POLITICA: MATIAS E. RUIZ

Del Papa al overshooting: de cómo Ricardo Echegaray hizo estallar el dólar Blue

Poco ha podido hacer el núcleo decisional del cristinismo para evitar que trascendiera lo que en Balcarce 50 se proclama a viva voz, esto es, que el polémico titular de AFIP es el responsable por la explosión del tipo de cambio paralelo.

21 de Marzo de 2013

Ricardo Echegaray -máximo regente de la Administración Federal de Ingresos Públicos, o AFIP, según se quiera- no gana para disgustos. Aunque éstos no se deriven necesariamente de los accidentados resultados de su gestión, sino del aura de inoperancia que parece portar su figura en meses recientes. Al menos, en lo que a la consideración de la opinión pública respecta.

La designación de Jorge Mario Bergoglio como máximo conductor de la Iglesia Católica mundial comienza, lentamente, a desvanecerse de los titulares de Twitter, Matías E. Ruizlos medios de comunicación, para dar espacio al overshooting en la cotización del dólar paralelo o Blue. Es que, entre el lunes y el miércoles de la semana en curso, la divisa saltó de computar un equivalente de seis pesos a bordear los $8.80 por unidad en la oscuridad del ámbito underground: mientras arreciaba la caída del telón sobre el miércoles, la adquisión de dólares estadounidenses se encarecía en más de cincuenta centavos de peso en menos de cuarenta y ocho horas.

En opinión de interlocutores oficiales -extraoficialmente, por cierto-, la responsabilidad por el desbarajuste cambiario ha cambiado rápidamente de manos: antes, se sindicaba a Guillermo Moreno; ahora, es Ricardo Echegaray quien debe cargar con la furia no solo de la Presidente Cristina Fernández Wilhelm y del camporismo; espectro este último que siempre lo consideró un enemigo fronteras adentro de la Administración.

Es lícito repasar algunos capítulos de la historia reciente. Ni bien la viuda de Kirchner renovó su permanencia en el sillón de Rivadavia en las Presidenciales de 2011, clases medias y acomodadas no perdieron tiempo para apersonarse en el micro/macrocentro y sus casas de cambio predilectas para hacerse de toda la divisa extranjera que su tenencia de pesos argentinos pudiera permitirle. Fue en este marco abundante en nerviosismo que el Gobierno Nacional tomó la decisión de reprimir el mercado de cambios desde el terreno: AFIP se posicionó como el único órgano que garantizaba la posibilidad de bloquear las operaciones, siempre de la mano del servomecanismo del control impositivo para obsequiar luz verde o no a las adquisiciones. Guillermo Moreno ejercía la presión -muchas veces, in situ- contra librecambistas e instituciones financieras (ejemplo clásico: los aprietes contra el portugués Alfredo Piano); Echegaray ponía de suyo para regular artificialmente el flujo de compradores de dólares hacia los sitios de costumbre.

No obstante el bien pertrechado sistema represivo imperante para operar en el mercado de cambios, la ciudadanía no cejaba en sus esfuerzos por defenderse frente a la pérdida de su poder adquisitivo, motorizado por el crecimiento del índice de precios al consumidor real. Se arriba, finalmente, a un escenario en el que la devaluación se convirtió en una herramienta de necesidad para poner paños fríos a los mercados, con una salvedad retórica: la Casa Rosada precisaba evitar que ese destructivo concepto fuera empleado por los players en el campo de juego, temiéndose -por cierto- un sobredimensionamiento en el volumen de la corrida.

En tal sentido, la Administración Fernández Wilhelm creyó hallar las pautas para sincerar la pérdida de valor del peso en dos frentes:

a) el interno: fogoneando la inflación para ganar más en recaudación impositiva en pesos; bajo esta metodología, el incremento en las cifras recaudadas se destinaba raudamente a la adquisición de billetes estadounidenses por parte de operadores y referentes del Gobierno Nacional a tasa oficial, luego destinando esas compras al Tesoro y, a posteriori, al reciclado y la manutención del sistema ampliado de subsidización sobre el que la Presidente basa su popularidad entre los desposeídos del país;
b) el externo: flanco en el que Ricardo Echegaray sentó las bases para devaluar el valor del peso en el exterior. Contemporizando con la perspectiva de los ciudadanos que viajan con frencuencia -y para quienes el dólar continúa "saliendo barato"-, la moneda nacional ya ha perdido el 20% frente al dólar estadounidense (y su equivalente transitivo frente a otras divisas). Representando esos veinte puntos porcentuales la captura interpuesta por AFIP en concepto de adelanto o pago a cuenta en el abono de tributos varios.

En el proceso, la nula creatividad no solo de Balcarce 50 sino del propio titular de AFIP para sincerar con suavidad el tipo de cambio tropezó con la variable estacional, que Echegaray jamás computó. Así fue como, apenas horas después de que el mandamás de los impuestos del subsistema cristinista se decidiera a llevar del 15 al 20 el procentaje retenido en tributos futuros por el organismo recaudador al consumo de tarjetas de crédito en el exterior, el público replicó con virulencia. La demanda de la divisa en formato Blue o paralelo hizo estallar la cotización en menos de cuarenta y ocho horas porque la gente asimiló -veloz de reflejos- que la nueva retención de veinte puntos en los consumos con plástico motivarían a la clonación de estos incrementos en el futuro cercano. En este tren, también influyó el caudal de viajeros que ya programaban sus periplos para Semana Santa y el período junio/julio hacia otras latitudes: muchos incluso optaron por anticipar compras, para no ser alcanzados por cualquier novedoso arrebato que pudiese provenir de la mente brillante del Señor de los Impuestos.

A la luz de los lóbregos resultados, Ricardo Echegaray registró su nombre a grandes letras en el Salón de la Fama de las Torpezas: subestimó el esquema de compra de moneda extranjera del público que suele trasladarse al exterior, sembró la imagen de que la Administración Fernández Wilhelm se encuentra nadando en una desesperación inenarrable y, ahora, contribuyó a la percepción generalizada de que el Gobierno Nacional considera -eventualmente- una masiva devaluación del peso.

Pero hay más, porque el pandemónium reverdecido innecesariamente por el recaudador de la Presidente envalentona a productores sojeros, empujándolos a retener su producto para no verse obligados a liquidarlo a la exigua cotización de algo más de tres pesos por dólar (después de retenciones). De manera complementaria, Echegaray obsequia mayor espacio para la sobrefacturación de exportaciones y la subfacturación en los precios de los productos importados, a consecuencia del desbarajuste cambiario que acaba de magnificar.

No deja de ser llamativo que no se computara la presencia del jefe de AFIP en el encuentro de emergencia que sostuvieran en la quinta de Olivos la Presidente de la Nación, Hernán Lorenzino y Axel Kicillof, en la noche del miércoles. Casi a la misma hora, los medios de comunicación reportaban que el rosado edificio de Balcarce 50 había sufrido un extendido apagón, lo cual invita a la profusión de urticantes ironías: la economía de Cristina Fernández se ha quedado sin ideas. Con toda probabilidad, el grupo más selecto de ellas no debiera postergarse para después de las elecciones legislativas; sería imperativo adelantar algunas. El "Peso Federal" y la renovación de las apuestas sobre la 'barrera psicológica de los diez pesos' vuelven a la palestra.



* Foto: Ricardo Echegaray y Amado Boudou | Clarin.com

 

Matías E. Ruiz, Editor