INTERNACIONALES: MATIAS E. RUIZ

La bomba de tiempo siria

El ignífugo escenario de la República Arabe no solo arroja luz sobre la encerrona del presidente Basher al-Assad sino que, al mismo tiempo, obliga a evaluar el potencial desequilibrio del tablero político en Medio Oriente y sus consecuencias, de alcance global.

11 de Julio de 2012

En tanto la profunda crisis que padece la Eurozona ha venido acaparando los titulares de la prensa internacional, suma decibeles el preocupante crescendo de la problemática siria. El régimen de Basher al-Assad exhibe fisuras de importancia que, en consonancia con los hechos que se suceden a diario, conducen a concluir que es ya demasiado tarde para que el jefe de estado de la República Arabe pueda extender su permanencia en el poder.

Al día de la fecha, para muchos analistas será difícil recordar con precisión el momento exacto en que Siria modificó su eje para convertirse en un teatro de operaciones bélicas de facto. Si bien las opiniones coinciden en destacar las condiciones de vida relativamente satisfactorias de la sociedad en el país en épocas previas al conflicto, no será erróneo apuntar que ha sido la amplísima brecha entre los espectros religiosos la que contribuyó a sembrar la simiente del descontento. Es que, a lo largo de décadas, ha sido la minoría alawita (menos de un 15% de los habitantes) la que ha concentrado la riqueza, los negocios y el poder en el país, poniendo contra las cuerdas a los musulmanes suníes (el 75%, aproximadamente, sobre casi veinte millones). Y ha sido el propio Bashar al-Assad quien se ocupó de acentuar esas diferencias que ahora regresan en la forma de abultada facturación.

A la postre, los contrapuntos socioculturales de la República Arabe Siria dieron forma a una bola de nieve de proporciones que hoy se traslada al análisis geopolítico: Occidente (en particular Estados Unidos, el Reino Unido y Francia) aducen que la hora final del régimen de Damasco se precipita, en tanto que la Federación Rusa y la República Popular China se ven obligados a respaldar a al-Assad, pero no porque el hijo de Hafez se granjee la mejor de las reputaciones, sino porque -recurriendo al eufemismo- no ven con buenos ojos la amplificación del radio de acción de Norteamérica tan cerca de sus fronteras. Se trata, en rigor, de un esquema pantanoso en donde los roles del Estado de Israel y de Turquía (cada cual proyectando su propia agenda geoestratégica) también cobran especial relevancia.

Echando mano de un criterio tan atendible como desesperado, Moscú alimenta fuego graneado de propaganda contra las naciones occidentales, a las que acusa de fogonear la rebelión en territorio sirio por la vía de herramientas tales como sabotaje, infiltración, contraespionaje y neutralización selectiva de oficiales locales. Precisamente, en el ínterim se polemiza respecto del destino que le cupiere a los trece oficiales de las fuerzas armadas francesas capturados recientemente por fuerzas gubernamentales en la localidad siria de Homs. Por su parte, Washington contraataca empuñando el latiguillo de moda -al final del día, irrebatible-, a saber, que Vladimir Putin respalda a una dictadura sanguinaria que Mapa de Medio Orienteasesina a cientos de ciudadanos inocentes de manera sistemática y con rigor diario. El problema golpea ruidosamente las puertas de la Federación, puesto que la defensa retórica -ya no ideológica- de al-Assad está resultando muy costosa. Y Moscú lo reconoce de manera implícita, pues acusa numerosas contramarchas a la hora de brindar apoyo efectivo al gobierno de Damasco. Hace pocos días, el ítem más tratado por los medios de la región tuvo que ver con el derribo de un caza Phantom F-4 de la fuerza aérea turca por parte de baterías antiaéreas SAM sirias de origen ruso (denominación OTAN Surface-To-Air Missile | misil tierra-aire). Las preguntas giran en torno al espacio temporal que la Administración Putin utilizó para proveer a los sirios con ese equipamiento, que -se refiere- obedece a la más reciente producción.

Con la meta de disuadir a los países de la OTAN de su idea de intervenir de manera abierta en el conflicto, los circuitos políticos moscovitas emplean la ingeniería de RT y medios de comunicación afines para poner sobre el tapete toda estadística que revalorice el potencial bélico de Damasco. Las fuerzas armadas sirias contabilizan poco más de trescientos mil efectivos en actividad, casi cinco mil tanques (la mayoría de ellos, blindados T-72 y T-80 con blindaje reactivo) y un número destacable de aviones caza en servicio (Mig-29 Fulcrum, Mig-25 Foxbat y Mig-23 Flogger, entre lo mejor). Pero las circunstancias han cambiado de manera atendible, en virtud de que el régimen se encuentra contenido por una estrategia de neto corte defensivo que ya lo lleva, por momentos, a combatir con sus unidades de élite en la periferia de la ciudad capital. Como complemento, el Mukharabat local se exhibe abiertamente sobrecargado en sus funciones y no se dedica ya a perseguir a disidentes políticos, sino a etiquetarlos para posterior eliminación. La numerología que hace honor al balance militar sobresale, pues, simplemente como nota marginal. Mucho más cuando se tiene en cuenta que Damasco también debe enfrentar el desafío de guerra asimétrica corporizada en elementos de la yihad islámica que cruzan desde la porosa frontera este y sudeste con Irak para, también, demoler al gobierno. Cobertura de baterías antiaéreas en SiriaLa estrategia de estos grupos es clara: derribar al régimen iraní por la vía de operaciones subversivas de alto calibre en perjuicio de Damasco, invaluable aliado de Teherán.

Las aquí citadas representan solo algunas de las razones por las cuales el teatro sirio se configura en una verdadera pesadilla, con la multiplicación e interminable permutación de variables intervinientes como telón de fondo. La caída del régimen de Bashar al-Assad conduciría, invariablemente, a una guerra civil de proporciones en el país, con las minorías alawitas huyendo de la seguramente inacabable cacería humana de que serían objeto por parte de los destratados sunitas. Variante que apenas podría ser atemperada o atenuada por la propuesta descripta por Elliot Abrams en su Memorandum Número 9 del Concejo de Relaciones Exteriores (Council of Foreign Relations, CFR), y que obedece a la necesidad de garantizar un salvoconducto al presidente sirio con el objetivo de lograr un alto el fuego e interrumpir el derramamiento de sangre.

El paisaje que devuelve la realidad de la República Arabe Siria es incontestablemente desolador, aunque persisten preocupaciones más agudas para el orbe. Expertos en relaciones internacionales coinciden en que, dado el estrecho vínculo que comparten Teherán y Damasco, una intervención desprolija por parte de cualquier fuerza expedicionaria en la región termine por barrer de un plumazo cualquier expectativa de crecimiento económico mundial. Si acaso el caldero en Medio Oriente disparase los precios del barril de crudo en los mercados, difícil será hallar otra peor noticia para una Europa actualmente en caída libre. Tal vez esta posibilidad (y no la cuestión electoral) haya sido la que, al momento, ha servido de argumento a Washington, Londres y París para demorar operaciones de participación más directa, como la que se diera cita oportunamente en Libia.

Cada teatro presenta opciones y peligros disímiles y, para esta particularmente volátil geografía, todavía resta evaluar la reacción que potencialmente podrían adoptar núcleos afines al terrorismo. Decididos -con seguridad- a replicar con virulencia contra objetivos occidentales, una vez que los diagramas de poder en estos países comiencen a exhibir bruscas modificaciones.

 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.