INTERNACIONALES: LIC. SANTIAGO PEREZ

Brasil, segundo consumidor mundial de cocaína

En los últimos años, el ciudadano brasileño medio ha visto incrementada su capacidad adquisitiva. Los sectores más relegados, la creciente clase media, y, por supuesto, los grupos de mayores ingresos, exhiben hoy un poder de compra más elevado.

11 de Junio de 2013
En los últimos años, el ciudadano brasileño medio ha visto incrementada su capacidad adquisitiva. Los sectores más relegados, la creciente clase media, y, por Twitter, Lic. Santiago Pérezsupuesto, los grupos de mayores ingresos, exhiben hoy un poder de compra más elevado. La inmediata consecuencia de esta nueva realidad se refleja en el incremento de la demanda de bienes y servicios, entre los cuales, desafortunadamente, se encuentra la de cocaína. 
 
El país demanda hoy el 18% de la producción mundial de esa sustancia. En conformidad con estadísticas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), el 1,4% de la población de la República Federativa (unos 2,8 millones de personas) consumen 92 toneladas anuales del estupefaciente. Esta explosión de consumo se expone como uno de los perfiles más preocupantes del boom económico experimentado por la nación sudamericana. El uso de la cocaína alcanza a todos los estratos sociales, y se expande rápidamente, tanto entre los sectores más vulnerables como en las amplias capas medias, que hoy representan más del 50% del total de la población. 
 
Brasil es hoy el segundo consumidor mundial de cocaína procesada y el primero de crack, una mezcla de base libre de cocaína y bicarbonato de sodio, extremadamente nocivo y adictivo. El primer escalón del podio es ocupado por los Estados Unidos, que demanda el 37% de la producción global. Si bien lideran el ranking, el consumo de los norteamericanos se observa en declive. Los productores se ven, así, empujados a buscar nuevos mercados y los países emergentes se proponen como un destino cada vez más atractivo.
 
Es común que las drogas ilegales sigan al dinero. A raíz de ello, no es de extrañar que las sociedades que más narcóticos consumen sean las que mayor poder de compra tienen. El problema radica en que, si bien el brasileño cuenta en la actualidad con más disponibilidad de recursos, el país no ha invertido lo suficiente en tratamientos contra la adicción y campañas preventivas. 
 
Colombia, Bolivia y Perú son los tres principales productores de cocaína a nivel global. Su manufactura no es destinada al consumo interno, sino que es mayormente exportada. La explosión de la demanda de la substancia en el Brasil ha hecho que, en forma inmediata, la producción en Bolivia aumente. Como suele suceder en cualquier mercado, si existen demandantes, naturalmente surgirán oferentes. 
 
La frontera entre los mencionados países andinos y Brasil es de aproximadamente 7.800 km (más extensa que la existente entre Estados Unidos y México); muchos de los cuales se caracterizan por una topografía accidentada y de difícil acceso. Selvas, ríos y montañas dificultan el trabajo de las autoridades. El Mamoré, por ejemplo, es un río amazónico que divide el noreste de Bolivia con el Estado brasileño de Rondonia. Es aquí donde pequeños botes cruzan entre un país y otro durante la noche. Una avioneta demora solo veinte minutos en despegar y aterrizar del otro lado de la frontera. La policía dispone de lanchas de alta velocidad pero, en tanto se verifica la existencia de centenares de puertos clandestinos a ambos márgenes del río, las autoridades son conscientes de que son numerosos los envíos que no son identificados, quedando fuera de las estadísticas. 
 
La problemática es considerada una cuestión de seguridad y, al mismo tiempo, de defensa. Desde 2011, el gobierno federal en Brasilia ha intensificado la presencia de militares en puntos sensibles de la frontera. El empleo de aviones no tripulados (drones) para monitorear aéreas de difícil acceso es también una iniciativa en permanente estudio.
 
Actualmente, los lindes internacionales de Brasil se encuentran mejor controlados que en el pasado, aunque todavía queda mucho camino por recorrer si de lo que se trata es de consolidar una estructura de vigilancia que se ubique a la altura de las necesidades. El éxito en el trabajo de prevención y concientización de la población será también fundamental a los efectos de intentar amortiguar los ya alarmantes niveles de consumo. Alcanzar el desarrollo con inclusión social y no solo crecimiento es otra ineludible obligación. Grandes desafíos para un Brasil que, por momentos, se convierte en víctima de su propio éxito.


* El autor es Licenciado en Relaciones Internacionales.
 
 
Lic. Santiago Pérez | El Ojo Digital Internacionales