INTERNACIONALES: OLIVIA ENOS

Corea del Norte: una crisis de derechos humanos pasada por alto

Corea del Norte ha estado llegando a los titulares, a partir de sus amenazas sobre ataques nucleares preventivos contra el territorio continental de los Estados Unidos...

26 de Marzo de 2013

Corea del Norte ha estado llegando a los titulares, a partir de sus amenazas sobre ataques nucleares preventivos contra el territorio continental de los Estados Unidos. Además de considerar las acciones beligerantes de este país en materia militar, la comunidad internacional no puede desentenderse del lamentable registro en temas de violaciones de derechos humanos y el estrangulamiento económico resultante luego de tres generaciones de dictadores.

Mientras algunos especulan que el cambio está en marcha, las recientes iniciativas de Kim Jong-Un ofrecen pocas esperanzas de cara a futuras reformas. El 'Reino Hermitaño' permanece cerrado al mundo exterior, como una defensa frente al contagio de la influencia extranjera. Muy lentamente, el flujo de Corea del Norte, Pyongyanginformación comienza a abrirse para los ojos de los norcoreanos, permitiéndole -en simultáneo- a Occidente echar una mirada sobre el régimen. Pero unas pocas fotos subidas a Instagram (blog.instagram.com/post/44145192967/dprk) no son suficientes para describir el cuadro completo. 

Afortunadamente, un puñado de desertores de Corea del Norte se han mostrado predispuestos a hablar. Shin Dong-hyuk le ha plantado cara a la peligrosa situación de los norcoreanos puestos en prisión en lo que hoy serían espacios equivalentes a los gulags soviéticos. Nacido en un campo de prisioneros, Shin ha sido uno de los pocos que pudo escapar, y su historia ha calado hondo en muchas personas.

El miedo y el hambre son las emociones que definen y dominan la vida de los coreanos del norte. Shin recuerda la angustia que sobrevenía con el hambre, como un sentimiento familiar que lo condujo a traicionar a su madre y a su hermano en el campo, hecho que condujo a la ejecución de ambos ante sus propios ojos. El declaró no experimentar remordimiento alguno hasta transcurridos muchos años en su vida; dijo haberlo hecho por comida, una recompensa que -en definitiva- jamás recibió.

Sumido en la desesperación, algunos coreanos consideraron lo impensable, llegando incluso al canibalismo. A contramano de la creencia popular, la escasez de alimentos no finalizó con la hambruna que tuviera lugar en los años noventa y que acabó con la existencia de más de un millón de personas, sino que continúa hoy día. El hambre es una plaga en la Península.

Pero lo protagonizado por Shin no es algo único. El norcoreano promedio se ve forzado a asistir a sesiones semanales múltiples de propaganda gubernamental de corte "organizacional". Y la vida de cada ciudadano está coordinada, desde la cuna a la tumba, por el gobierno. Los niños aprenden que todo aquello que reciben procede del "Querido Líder".

El ciudadano norcoreano promedio no dispone de acceso a agencias de noticias que provean perspectivas diferentes de la realidad. En lugar de ello, la fuerza del régimen lo alimenta con información a través de los medios administrados por el estado. Internet no es una herramienta disponible para los individuos; por ende, los blogs, Twitter, Facebook, y hasta Google son desconocidos para cualquiera. Criticar al gobierno equivale a ponerse en riesgo inminente a uno mismo, y a su propia familia. La sola crítica puede redundar en tres generaciones enviadas al gulag por el "crimen" de solo un integrante del núcleo familiar.

A pesar del conocimiento que existe en Occidente sobre los campos de concentración, la persecución religiosa, la escasez de comida y la supresión extendida de derechos individuales básicos, los coreanos del norte rara vez logran obtener asilo o refugio en los Estados Unidos de América, por ejemplo. Desde que el Acta de Derechos Humanos en Corea del Norte fue aprobada en 2004, solo un total de 122 ciudadanos de ese país obtuvieron estatus legal en EE.UU., y solo un minimo de ellos obtuvo asilo político o condición de refugiado.

Numerosos expertos especulan que Estados Unidos no les garantiza el estatus de refugiados porque todos los norcoreanos obtienen ciudadanía automática apenas arriban a Corea del Sur. Pero los desertores norcoreanos rara vez se encuentran en posibilidad de huir al sur, porque la frontera está estrictamente monitoreada por ambos países. En lugar de ello, aquellos que buscan obtener asilo deben arriesgarse en un peligroso periplo de miles de kilómetros a través de China, Mongolia, o el Sudeste de Asia, si el objetivo es llegar a Corea del Sur.

Mientras que un estimativo de entre veinte mil y treinta mil desertores norcoreanos residen en la vecina del sur, otro número difícil de conocer se oculta en la República Popular China o forzado a vagar por el sudeste asiático. Varias organizaciones de ayuda han provisto apoyo, pero mucha gente continúa quedando en el medio del proceso, ya sea como personas sin estado en China, o bien terminan como víctimas del tráfico de personas en la región, o como ciudadanos en países por completo desconocidos para ellos.

Aún cuando las sanciones han sido incrementadas desde Naciones Unidas, sus efectos son poco significativos pues aquellas sanciones rara vez son implementadas por China. Será, pues, hora de golpear a Corea del Norte donde más le duela, teniendo en consideración su extendida red que apuntala al régimen y que le permite perpetuar su campaña de gran escala contra su propia población.

Corea del Norte es nuestra moderna historia de terror. La Historia debería empujarnos a actuar, para no repetir los errores del pasado. El presente foco en el régimen de Pyongyang debería bastar para recordarle a la comunidad internacional que Norcorea no es solo una amenaza hipotética para la seguridad del globo, sino que es una amenaza contra sí misma. Sin acciones serias que arriben con un respaldo para los ciudadanos norcoreanos, existirá poca esperanza para el reasentamiento pacífico de aquéllos, apenas el régimen caiga.


* Traducción al español: Matías E. Ruiz

 

 

Olivia Enos | Heritage Libertad, The Heritage Foundation