SOCIEDAD: JUAN JOSE GUARESTI

Carta abierta a productores: el Campo debe defenderse

Me he tomado el atrevimiento de dirigirle estas líneas que, desde el afecto, el respeto y en verdad la admiración que le guardo, contienen críticas de algunas cosas que Usted hace y de otras que Usted omite...

02 de Julio de 2013

Querido amigo;

Me he tomado el atrevimiento de dirigirle estas líneas que, desde el afecto, el respeto y en verdad la admiración que le guardo, contienen críticas de algunas cosas que Usted hace y de otras que Usted omite.

Seguramente, Usted y muchos otros productores dedican buena parte de su tiempo a cuidar de su campo, a estudiar las novedades que hay en semillas, en razas de ganado, en procedimientos para obtener más leche, más carne, más cereales, con costos menores. Están al día en eso y en lo que concierne a mejores máquinas, nuevos fertilizantes y otras maravillas con el propósito indeclinable de producir más.

Lo único que no se han dado cuenta Usted y sus colegas -pese a los años transcurridos desde que aparecieron voces nefastas que se dedicaron a menospreciar a Uds. y a su labor- es que, cuanto más eficiente es el Campo, menos se le paga a los productores por unidad producida, o bien gravan esa carne o esos cereales con más impuestos. El tipo de cambio al cual se los vende al exterior les es completamente desfavorable. Ese tipo de cambio, o sea, la cantidad de pesos que Uds. reciben por cada dólar que percibe el gobierno, es menor a lo que vale el dólar de acuerdo a la realidad económica. No se ha percatado el sector de que, si alguien viajara al exterior con los dólares que les dan para pagar sus gastos de vacaciones, reciben un subsidio de Uds. mismos y que ese subsidio les resulta carísimo, mucho más caro que si el dólar valiera lo que debería costar.

No se han percatado que gobiernos de distinto signo que en algunos casos hasta parecían amistosos, se quedaron con la mayor parte de aquella porción en que Uds. incrementaron lo que se obtenía de su campo hasta el momento en que Uds. comenzaron a explotarlo. No advirtieron que esa 'mayor parte' no les fue devuelta en rutas más seguras y más cómodas, ni en ferrocarriles que permitieran bajar el costo del transporte ni en puertos que, en lugar de ser la avenida de la riqueza, constituían un gravamen adicional que había que sumarlo a lo que ya pagaban. Cada tanto, Uds. oían que algún camión no llegaba a destino porque había sido desvalijado por quienes han sido denominados con alguna gracia 'piratas del asfalto', pero Uds. no se fijaron mucho en el tema pues la mayoría llegaba a destino. Además, a veces Uds. contrataban un seguro y la pérdida era menor. Para el hombre de campo, estos avatares no eran su problema. Todos seguían concentrados en producir más y mejor, sin preocuparse de lo que ocurría 'tranqueras afuera'. Dejaron hacer, dejaron pasar. Uds. no se dieron cuenta que los agricultores franceses, como los estadounidenses, los alemanes, los ingleses y los de todo el mundo civilizado, no confiaron en el Rey que había antes ni en el Estado que sucedió a éste, y terminaron uniéndose para defender sus intereses. Conservaron su fuente de ingresos porque gastaron algún dinero en conseguir hábiles defensores y medios de difusión que impidieron que los gobiernos los saquearan con gabelas e impuestos más o menos disimulados.

El tipo de cambio sobrevaluado, o lo que es lo mismo decir, el dólar barato, como ocurrió en distintas oportunidades entre nosotros a partir del 4 de junio de 1943, ha sido una de las estratagemas que mejor disimula la sangría inmisericorde a que está sometido el medio rural.

Querido amigo; en cuatro notas previas aparecidas en este mismo medio, hemos desarrollado la tesis que el campo debe defenderse de todos los sectores que, en nuestra sociedad -por ignorancia o por la razón que fuera- han menospreciado la labor que realizan nuestros productores agropecuarios. Se ha extendido en nuestro país la idea de que la agricultura, la ganadería, la silvicultura y demás actividades que tienen al campo como protagonista, no generan valor agregado ni estimulan el conocimiento de los seres humanos. Quienes están en contacto con la ubre, el arado, el hacha y demás enseres, no tienen una mente despierta ni creadora. Pareciera que Uds. fueran seres subalternos en la escala del saber. Eso sostiene gente que en muchos casos tiene títulos universitarios y que sale a pregonar a quien lo escuche que los oficios vinculados a la tierra no son tareas superiores. También, existen quienes afirman que los países como el nuestro que tienen una formidable base agropecuaria están condenados al atraso por esa razón en el orden mundial.

Esas convicciones llevadas al terreno de la política han conducido al desvarío de muchos de sus paladines quienes, cuando han ocupado posiciones cimeras en la conducción del país o de su provincia o en el rango que fuera, se han dedicado a expoliar al campo con toda clase de impuestos y papeleo burocrático, imposibles de afrontar por el productor, sea grande, mediano o pequeño. Ese trabajo de trazar políticas de imposible cumplimiento o imponer directivas disparatadas con total desconocimiento del medio donde se deben aplicar se realiza desde escritorios calefaccionados o con aire acondicionado, a metros de la atención médica y de su salud, contando con la cercanía de la seguridad policíaca.

Rodeados de halagos y comodidades, algunos funcionarios se han dedicado a desalentar a aquellos que se enfrentan diariamente, sin protección alguna, con la inclemencia del tiempo, con los riesgos de la labor campesina y la orfandad de médicos o policías próximos.

El campo invertebrado

Quizás sea por las distancias que median entre un establecimiento y los otros, o por la forma de ser de los propietarios rurales o por otras razones, el campo es hoy día un inmenso cuerpo invertebrado. Existe la Comisión de Enlace, hay distintas organizaciones de productores agropecuarios de alcance nacional o que agrupan distintas regiones. Pero falta -en cada pueblo- al menos uno o varios referentes que se ocupen en cada conglomerado urbano de acaudillar a la dispersa grey rural. Una de sus misiones es la de enseñarle a propios y extraños algunas verdades tan sencillas como dolorosas: que los precios agrícolas en la Argentina no surgen de la conjunción de la oferta y la demanda, sino de la lapicera del gobernante. El tramo siguiente del razonamiento es que, mientras el agro no sea un poder político que tenga real peso, los productores no tendrán pesos en el bolsillo sino pesares en su alma. No falta mucho para que se percaten de que no son realmente propietarios de la tierra. Estarán en ella mientras continúen trabajando sacrificadamente para beneficio de terceros.

El sistema electoral no ayuda al agro. La lista 'sábana', favorita de los partidos populistas, impide la representación política del campo en los cuerpos legislativos. Pero los parlamentarios rurales deben surgir de los distritos rurales. Los partidos populistas necesitan agobiar con gabelas a los productores para subsidiar con ese dinero la vagancia de aquellos a quienes, en el fondo, desprecian como seres humanos. Dar trabajo dignifica al hombre. Dar subsidios a quien se puede ganar la vida con el sudor de su frente, sencillamente envilece al destinatario, como lo degrada también recibir esos subsidios disfrazados de empleos públicos.

La labor arriesgada y fecunda de la Comisión de Enlace no basta. Es preciso que se articule, desde cada localidad, una organización capaz de enfrentarse con las armas de la democracia a todos los que están desde hacen años, queriendo terminar con ese reservorio de cultura ancestral, de amor a la patria y de defensa de la propiedad privada de los medios de producción que es el escenario rural.

Cada productor debe salir a buscar sus auténticos líderes locales y, si no los encuentrara, asumir por sí mismo esa responsabilidad. Se necesitan recursos que todos deben aportar, pero es mejor poner algo de dinero o de tiempo o de ingenio para defender lo propio, que perderlo a manos de quienes quieren salir de la función pública enriquecidos por el esfuerzo ajeno.

Productor amigo: no tengo nada para ofrecerle, salvo estas líneas, que le avisan que no tiene escapatoria si no se notifica Usted de que solamente en sus manos está su destino. Ud. podrá cambiar el sistema electoral, como así puede rastrear hombres y mujeres generosos que expliquen en cada pueblo y ciudad que la demolición del campo que se está llevando a cabo desde muchos años atrás.

Hemos de quedarnos sin la República Argentina, cuya estrella polar son la libertad y el derecho de cada individuo a buscar la felicidad de la manera que le parezca más apropiada. Esta es tierra de hombres libres.

Nuestros antepasados no se alzaron contra las tiranías, ni vinieron a estas playas para cambiar de amos, sino para no tenerlos.


Juan José Guaresti (nieto)
Vicepresidente Primero del Partido Demócrata de la Ciudad de Buenos Aires

 

Juan José Guaresti (Partido Demócrata de la Ciudad de Buenos Aires)