INTERNACIONALES: CRISTINA LOPEZ

El Salvador: El que paga el mariachi

En El Salvador y otros lugares de América Latina, la relación de interés entre principal y agente ha llegado a explicarse con la creativa expresión “El que paga el mariachi, escoge la canción”.

26 de Junio de 2013

Cristina López es columnista de El Diario de Hoy (El Salvador) y estudiante de políticas pública en Georgetown University.

En El Salvador y otros lugares de América Latina, la relación de interés entre principal y agente ha llegado a explicarse con la creativa expresión “El que paga el mariachi, escoge la canción”. Esto sirve para explicar muchas veces las motivaciones que llevan a que el agente escoja una u otra conducta o incluso, para predecir la manera en la que el agente actuará a futuro.

Lo antedicho cobra relevancia, si se aplica para analizar las promesas de campaña del actual vicepresidente y candidato a la presidencia, Salvador Sánchez Cerén.

En días recientes, el mundo fue testigo de las operaciones de populismo transfronterizo ejecutadas de manera magistral por el candidato y la campaña de su partido el histórico FMLN: patrocinio de regalos y promesas de ayuda alimenticia a comunidades de inmigrantes en Virginia y Washington, D.C., con financiamiento venezolano a través de su sociedad con ALBA, para la obtención de réditos electorales en El Salvador.

Entre sus propuestas, el candidato ha hablado de un plan de gobierno que buscará implementar en El Salvador, a punta de políticas públicas, la filosofía del “buen vivir”. Aparentemente, los salvadoreños dejados a nuestros propios designios, tenemos años de estar viviendo mal o de la manera que no es. Años de campañas de miedo sacadas de proporción, que más parecen el cuento del niño que gasta su credibilidad con sus anuncios falsos sobre que "ya viene el lobo", han dejado al electorado salvadoreño inmune ante los avisos de precaución. Sin embargo, por responsabilidad ciudadana, sin alarmismos electorales, analizar qué consecuencias podría traer a nuestro país la implementación de la filosofía del “buen vivir”. Es ahí que se vuelve de utilidad observar las acciones del principal, en este caso Venezuela y sus satélites políticos que conforman el ALBA, para predecir las actuaciones del agente, un verdadero gobierno del FMLN.

En Venezuela, por ejemplo, el “buen vivir” consiste en impulsar una ley para promover la lactancia materna, pues es sin duda “bueno” y positivo, fomentar el vínculo entre madre e hijo que se logra con la lactancia. Lo anterior pretenden conseguirlo a través de una política que buscará castigar la publicidad de biberones y fórmulas lácteas en polvo, además de castigar que la anterior se administre en centros de salud. A lo largo de la historia, ha habido muchas innovaciones facilitaron la entrada de la mujer al ámbito laboral. La posibilidad de delegar la alimentación del bebé con la ayuda de biberones o fórmulas a muchas madres les permitió ingresar a la fuerza laboral, con los beneficios de generar mayor movilidad social en sus hogares o para algunas, la suficiente independencia económica que les permitió escapar de abusos domésticos u otros yugos. Con la implementación de esta ley en Venezuela, estos logros se verían obstaculizados. ¿Será que esta guerra a la mujer disfrazada de “fomento de vínculo maternal” no es más que una manera de encubrir la escasez de productos alimenticios?

En Ecuador, el “buen vivir” implica la implementación de una ley que aumenta el control del Estado sobre los medios de comunicación, severamente afectando la libertad de expresión, la investigación periodística que podría destapar delitos de corrupción o la crítica ciudadana. En otros países del ALBA, el “buen vivir” implica otras expresiones autoritarias y limitantes a la libertad, o los derechos que permiten a cada individuo escoger lo que necesita para verdaderamente vivir bien. ¿Podemos creer que el “buen vivir” sería diferente en El Salvador? Pero, ¡si el que paga el mariachi escoge la canción!

Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (EE.UU.) el 16 de junio de 2013.

 

Cristina López | The Cato Institute, sitio web en español