POLITICA: PABLO PORTALUPPI

Cambiar para que nada cambie

Desde el triunfo del por entonces flamante Frente para la Victoria en las elecciones legislativas de 2005 -con el triunfo de Cristina Fernández sobre Hilda "Chiche" Duhalde...

22 de Noviembre de 2013
Desde el triunfo del por entonces flamante Frente para la Victoria en las elecciones legislativas de 2005 -con el triunfo de Cristina Fernández sobre Hilda Twitter, Pablo Portaluppi"Chiche" Duhalde-, los ministros de la década K vienen ocupando el rol de meros títeres; se trata, en rigor, de hombres y mujeres imposibilitados de decidir ni afirmar nada fuera del "relato", aunque más de uno sea capaz de hacerlo (y así lo han demostrado en modalidad off the record).
 
El cambio más significativo de aquel momento, y que resume a la perfección el reemplazo de funcionarios probos por "figuritas", fue la salida de Economía de Roberto Lavagna y subsiguiente ingreso de la ahora condenada Felisa Miceli. Ya desde aquellos tiempos, los ministros han perdido su capacidad de pronunciarse. Más aún; una práctica habitual en el kirchnerismo es que los viceministros o secretarios exhiben mayores cuotas de poder que los propios funcionarios a quienes deben reportar. El caso más reciente es del flamante titular de la cartera de Finanzas, Axel Kicillof, segundo del siempre desdibujado Hernán Lorenzino. El joven del CENDA superaba a este último en influencia.
 
El esquema de poder aquí descripto dio inicio durante la presidencia del fallecido Néstor Kirchner, para terminara acentuándose en la gestión de CFK. En los cargos de la, quizás, mayor relevancia dentro de la estructura del Estado -Jefatura de Gabinete y Ministerio de Economía-, se asistió a la asunción de hombres tales como el ya citado Lavagna y Alberto Fernández, Carlos Fernández (¿acaso alguien lo recuerda?), y Juan Manuel Abal Medina. Se registraron algunas excepciones, como las Sergio Massa y Martín Lousteau, pero duraron en sus respectivos puestos lo que un suspiro.
 
Arribamos, finalmente, a los "cambios" de las últimas horas, promocionados no mucho después de la paliza electoral que sufriera el FPV, y de la convalescencia de la Presidente de la Nación. Resulta cuando menos curioso el modo cómo, ante cada vez en que CFK produce "enroques" ministeriales, analistas políticos de diferentes vertientes confeccionan notas marginales sobre alguna supuesta "esperanza", detectable en las modificaciones de ocasión. Y lo propio le cabe a la mayoría de los dirigentes opositores El ejemplo más cabal recuerda al tristemente célebre "llamado al diálogo", convocado por Florencio Randazzo en 2009. Iniciativa que sobrevino con expresas instrucciones de Néstor Kirchner, tras la derrota electoral de aquel entonces. La totalidad de los dirigentes políticos -con la sola excepción de Elisa Carrió- "cayeron" en la trampa. Aquel episodio solo sirvió para distraer a medios de comunicación y opositores, mientras Kirchner en persona planificaba la reconstrucción que, dos años más tarde, conduciría a la rotunda victoria de su esposa, hoy jefe de Estado. 
 
Pero también es cierto que el escenario es, ahora, diferente. Kirchner brilla por su ausencia, y Cristina ya no comporta posibilidad alguna de reelección, con lo cual el margen de maniobra se acota fuertemente. Tampoco deja de ser certero que los actuales "cambios" en el Gabinete de ministros -en especial en los que revisten mayor relevancia- fueron recibidos con bastante menos entusiasmo en el arco político y en la opinión pública.
 
Corresponde eludir el autoengaño: ni el arribo de Jorge Milton "Coqui" Capitanich Popovich a la Jefatura de Gabinete como el "blanqueo" de Axel Kicillof al frente de Economía, y la salida forzada de Guillermo Moreno servirán; a no ser que se modifiquen las políticas de fondo que arrastraron al país a una violenta sangría de reservas (el BCRA reporta U$S 32 mil millones cuando, en realidad, sus reservas líquidas apenas alcanzan los US$ 20 mil), una parálisis absoluta de la actividad inmobiliaria, el mantenimiento del cepo cambiario, y al amesetamiento general de la actividad económica, a un lento pero indetenible aumento de la desocupación, y a una inflación cada vez más intolerable
 
Estas consecuencias difícilmente se vean modificadas. Kicillof representa a una "línea dura" del gobierno, enfrentado él a un espectro más conciliador, encarnado por el director de ANSES, Diego Bossio -que ambicionaba llegar a la jefatura en Economía-, el saliente Lorenzino y el "resucitado" Amado Boudou. Esta línea propugnaba la consecución de un acuerdo con los "fondos buitres" o hedge funds, saldar la deuda con el Club de París y, a la postre, consolidar una salida elegante hacia los mercados internacionales. Kicillof se presenta como una paradoja de sí mismo: hoy promotor de sus simpatías con el marxismo, ferviente cavallista en los años noventa. A sus 42 años, ya cuenta entre sus antecedentes el haber sido el verdadero cerebro de los lineamientos macroeconómicos de los últimos dos años. Se impone, entonces, la pregunta: ¿alguien espera, realmente un cambio?
 
En ocasión del "cortometraje" de Cristina junto al perrito bolivariano y el pingüino de peluche, el vocero presidencial, Alfredo Scoccimarro, anunció los "nuevos" nombres. Algunos aguardaban por la salida del Secretario de Comercio, Guillermo Moreno pero, para ello, hubo que esperar veinticuatro horas más. Grandes porciones de la dirigencia opositora y del empresariado -como así también encumbrados periodistas- celebraron la eyección del "López Rega" de la Presidente. Fue difícil ocultar que Moreno se comunicaba personalmente con timoratos cambistas y cobardes empresarios; también, se ocupaba -con la asistencia de su mano derecha Beatriz Paglieri- de autorizar importaciones y exportaciones. Desde ahora, nadie sabe quiénes reemplazarán a Moreno en esas tareas. ¿O acaso continuará haciéndolo desde Roma? 
 
Pero el ahora ex Secretario de Comercio Interior es un soldado, hecho y derecho. "Moreno es Cristina, como antes era Néstor". Se ha repetido hasta el cansancio que fue Guillermo Moreno quien intervino el INDEC. Pero, en los hechos, era Néstor Kirchner. Moreno, en todo caso, apenas era el brazo ejecutor. Y Moreno no es el centro de los problemas; son las políticas.
 
Jorge Capitanich, por su parte, goza de un extraño prestigio ante empresarios, la dirigencia, y los mercados. También ante los columnistas dominicales de mayor prestigio: éstos se han ocupado de dejar traslucir ciertas esperanzas sobre él en columnas y artículos. "Coqui" es portador de un aceptable semblante, es pulcro, correcto y dialoguista; jamás abandona los buenos modales. Pero es el mismo Capitanich que reservó uno de los sitios más exclusivos de la Ciudad de Buenos Aires para la fiesta de quince de su hija. En su propia provincia, ha sumado cuestionamientos debido al uso discrecional de propiedad de la Gobernación (recordar el caso de los viajes en avión). Tampoco dudó siquiera un instante en dejara asentada su postura pro-gobierno en ocasión del conflicto con el campo en 2008, a pesar de que la actividad agropecuaria es crucial para el Chaco. Ahí está, para conmemorarlo, el documento del Partido Justicialista -del cual el Gobernador es uno de los vicepresidentes- refiriéndose al intento de golpe de Estado por parte de los productores en conjunción con los grandes medios. Jorge Milton Capitanich Popovich es uno entre varios gobernadores ultrakirchneristas. Muchos podrían recurrir al concepto vulgar del "chupamedias" para describirlo. Ya en su nuevo cargo, citó en una entrevista radial que el cepo cambiario no existía, y que no hay inflación. Nuevamente: sonaría ingenuo esperar cambios.

En otro orden, se presenta obvio que el ahora licenciado gobernador del Chaco se caracteriza por tener más peso propio que Abal Medina, y que el hombre sabe de cuestiones económicas -es contador de profesión-. Pero lo referido suena a poco, si se lo compara con sus puntos oscuros. Como jefe de ministros, Capitanich dispondrá de una discrecionalidad notoria para asignar partidas presupuestarias. Variable que podría conducir a chisporroteos con Kiciloff y la conducción del Banco Central de la República.
 
Lo único que podría invitar a algún tipo de esperanzas es que la Presidente ya no se encuentra en su plenitud física (ni se espera que, próximamente, lo esté). Factor que la obligará a respaldarse en su nuevo Jefe de Gabinete para el día a día. Jorge Capitanich es un hombre con juego político propio: no pocos círculos comienzan a presumirlo candidato para el sillón de Rivadavia por el Frente para la Victoria en 2015. Aunque para ello falte, todavía, una eternidad. ¿O no? En la Argentina, todo puede cambiar de un minuto a otro. Cristina Kirchner decidió los cambios en soledad, siempre fiel a su estilo. Acaso haya empezado a notificarse de que, dentro de dos años, se irá -inexorablemente- a su casa, que su salud se ha visto comprometida más de la cuenta, y pretenda transitar ese lapso con relativa tranquilidad. Tal vez, su plan coincide con ver a los distintos equipos de la Administración compitan entre sí, sin precisar de su intervención. En una de esas, quien herede los platos rotos podría ser el propio Capitanich. ¿Sería este escenario satisfactorio para la Presidente? Y, en tal caso, ¿cuál sería el motivo? Se ha sabido de pocos líderes mundiales que gusten de postular sucesores con ideas propias, conforme la vieja tradición de los recién llegados por deshacerse prontamente de sus mentores. Cristina asistió a un espectáculo no demasiado diferente: en su oportunidad, Néstor Kirchner llegó a presidente con la inestimable ayuda de Eduardo Duhalde. El de Lomas de Zamora puso a su disposición el aparato del PJ en la Provincia de Buenos Aires y, por si ello hubiese sido poco, le legó un país ordenado, que el santacruceño no supo capitalizar. Dos años después, Kirchner se apropió de dicho aparato y condenó al ex presidente interino al destierro. 
 
Párrafo aparte merece el inoxidable Vice Amado Boudou. Desde la enfermedad de Cristina, el vice ha recompuesto relaciones con el hijo presidencial, Máximo. Y es muy probable -pese a versiones en contrario- que se afloje notablemente la presión judicial sobre aquél. Si corresponde que dar fe a lo compartido por "malas lenguas".
 
El principal problema que hoy enfrenta la Administración coincide con la antesala de una crisis económica de alto calibre, antes de llegado el fin de ciclo. Al parecer, Cristina Fernández de Kirchner se ha decidido por "aguantar", evitando recurrir a medidas impopulares. Método calcado de Carlos Menem, al aproximarse el final de su segundo mandato. Al riojano, el plan no le funcionó del todo bien: si bien la crisis estalló en las narices de la Alianza, la onda expansiva también terminó por comprometerlo. Quizás CFK apueste a lo mismo; imaginando algún regreso futuro, aunque el pensamiento lleve aroma de utopía. Pero, si la crisis se tornase prematura, será Jorge Capitanich quien padezca sus consecuencias, y difícilmente el chaqueño acepte mansamente esta posibilidad. 
 
Cambiar para que nada cambie; de eso se trata. Y de que muchos crean en una modificación del rumbo. Muchos ya comienzan a dudarlo y, después de diez años, era hora.


 
 
 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.