de que dispone; los billetes circulan todavía más rápido, llevando a incrementos en la tasa de inflación mayores que los que la creación monetaria del Banco Central justificaría. En los países en hiperinflación, los trabajadores exigen que les paguen una o dos veces diarias, y salen corriendo a gastar lo que les pagan porque en unas horas el sueldo ya no les servirá para comprar nada.
 
Con los controles de precios, Nicolás Maduro solo logrará que el público no produzca, con lo que el problema se volverá todavía peor, ya que se registrará una oferta aún menor, mientras que la demanda seguirá subiendo, debido a la imparable creación de dinero por parte del Banco Central. Es de esperarse que Maduro comprenda estos factores, con el objeto de evitar que la tragedia venezolana llegue a niveles de hambre, en medio de la abundancia que los precios del petróleo garantiza a los jerarcas del gobierno.

 
El presente artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 22 de noviembre de 2013.
 
 
Manuel Hinds | The Cato Institute, sitio web en español