SOCIEDAD: ALBERTO BENEGAS LYNCH (H)

Zoom sobre las protestas sociales

En nuestra época, emerge una modalidad diferente, principal aunque no exclusivamente debido a la comunicación instantánea y vertiginosa que permiten las redes sociales.

05 de Octubre de 2013
En nuestra época, emerge una modalidad diferente, principal aunque no exclusivamente debido a la comunicación instantánea y vertiginosa que permiten las redes sociales. No es que las manifestaciones multitudinarias constituyan una novedad en la historia. Las ha habido en muchísimas ocasiones para los más variados propósitos pero, aquellas que tienen lugar en nuestros días, aparecen con características peculiares, y es de interés hurgar sus componentes sociológicos, a criterio de comprender mejor su sentido.
 
Acaso se corra el riesgo de sobresimplificar, si se analizan todas las protestas masivas de los últimos tiempos de manera conjunta. Sin embargo, y a riesgo de esquematizar demasiado, es de interés estudiarlas a todas, puesto que cuentan con comunes denominadores aunque con pesos relativos distintos, expresiones, y anhelos -en algunos casos, tácitos y, en otros, directos-. Claro que no han sido calcadas unas de otras. Cada una ha demostrado signos distintivos y sobresalientes, sea las Egipto, Grecia, España, Francia, Turquía, EE.UU., Brasil, Chile o Argentina, para citar las más sobresalientes. De todos modos, insistimos que el fenómeno comparte rasgos similares aún con reclamos que varían en su jerarquía y, como queda dicho, algunas características se mantienen en el trasfondo mientras que otras salen a la superficie.
 
Lo primero que debe subrayarse sobre estas protestas es el grado de enfado y hartazgo de los participantes. En algunas ocasiones, la mecha que da inicio al incendio muta con el tiempo para reclamar otras cosas, sobre todo cuando la sensación de aglomeración infunde renovado entusiasmo.
 
Lo segundo es que, por más que no sea la razón central de la marcha, casi siempre subyace el descontento con el nivel de vida de los manifestantes y, en este punto, debemos detenernos. No pocos son los jóvenes que se ven frustrados por lo que les ocurre en el mercado laboral, lo cual habitualmente se endosa a que no son suficientes las llamadas “conquistas sociales” o, en otros casos, las demandas se dirigen a empresarios que se estima los devora la afán de lucro. Ni lo uno ni lo otro tiene que ver con el problema.
 
Precisamente, el desempleo es consecuencia de promesas absurdas de demagogos irresponsables que al legislar salarios e ingresos superiores a los de mercado naturalmente se expulsan empleados. Es imperioso que se comprenda que el nivel de vida no depende de voluntarismos, sino exclusivamente de las tasas de capitalización que hacen de apoyo logístico al trabajo para aumentar los rendimientos (no es lo mismo arar con las uñas que hacerlo con un tractor). Esta es la diferencia entre un país próspero y uno pobre. No es el clima, las etnias, la geografía, los recursos naturales, ni la buena voluntad de burócratas; son marcos institucionales que respetan y garantizan los derechos de todos, muy especialmente los derechos de propiedad, al efecto de asignar eficientemente los siempre escasos recursos.
 
Entonces, los manifestantes bajo análisis no solo deben entender el citado tema del mercado laboral, sino que deben comprender las ventajas de contar con instituciones civilizadas y políticas concordantes con la sensatez y la prudencia financiera. Tampoco se trata del lucro empresario, que es otra manera de decir que les interesa mucho obtener ganancias, lo cual es absolutamente indispensable para lograr los objetivos de mejorar la condición de los más necesitados debido a las referidas tasas de inversión. Es de interés destacar que nadie declara que sus ingresos son demasiado altos, aunque se diga que es un deseo “desmedido”; no aparecen muchos candidatos a inculparse personalmente de ese mal, puesto que siempre está referido al prójimo. El tema de las necesarias prioridades sobre temas cotidianos es otro asunto, pero hay mucho de hipocresía en esta materia.
 
La tercera cuestión está referida a la educación o, más bien, des-educación, puesto que muchos de los que protestan lo hacen para reclamar más de lo mismo, a saber, mayor intervención estatal en los asuntos privados en lugar de permitir arreglos libres y voluntarios, y liberar energía creadora. En este plano, resulta que se reclaman mayores prebendas por parte del gobierno, es decir, pedido de una más intensa succión al fruto del trabajo ajeno. En este contexto, suelen aparecer quejas y críticas furibundas contra un capitalismo inexistente, al tiempo que se exige que se acelere el intervencionismo de los aparatos estatales en las vidas y haciendas privadas.
 
El cuarto tema es la corrupción de los gobernantes, situación que resulta contradictoria, puesto que esta surge de poderes discrecionales de la Administración de turno, lo cual es contrario a la clara definición de las funciones gubernamentales limitadas a la Justicia y la seguridad -faenas que habitualmente no proporcionan los gobiernos. Al exigir mayor entrometimiento de los funcionarios públicos, necesariamente aumenta la discrecionalidad y, por ende, los espacios para la corrupción, por más nobles que puedan ser las intenciones de muchos manifestantes.
 
Por último, para resumir apretadamente esta gimnasia por disecar el fenómeno que comentamos, debe subrayarse el creciente clima de reiteradas demandas para que se otorguen servicios "gratis", es decir, demandar que se arranquen recursos a otros para entregarlos a quienes protestan. Este ejercicio dañino conduce al desmembramiento de la sociedad, con miras a convertirla en una tribu salvaje en la que se torna insoportable e imposible establecer las mínimas condiciones para la cooperación pacífica entre las personas.
 
Esto nada tiene que ver con las intenciones puesto que, entre los manifestantes, existe mucha gente con los propósitos más abnegados, pero los resultados no siempre se encaminan en la buena dirección, a lo que se agrega la frecuente infiltración de grupos de fascinerosos que suelen cometer todo tipo de desmanes. También han habido marchas pacíficas que se limitan a protestar por actitudes inauditas de sus gobiernos pero, en la mayor parte de los casos, flotan algunos de los aspectos que hemos mencionado telegráficamente en esta nota. Como decíamos al comienzo, no es posible tomar todas las manifestaciones de protesta como si fueran homogéneas estrictamente; ni siquiera dentro de la misma manifestación puede considerarse a todos con idénticos propósitos, dado que cada cual tiene su personalidad, historia de vida e intenciones últimas.
 
La idea básica de este pantallazo es esbozar lineamientos generales que suelen tener lugar en estas expresiones modernas, y tener presente que la protesta es una manifestación de salud, siempre que su objetivo sea noble. Caso de las beneméritas marchas por la rebelión fiscal cuando los gobiernos se extralimitan en sus atributos.
 
 
Alberto Benegas Lynch (h) | The Cato Institute, sitio web en español