INTERNACIONALES: JORGE AZAR GOMEZ

¿Más o menos Estado?

Jean François Revel, en su libro "Le Rejet de l'Etat" (El Rechazo del Estado), reúne un conjunto de ensayos referidos en su gran parte a las estructuras estatales, en su conocida línea de pensamiento antisocialista y pro liberal.

11 de Junio de 2013

Jean François Revel, en su libro "Le Rejet de l'Etat" (El Rechazo del Estado), reúne un conjunto de ensayos referidos en su gran parte a las estructuras estatales, en su conocida línea de pensamiento antisocialista y pro liberal. Puedo no compartir ciertas ideas, pero éstas se prestan a la discusión fructífera.

Jorge Azar GómezLa sola lectura del prefacio permite al lector arribar a precisas conclusiones:

"1) Hay que colocar al Estado en el sitio que le corresponde. No es posible que el Estado, como Dios, esté por todas partes, se ocupe de lo más grande y de lo más insignificante, se entrometa y decida sobre cualquier cosa, hasta con el propósito deliberado o inconsciente de hacer olvidar que en una democracia moderna debe haber múltiples centros intermedios de decisión, como el ciudadano, la familia, las asociaciones de vecinos, las empresas, los sindicatos, los gremios profesionales y los grupos de opinión; aparte de los partidos políticos, por supuesto.

Por eso, debemos proponer alternativas válidas, originales y poco costosas para privatizar y/o desmonopolizar, aunque sea ciertas porciones de lo que el Estado ha intervenido en el curso de los años. Desnacionalizar lo que ha tomado de más, para atender a tiempo completo lo que aquél descuida en el menos.

2) Además, hay que separar el Estado político del Estado administrativo.

Es indispensable clarificar, de una vez por todas, la imprecisa frontera donde un nuevo ministro selecciona un grupo de funcionarios, distinguiendo entre el equipo político que el ejercicio democrático del voto autoriza a dirigir la administración y el equipo administrativo en sitio que debe obedecer al poder político, pero manteniendo su estabilidad, ascensos, prestaciones y jubilaciones, de conformidad con las normas establecidas.

3) Hay que lograr que el Estado sea igual para todos. Es un desiderátum de la democracia. El Estado ha ido transformando las necesarias reglas de juego en forma arbitraria, quedando el capricho del funcionario el permiso, la averiguación, la multa, etcétera. La discrecionalidad administrativa se presta a los mayores abusos, salvo que cada decisión esté convenientemente fundamentada y el administrado disponga de los recursos de alzada.

El funcionario no puede hacer la ley, debe limitarse a hacerle respetar. Estamos sosteniendo que si bien la sociedad contemporánea no podría existir sin la estructura del Estado, deben corregirse desviaciones en beneficio de los fines esenciales del Estado."


En la República Oriental del Uruguay, nada se modifica cambiando a algunos funcionarios, cuando lo que es menester reestructurara a fondo es el propio Estado. Este debe orientar su capacidad de acción hacia la educación, la vivienda, la salud, la seguridad, los servicios básicos, etcétera; dejando a un lado intervenciones de corte deficitario en áreas ajenas a sus fines.

En este análisis, quien esto escribe se encuentra lejos de pretender comparar a la nación francesa con la uruguaya; sin embargo, una parte significativa de las reflexiones de Revel podría aplicarse a nuestro país -como a otros en la región- sin mayor esfuerzo.

La opinión pública critica y rechaza al Estado que, a su vez, se propone desconocer los centros intermedios de decisión y sustituir a la sociedad civil.

El uruguayo medio demanda -más allá y por encima de las ideologías y de los enfrentamientos entre líderes (a veces incluso en el seno de un mismo partido político)- de la circunstancia orteguiana y de la banalidad, disponer de un buen empleo y disfrutar de las comodidades de la época. Digámoslo con franqueza: se trata de una aspiración razonable.

Para Revel, la meta no es rechazar el Estado, sino al estatismo; esto es, la enfermedad que convierte al Estado en una entidad incapaz de cumplir sus funciones por pretender asumir tareas que se corresponden con los intereses de la sociedad civil y a los individuos. Por eso, dice que hay demasiado Estado y demasiado poco Estado, porque éste se ha apropiado de una cantidad creciente de sectores de la vida social. Nunca con el deseo de hacerlo marchar mejor, sino de acrecentar su poder, al tiempo que descuida tareas estatizadas fundamentales.

Esta inclinación es una perversidad de todos los gobiernos.

Ha llegado la hora en que el Estado uruguayo deba remover el lastre de lo declaradamente superfluo, con el objetivo de dedicarse tiempo completo a las áreas prioritarias que le corresponden. A su vez, los gobiernos -por encima de las apetencias candidaturales, las disputas internas y la anécdota- deberán gobernar con el foco puesto en asegurar al ciudadano la protección de las leyes y un manejo balanceado y correcto de la res pública.

Es sumamente necesario liberar la inmensa energía contenida en nuestra sociedad y canalizarla hacia nuevas realidades, con ideas originales, y adecuadas al rigor que la crisis general del país requiere. Debemos establecer urgentemente una correspondencia entre la demanda social y la oferta política. La alternabilidad de los partidos políticos en el gobierno ha demostrado que la gran mayoría de los ciudadanos uruguayos es independiente y que, por lo tanto, los partidos precisan de estructuras de mediación a criterio de lograr un diálogo fructífero con el ciudadano. De allí la importancia de las organizaciones intermedias para el Estado, el Gobierno y los partidos. La hipertrofia del Estado es un problema contemporáneo pero solucionable, por lo que la reforma del Estado debe entenderse como una prioridad absoluta no solo en la democracia uruguaya, sino en otros países de la región.


* El autor, Jorge Azar Gómez, es ex representante de la República Oriental del Uruguay ante Naciones Unidas

 

Jorge Azar Gómez -ex representante de la República Oriental del Uruguay ante ONU- | El Ojo Digital Internacionales