ECONOMIA: ROBERTO CACHANOSKY

Argentina: entre la realidad y la destrucción de la verdad

El desborde inflacionario, la escalada del dólar de verdad, los problemas de ocupación y nivel de actividad son el resultado de groseros errores de política económica.

14 de Febrero de 2013

Roberto Cachanosky es Profesor titular de Economía Aplicada en el Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica en el Master de Economía y Administración de CEYCE, y Columnista de temas económicos en el diario La Nación (Argentina).

El desborde inflacionario, la escalada del dólar de verdad, los problemas de ocupación y nivel de actividad son el resultado de groseros errores de política económica. Pero, como se sabe, los grosores errores de política económica son el resultado de la falta de idoneidad en este terreno y, a su vez, esa falta de idoneidad económica se deriva de una concepción política. En el caso del kirchnerismo o cristinismo (para mí es lo mismo), la política económica siempre estuvo subordinada a la construcción de un poder político autoritario, lo que implicó aplicar medidas económicas contrarias a la lógica más elemental.

Cristina KirchnerComo el autoritarismo y la libertad económica se llevan de patadas, la consecuencia lógica es que un sistema autoritario tienda a regular la economía para someter a la población, no solo mediante el uso de la fuerza pública, sino también amenazándola con dejar sin recursos a quienes piensan diferente. El último ejemplo más evidente lo hemos visto la semana pasada cuando el Secretario Guillermo Moreno le ordenó a las cadenas de supermercados y electrodomésticos no hacer publicidad en los medios de alcance nacional.

Hoy, la Argentina lucha entre lo que ocurre en la realidad y la imposición del relato oficial que pretende mostrar una realidad diferente. Lo cierto es que las confiscaciones, los ataques a la propiedad privada, la inflación, el cepo cambiario e infinidad de otros atropellos han generado un grado de desconfianza tan grande en el gobierno, que las inversiones brillan por su ausencia. La gente huye del peso refugiándose en el dólar y la totalidad de la estructura productiva y la infraestructura se caen a pedazos.

El colapso económico es muy evidente, pero lo que no sabemos es si alcanzará para que la inmensa mayoría de la población reaccione contra el creciente autoritarismo del gobierno y el descalabro económico. Y no lo sabemos porque, como todo populismo autoritario, ha construído su relato que, a mi juicio, ha prendido en buena parte de la sociedad. Por eso, vemos hoy al país dividido y enfrentado. De un lado, tenemos a quienes aceptan el relato oficial; del otro, a quienes advierten que ese relato es la destrucción de la verdad.

Una vez más, recurriré a Hayek. Esta vez, empleando algunos párrafos del capítulo 11 de Camino de Servidumbre -publicado por primera vez en 1944- porque parecen escritos para la Argentina actual.

Dice Hayek, refiriéndose a los gobiernos autoritarios: "Si el sentimiento de opresión en los países totalitarios es, en general, mucho menos agudo que lo que se imagina la mayoría de las personas en los países liberales, ello se debe a que los gobiernos totalitarios han conseguido en alto grado que la gente piense como ellos desean que lo hagan". Este párrafo nos remite al pensamiento único que hoy se intenta imponer en nuestro país.

Y agrega, más adelante: “Las consecuencias morales de la propaganda totalitaria que debemos considerar ahora son de una clase aún más profunda. Son la destrucción de toda la moral social, porque minan uno de sus fundamentos: el sentido de la verdad y su respeto hacia ella”. Destruir la verdad y desvirtuarla es parte de la construcción política del autoritarismo. Nadie puede cuestionar o poner en duda la verdad impuesta por el autócrata.

Y aquí viene un párrafo del que podría decirse que aplica al dogma que pretenden imponernos: todo lo bueno en la Argentina solo pasó a partir del 25 de mayo de 2003. Dice Hayek: “La necesidad de racionalizar las aversiones y los gustos que guiarán al planificador en muchas de sus decisiones, y la necesidad de exponer sus argumentos en forma que atraiga al mayor número posible de personas, le forzarán a construir teorías, es decir, afirmaciones sobre las conexiones entre los hechos, que pasarán a ser parte integrante de la doctrina del gobierno. Este proceso de creación de un para justificar su acción no tiene necesariamente que ser consciente. El líder totalitario puede guiarse tan sólo por una instintiva aversión hacia el estado de cosas que ha encontrado y por el deseo de crear un nuevo orden jerárquico que se ajuste mejor a su concepto de mérito…". Exactamente, se trata de lo que vivimos. Todo lo malo que sucede es aquello que heredó el kirchnerismo, y el mundo que conspira contra la Argentina. El mito que pretenden crear es que él y ella han venido a cambiar ese orden de cosas para instalar un nuevo modelo que debe mantenerse en el tiempo. Frase repetida hasta el cansancio en sus agotadoras cadenas nacionales. Todo lo bueno pasó solo cuando ellos llegaron al poder. Antes del 25 de mayo de 2003, no había existido un solo gobierno que hiciera las cosas bien. Ellos han construido un nuevo modelo que debe ser envidia del mundo desarrollado.

Para eso, el líder autoritario tiene que cambiar el significado de las palabras, que al decir de Hayek sería: “la perversión completa del lenguaje, el cambio de significado de las palabras con las que se expresan los ideales de los nuevos regímenes.” Por ejemplo, inclusión social y desendeudamiento han pasado a ser una parte del relato oficial. Destruir la verdad sobre la creciente pobreza, indigencia e incremento de la deuda pública mediante artificios contables son casos que encajan en esta perversión del lenguaje y el cambio de significado de las palabras.

Como luego refiere el economista austríaco: "De manera gradual, a medida que avanza este proceso (de destrucción del lenguaje) todo el idioma es expoliado, y las palabras se transforman en cáscaras vacías, desprovistas de todo significado definido, tan capaces de designar una cosa como su contraria y útiles tan solo para las asociaciones emocionales que aún les están adheridas”. Basta con ver a los aplaudidores estables de las cadenas y los 'espontáneos' cánticos de los siempre listos miembros de La Cámpora para advertir que cualquier frase sin contenido lógico puede ser ovacionada y aplaudida a rabiar. Incluso celebran y aplauden antes de que haya terminado la frase. O ríen antes de que se termine de citar una ironía.

El problema se presenta si, dentro de ese país, hay gente que piensa diferente. En ese caso Hayek, ya en 1943 nos decía: “La crítica pública, y hasta las expresiones de duda, tienen que ser suprimidas porque tienden a debilitar el apoyo público”. El autoritario no puede darse el lujo de permitir que haya gente que desenmascare el relato oficial ante la población. En ese caso, quienes piensan diferente son tratados de traidores, oligarcas o destituyentes: “Cuando la duda o el temor expresados conciernen al plan social entero, no pueden dejar de tratarse como un sabotaje”. Clarín, La Nación, y ahora los jueces, sabotean el modelo que creó una nueva Argentina desde el 25 de mayo de 2003.

Por ello, se necesita un aparato de difusión estatal o paraestatal, en todos los órdenes: “Todo el aparato para difundir conocimientos: la escuela y la Prensa, la radio y el cine, se usarán exclusivamente para propagar aquellas opiniones que, verdaderas o falsas, refuercen la creencia en la rectitud de las decisiones tomadas por la autoridad; se prohibirá toda la información que pueda engendrar dudas o vacilaciones”. Es decir, setenta años atrás Hayek ya nos anticipaba la ley de medios, la compra de medios de comunicación por parte de adictos al gobierno que luego se sostienen con la pauta oficial, La Campora metiéndose en las escuelas, la propaganda oficial que inunda Fútbol para Todos y demás estrategias de comunicación actuales.

Y, por supuesto, nadie puede contar que las cosas no son como dice el relato oficial: “Se ocultará a la gente todo lo que pueda provocar descontento.” Los datos del INDEC, y si algún economista se atreve a hacer sus propios cálculos de inflación es denunciado penalmente por el gobierno.

Como decía al comienzo de esta nota, luego de haber utilizado varios párrafos del capítulo 11 de Camino de Servidumbre, hoy nos encontramos en una situación en que el gobierno va perdiendo credibilidad por el descalabro económico que vivimos, sumado a la inseguridad, la corrupción y su soberbia. La lucha de la Administración y, tal vez, su apuro por poner en funcionamiento la Ley de Medios, nos remite al título del capítulo 11 del trabajo de Hayek: El final de la verdad. Hay que ocultar la realidad como sea. Falseando las estadísticas, dando vuelta los argumentos, distorsionando la historia y, sobre todo, eliminando la libertad de expresión.

La destrucción económica es inevitable, porque este gobierno no cambiará el rumbo. Lo que queda por ver es si logra destruir la verdad mediante el control de los medios de comunicación y el relato oficial se impone, o si la realidad que padecen los argentinos serán tan lamentable que ni el relato oficial logre ocultar la verdad de esta demolición de la economía y la república.

Este artículo fue publicado originalmente en Economía para Todos (Argentina) el 9 de febrero de 2013.

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Roberto Cachanosky | The Cato Institute, sitio web en español. Publicado originalmente en www.economiaparatodos.com.ar