INTERNACIONALES: ANTONELLA MARTY

El consenso de Karl Marx

En el segundo capítulo de El Manifiesto Comunista, Karl Marx sugiere un compendio de medidas, a ser implementadas por los países más progresistas, a criterio de cumplir con el objetivo de su ideología.

13 de Octubre de 2013
En el segundo capítulo de El Manifiesto Comunista, Karl Marx sugiere un compendio de medidas, a ser implementadas por los países más progresivos, a criterio de cumplir con el objetivo de su ideología. Esas sugerencias podrían resumirse en las siguientes:
 
- Expropiación de la propiedad inmueble y aplicación de la renta del suelo a los gastos públicos. 
- Fuerte impuesto progresivo.
- Abolición del derecho de herencia.
- Confiscación de la fortuna de emigrados y rebeldes. 
- Centralización del crédito en el Estado por medio de un banco nacional con capital estatal y régimen de monopolio. 
- Nacionalización de los transportes. 
- Multiplicación de las fábricas nacionales.
- Proclamación del deber general de trabajar; creación de ejércitos industriales.
- Articulación de las explotaciones agrícolas e industriales.
- Educación pública y gratuita para todos los niños.
 
En el parecer del autor, estas medidas llevarían a los países a un progreso ascendente. Sin embargo, tanto en la historia como en la actualidad, sigue siendo evidente que la aplicación de estas ideas ha llevado, en la práctica, a un rumbo opuesto, siendo la miseria el destino final.
 
Ninguna expropiación, impuesto, confiscación o banca central ha conducido a país alguno hacia la prosperidad. A nivel global se registra una abundancia de bancas centrales e intervenciones estatales en el mercado -ambas, culpables de las grandes crisis, que luego son adjudicadas, erróneamente, al sistema capitalista. 
 
Una de las ideas centrales contra las que arremete el comunismo es la propiedad privada; olvida esta ideología que el derecho a la propiedad es la variable que otorga espacio al crecimiento. Brotaría aquí aquella idea tan falazmente adoptada de que el bien "público" pertenece a "todos", descuidándose que, en rigor, "aquello que es de todos, no es de nadie".
 
Como fundamento principal de El Manifiesto Comunista, el marxismo proponía "derrocar el régimen de la burguesía, y llevar al proletario a la conquista del poder", con aspiraciones tales como "ver abolidas la personalidad, la independencia y la libertad burguesas" -es decir, remover al individuo de la ecuación-, y declarando que los comunistas "no tienen por qué esconder sus ideas e intenciones". Se manifiesta abiertamente que "sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando el orden social existente a través de la violencia".
 
Resultaron evidentes las falencias de este sistema cuando, en 1961, el premier soviético Nikita Kruschev sugirió al gobierno de la Alemania Oriental la construcción de un muro para evitar el escape de los berlineses que huían hacia la libre Alemania Occidental en busca de mejores condiciones de vida.
 
El 9 de noviembre de 1989 caería aquel muro, que cargó en sus cimientos la muerte de no pocas personas al intentar cruzarlo. Mucho tuvieron que ver en su caída el rol de personalidades tales como el líder sindicalista polaco Lech Walesa (Solidaridad), Margaret Thatcher, Ronald Reagan, el Papa Juan Pablo II y, junto a aquéllos, los residentes de Berlín Oriental que creían en la libertad. 
 
El odio, el terror y la violencia forjaron los cimientos de la ideología comunista, llevada a la práctica por numerosos gobiernos a lo largo de la historia. Otro claro ejemplo de ello fue el empleo del terror por parte de Josef Stalin, cuyas políticas llevaron a la muerte a millones de personas. 
 
Lo propio sucedió con Cuba, regenteada por los hermanos Fidel y Raúl Castro desde hace más de cinco décadas y alimentada en los últimos años con petróleo venezolano. Los ciudadanos cubanos intentan escapar de su país ante cada oportunidad, arriesgando sus vidas para huir de la opresión. Tal como sucediera con los alemanes del lado de la ex Cortina de Hierro.
 
En la otra vereda, la experiencia del libremercado ha demostrado generar riqueza y favorecer a los más necesitados; a diferencia del proteccionismo nacionalista que arrastra a cada vez más personas hacia la miseria. Lícito es citar la "Gran Hambruna" soviética de 1921, que terminó con la existencia de seis millones de almas. Los ciudadanos cubanos también conocen de primera mano las privaciones y la escasez de alimentos bajo el castrismo.
 
Toda vez que se acusa al sistema capitalista occidental de ser el gran culpable de la generación de pobres, cabría preguntarse por qué estas naciones no son las que contabilizan mayores índices de pobreza. El argumento socialista de los países que se enfrentan a altos niveles de atraso porque padecieron el saqueo del resto cae por su propio peso: ignora que la riqueza no posee un tope y, por ende, tampoco la tiene el crecimiento económico. 
 
Finalmente, es de vital importancia desmitificar la creencia de que vivimos en un mundo de capitalismo laissez faire. A pesar de los perjuicios provocados por el perverso ideario comunista, varios supuestos del marxismo continúan vigentes y lideran la práctica de la política global. 
 
América Latina continúa sumergida en estas turbias aguas, sin retornar resultados favorables. El muro físico fue derrumbado hace años; ha llegado el momento de ofrecerle una oportunidad real a las ideas cercanas a la libertad, y derribar el muro mental que tanto conoce de opresión.

 
Antonella Marty | El Ojo Digital Internacionales