POLITICA: MARIANO ROVATTI

Antikirchnerismo y poskirchnerismo

"En la Argentina, no se puede gobernar sin el peronismo". Una máxima de la política contemporánea que -a fuerza de repetición- todos logran hacer realidad. El recuerdo del fugaz gobierno de Fernando de la Rúa confirma el aserto. Pese a ello, la Presidente acentúa la desperonización de su esquema político, convencida de que los votos son suyos, y que a nadie se los debe.

14 de Enero de 2013

"En la Argentina, no se puede gobernar sin el peronismo". Una máxima de la política contemporánea que -a fuerza de repetición- todos logran hacer realidad. El recuerdo del fugaz gobierno de Fernando de la Rúa confirma el aserto. Pese a ello, la Presidente acentúa la desperonización de su esquema político, convencida de que los votos son suyos, y que a nadie se los debe.

En la oposición se verifica la tendencia opuesta. Desde la ruptura del gobierno con Hugo Moyano, comienzan a aparecer desencantados exponentes del oficialismo que se suman a la oposición o a una versión descremada del espectro oficial. Con Néstor Kirchner, era otra cosa (tal es la excusa) y, a veces, es cierto. El ex jefe de estado respetaba los espacios de poder real, y de hecho, tuvo de estrechos aliados al Grupo Clarín y a Moyano, hoy enemigos de CFK. La aproximación del final del cristinismo, confirmado en la casi segura imposibilidad política de reformar la Constitución, va abriendo nuevas opciones. Sin un sucesor natural –peronista- de Cristina Fernández, Daniel Scioli se dispone a ser el receptor de esa dirigencia del Partido Justicialista que se siente expulsada del palacio. La opción Scioli es intermedia entre oficialismo y oposición. Ni continuación, ni ruptura con el cristinismo. El Gobernador pretende ser el armador del poskirchnerismo, un espacio ecléctico en el que convivan los dos justicialismos: el kirchnerista y el no kirchnerista, junto a sectores independientes. La primera expresión del año en tal sentido es el acercamiento de Francisco De Narváez al sciolismo. Quizás, ya esté sellado un acuerdo de mutuo apoyo: el colorado será candidato este año dividiendo el voto opositor, siendo funcional al gobierno, que así no se peleará con Scioli, quien en 2015 ungirá al colombiano como su predilecto para sucederlo. Para que todo ello le salga bien, necesita que el país avance sin sobresaltos hacia una transición ordenada en el 2015, y que Cristina no lo boicotee desde el poder.

El cristinismo no peronista podría encontrar en Eugenio Zaffaroni a su candidato presidencial, quien también estaría en condiciones de representar a sectores que hoy se exhiben más cercanos al Frente Amplio Progresista (FAP). Otro que podría figurar en ese espacio es Martín Sabbatella, si acaso logra –al final de la novela- imponerse al Grupo Clarín. Sin Cristina, ni aparatos sindicales y municipales, el destino de este espectro es un misterio.

Otro referente que se muestra boyando entre ambas orillas es Sergio Massa. Con el calendario electoral en la mano, del que surge que en mayo deben inscribir se las correspondientes alianzas electorales, el intendente de Tigre esperará hasta el límite para tomar la decisión que sea. Primero, deberá definir si aspira a la Presidencia o a la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires; luego, si rompe o no con el oficialismo. Por último, definirá si se presenta como candidato a Diputado Nacional en 2013, o si deja pasar de largo el comicio para enfocarse en el 2015. La decisión de Massa no tiene tanto que ver con sus propios deseos o aspiraciones, sino con el contexto político y en las mejores formas para prever su evolución. Todo depende de lo que suceda en la Argentina, país en el que los acontecimientos se precipitan frecuentemente de manera imprevisible y acelerada.

Por su parte, Daniel Osvaldo Scioli necesita que no haya grandes novedades políticas, económicas y sociales de aquí hacia tres años en el futuro. El de Tigre necesita que el panorama se aclare algo más de lo que hoy se observa. Pero el escenario no está claro, dado que se aguardan movimientos políticos, económicos y sociales importantes para las próximas temporadas: de ninguna manera puede suponerse que todo será calmo y previsible. No lo es en la cima del poder, y no lo es en la calle. Tantas especulaciones pueden ser barridas por una realidad hirviente, como sucedió durante el trienio 2001-2003. ¿Se mueve el país hacia ese escenario? Quizás no a uno idéntico, pero sí es evidente que habrá dificultades, especialmente en el terreno político. La clave pasa por si la sociedad convalidará el proyecto hegemónico del cristinismo. Frente a ello, existen dos respuestas: una espera su desgaste y la otra la enfrenta. Una opción es básicamente de los sectores políticos, y en especial de los vinculados al Partido Justicialista, la mayoría con funciones gubernamentales. Más allá de sus deseos, no se encuentran en condiciones de romper con el Gobierno Nacional, por lo que optan por aguardar al desgaste. Otro aspecto trata sobre los factores de poder, necesitados de poner un límite a la angurria del Ejecutivo: la Justicia, el sindicalismo, el Grupo Clarín, el campo... Todos se exhiben dando la batalla ahora, pues saben que, si acaso esperaran por el desgaste gubernamental, éste probablemente jamás llegue, o bien lo haga después de habérselos devorado uno por uno.

Se agrega también un actor que se había mostrado en silencio durante mucho tiempo: el ciudadano común, la opinión pública, la ciudadanía independiente. Que salió a las calles el 13 de septiembre y el 8 de noviembre, modificando el mapa político. Los saqueos del mes de diciembre, más allá de la certeza de haber sido provocados con fines políticos aún no esclarecidos, pone en evidencia que la supresión de los planes sociales termina en violencia, y que ésta no siempre puede ser administrada por los dirigentes.

La crisis financiera que ya vive el Estado nacional y las provincias, la inflación –la real y la latente- y la inseguridad pueden convertirse en un cóctel explosivo si se lo acerca a la caliente lucha política. Más aún, cuando el gobierno evita generar planes para encarar estas problemáticas, concentrado compulsivamente en la lucha por el poder. Si fruto de todo ello, se diera una situación de colapso en el que la gobernabilidad entre en riesgo, difícilmente pueda decirse que queden políticos o dirigentes cercanos al oficialismo con posibilidades de salvar la ropa. Allí, solo serán creíbles quienes hayan observado una conducta coherente. Y son muy pocos aquellos que pueden mostrar ese antecedente.

Mariano Rovatti | ArgenPolítica, sitio web