POLITICA: PABLO PORTALUPPI

El peronismo como trampa

Asistimos, en la Argentina, a un nuevo capitulo de la eterna disputa interna de nuestro inoxidable peronismo...

13 de Septiembre de 2013
Asistimos, en la Argentina, a un nuevo capitulo de la eterna disputa interna de nuestro inoxidable peronismo. Una disputa que ya lleva -uno diría- 69 años, y que conoció episodios sangrientos (la década del setenta), y de los otros.
 
Una disputa que se parece mucho a las eternas luchas que nos muestra el cine fantástico de los últimos años: vampiros contra hombres lobo, las Twitter, Pablo Portaluppifuerzas de la luz contra las fuerzas de la oscuridad, los jedis contra el Imperio, etcétera. Peleas que atraviesan la historia de la Humanidad, según se nos relata. Las analogías corren por cuenta de cada uno. 
 
Pero, lejos de ser una ficción, se trata de una triste y recurrente realidad. En todo caso, lo que deberíamos asumir es que el peronismo, con sus contradicciones y miserias, con sus virtudes y defectos, nos expresa a los argentinos a la perfección. Como dijera el mismísimo General: "Peronistas somos todos"
 
Muchos desacreditan estas pujas refiriendo que, por ejemplo, Sergio Massa y Francisco De Narváez tienen tanto de peronistas como el Beto Alonso de hincha de Boca. A quienes piensan eso, habría que preguntarles -en todo caso- qué tenían de peronistas Firmenich y el Padre Carlos Mugica en los setenta. O, más acá en el tiempo, la misma Cristina Fernández. El peronismo siempre dio para todo. Y esta es la verdadera tragedia.
 
Existe una idea bien instalada entre nosotros: el peronismo, cualquiera sea su inclinación del momento, representa LA gobernabilidad. Mejor que el peronismo esté en el gobierno, se escucha a menudo. Ahí están Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa para certificarlo, completan otros. El peronismo en el poder central garantiza sindicatos contenidos, gobernadores disciplinados, e intendentes del conurbano a raya. Nos resignamos a este concepto. Y lo aceptamos mansamente.
 
Debemos reconocer que esto se asemeja mucho a una verdad. Basta con recordar los tiempos de De La Rúa: más allá de su probada impericia para gobernar, estaba cercado por la llamada Liga de Gobernadores, encabezada por aquel entonces por Carlos Ruckauf (Buenos Aires), Carlos Reutemann (Santa Fe) y José Manuel De La Sota (Córdoba). Para recalcar su importancia, digamos que luego Kirchner -convertido en jefe de estado- la desactivó, a criterio de no perder poder. El fallecido ex presidente, por aquellos tiempos, también la integraba como Gobernador de Santa Cruz, por lo que conocía muy bien su poder. 
 
Pero quizás no nos demos cuenta de algo: mientras pensemos de esa manera, cualquier otra experiencia de gobierno irá, irremediablemente, al fracaso. Somos nosotros, como sociedad, al temerles -por ejemplo- a los tiburones del conurbano y a los caciques sindicales, quienes les conferimos poder. 
 
Tendemos a pensar que la gente va hacia donde lo designa un intendente del conurbano. ¿Y si fuera al revés? En 2009, la ciudadanía se mostraba enojada con Néstor Carlos Kirchner, y votó a De Narváez. En 2011, pese a los ingentes esfuerzos de Eduardo Duhalde y compañía, la sociedad estaba con Cristina -por las razones que fueren- y los intendentes, pese a sus disgustos con La Cámpora, tuvieron que acompañar. Y ahora, en 2013, en muchos distritos gobernados por intendentes declaradamente K, triunfó Sergio Massa. ¿No será hora de pensar que tal vez estos hombres no sean más que tigres de papel, que se acomodan a las circunstancias, y que temen horrores perder el apoyo de su gente? 
 
El surgimiento de Sergio Massa puede ser leído como un síntoma que explica el cansancio y el hartazgo frente al kirchnerismo. Pero, supongamos por un instante que Massa no se hubiera atrevido (la dirigencia argentina toda es pródiga en engendrar cobardes y especuladores). ¿Teníamos que estar condenados a un triunfo rotundo de Martín Insaurralde? Probablemente, sí. Seguramente, se trata de una suposición contrafáctica, pero pensemos por un instante que esto se hubiera dado: ¿de qué estaríamos hablando hoy? ¿De la re-re? No parece, puesto que el cansancio hacia los K es notorio. Pero, pese a esto, era esperable un triunfo kirchnerista en la Provincia. ¿Por qué? Porque, sencillamente, somos incapaces de perderle el miedo al fantasma del peronismo. Porque creemos que no existe alternativa, y que la Provincia de Buenos Aires está condenada a ser gobernada por el peronismo, pese a que así viene sucediendo desde hace veintiséis años en forma ininterrumpida, y al hecho de que la ha sumido en la pobreza y la inseguridad más acuciantes
 
Es cierto que no nos ha ido bien con experiencias no peronistas, pero acaso también nosotros seamos responsables de los fracasos de Raúl Alfonsín y de Fernando De la Rúa, al otorgarle al peronismo ese extraño aura de gusto por la sangre, pese a los notorios horrores de las gestiones alfonsinistas y aliancistas, especialmente de esta última. Con todo, ¿acaso Carlos Saúl Menem no nos compartió un país endeudado, en recesión desde hacia ya dos años, y con un fuerte déficit? Solo por el hecho de haber finalizado en tiempo y forma su mandato, solemos considerar que lo terminó bien.
 
Las alternativas no peronistas dejan bastante que desear, pero no mucho más que las alternativas peronistas. Será hora de ser francos: ¿cuáles son los méritos de Sergio Massa para convertirse en la gran esperanza de muchos sectores? ¿Cuáles son los méritos de Daniel Scioli?
 
Estamos dando vueltas siempre sobre lo mismo: alguien que dice ser peronista aparece para iluminar el camino oscuro que viene dejando otro peronista, que a su vez había surgido tiempo atrás para venir a reemplazar a otro peronista: Duhalde vino a salvarnos de Rodriguez Saá; Kirchner, de Duhalde; De Narváez, de Kirchner. Hoy, Sergio Massa arriba para salvarnos de Cristina. Y hacia allá vamos todos: empresarios, medios, sindicalistas, políticos. Todos desfilan por el santuario de turno, como si se tratara de Don Corleone en la fiesta de casamiento de su hija. 
 
Vamos a decirlo sin tapujos y bien directo: Massa, hoy, representa la esperanza blanca que la sociedad necesita... para no hacerse cargo de nada. 
 
Antes de maldecir a nuestros dirigentes, tal vez sea hora de asumir que los mediocres seamos nosotros. Que hemos sido capaces de engendrar un peronismo maldito y una oposición inútil que se entrega mansamente a los designios del justicialismo y que termina, en muchos casos, apareándose con él. Y creemos ver en los Massa de turno la esperanza de nuestra salvación. Creemos en la providencia de un salvador, y acaso no veamos que el problema es bastante mayor y mucho más complejo. Que todos son parte de lo mismo. Que pueden cambiar las caras, pero nunca las mañas. Y que todo, irremediablemente, vuelve a empezar. 

 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.