ESTADOS UNIDOS: POR MIKE BROWNFIELD

Finalmente, el New York Times se percata del abuso de poder de la Administración Obama

La edición de ayer del New York Times ofrece una sorprendente revelación para cualquiera que no haya estado siguiendo las noticias que salen de Washington durante los tres últimos años: el presidente Barack Obama está saltándose al Congreso y usando su autoridad ejecutiva para implementar unilateralmente su política de opciones, sin respetar la voluntad del pueblo.

24 de Abril de 2012

La edición de ayer del New York Times ofrece una sorprendente revelación para cualquiera que no haya estado siguiendo las noticias que salen de Washington durante los tres últimos años: el presidente Barack Obama está saltándose al Congreso y usando su autoridad ejecutiva para implementar unilateralmente su política de opciones, sin respetar la voluntad del pueblo.

The Times cita un episodio del pasado otoño cuando el presidente declaró en una reunión en la Casa Blanca “que la administración necesitaba ejercer de forma más enérgica el poder ejecutivo para gobernar frente al obstruccionismo del Congreso”. Y así es como nació el lema del presidente “No podemos esperar”, que se ha convertido en un mantra para la forma unilateral de gobierno de la administración Obama. The Times pasa por alto el hecho de que el “nuevo” lema del presidente había sido concebido y puesto en práctica bastante antes del pasado otoño.

The New York TimesDespués de las elecciones de noviembre de 2010, el presidente (que de repente se estaba enfrentando a una mayoría republicana en la Cámara después de haber disfrutado de dos años de dominio demócrata) ya no tenía otra opción que llegar a un acuerdo con el partido en la oposición si quería que las cosas se hicieran de acuerdo con el poder legislativo. La cosa es que el presidente no quería llegar a un acuerdo, quería que promulgaran su agenda. Y de ese modo admitió con bastante claridad que allí donde no pudiera legislar, él regularía y evadiría al Congreso. En una conferencia de prensa el 3 de noviembre de 2010, debatió sobre cómo aplicaría ese método a la política energética:

Por tanto, creo que cuando se trata de algo como la energía, lo que probablemente vamos a tener que hacer es decir: aquí hay algunas áreas en las que simplemente existe demasiado desacuerdo entre demócratas y republicanos, no podemos conseguir que esto se haga ahora mismo, pero no vamos a esperar. Avancemos y empecemos a hacer algún adelanto en las cosas en las que sí estamos de acuerdo y podremos continuar teniendo un sólido y saludable debate sobre esas áreas en las que no.

Pero la política energética no es el único aspecto en el que el presidente Obama ha redactado la legislación de su puño y letra en lugar de elegir la senda constitucional: los proyectos de ley se aprueban en el Congreso, llegan a su mesa y entonces él los firma para convertirlos en ley. Pero en cuanto a las leyes laborales, la inmigración, el uso de la marihuana, los derechos de voto, la ley de Defensa del Matrimonio, la regulación de Internet y al realizar nombramientos, este presidente se ha saltado al poder legislativo vía decreto administrativo cada vez que su agenda se estancaba.

Incluso cuando el presidente ha legislado, no obstante ha abjurado de la voluntad del pueblo. Un buen ejemplo de ello: Obamacare. A pesar de prometer que su administración sería la más transparente de la historia, el presidente Obama tramó Obamacre a puerta cerrada sin la desinfectante luz de los medios de comunicación, por no hablar de la aportación del partido en la oposición. Y todavía peor, grupos de intereses especiales como los grandes sindicatos han conseguido sentarse en la mesa de negociación y se quedaban con el plato fuerte mientras que el resto del país se quedaba con las sobras de la información.

Ahora el presidente está llevando su lema de “No podemos esperar” como insignia de honor, lo hace tan obvio que incluso el periódico decano de los principales medios de comunicación no puede hacer caso omiso de ello.

 

La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.

 

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Por Mike Brownfield, Libertad.org / The Heritage Foundation