POLITICA: POR RAUL ZORZON

El siempre asombroso sosiego de los argentinos

Pareciera solamente la pena de andar: muchos no quieren saber del nuevo amanecer. Otros no quieren oír aquello de lo que prefieren no darse cuenta. Cuando llegue el crudo invierno de la verdad, un aire frío correrá por las mentes, ya entonces, despiertas. En el umbral del desconcierto, se inmolará la ficción, tan utilizada para enredar todo.

10 de Abril de 2012

Pareciera solamente la pena de andar: muchos no quieren saber del nuevo amanecer. Otros no quieren oír aquello de lo que prefieren no darse cuenta. Cuando llegue el crudo invierno de la verdad, un aire frío correrá por las mentes, ya entonces, despiertas. En el umbral del desconcierto, se inmolará la ficción, tan utilizada para enredar todo.

 
SosiegoUn proceso de mentiras y engaños, manuscrito con el estilo de otros tiempos -curtidos en antiguos días de una provincia austral- fue aplicado con duro rigor. Ese que subyace en una nación cansada y consternada, por tanto hastío. Otros esperan pues, todavía, alguna esperanza guardan. 
 
Los exámenes aprobados en estas historias dicen que cuando una Administración pone dinero fácil en el bolsillo de los ciudadanos, estos difícilmente observen el origen y qué secuelas dejará. Tal vez, las privaciones sufridas durante largos períodos logren que las oportunidades no se pierdan, sin ver las implicancias en el mañana. Ahora, la Presidente del Banco Central dice que es preferible usar las reservas, antes que ejecutar un "ajuste salvaje".
 
Es la ceguera en la memoria de los argentinos un mal pandémico difícil de erradicar. El desinterés o el "nada me importa" fluyen cada día más, ayudados por mensajes obsoletos de personajes aviesos en la pantalla, que superan las fronteras de la imbecilidad. Mensajeros enviados para distraer, para encubrir y... y para que nadie se acuerde.
 
Cuesta mucho comprender cómo la valoración honorable de otros tiempos -y que forjaron sociedades de cimientos compactos- se vean hoy vulneradas por la voracidad de conseguir un dinero indecente, aunque para ello sea necesario denigrar a las personas. 
 
La pregunta es si acaso "bailando por un sueño" llegaremos a la profesionalidad del trabajo, o si la profesionalidad del trabajo quedará en las crónicas de un sueño bailado.
 
Todo deviene en distracción y en aventuras novelescas que extravíen la atención hacia un facilismo mediático que encubre una realidad inobjetablemente dolorosa. ¿Tendremos, el día de mañana, profesionales que sepan utilizar las herramientas indispensables para que la industria pesada pueda volver a producir? ¿O será que, a este ritmo, la inteligencia de nuestros jóvenes quedará insanablemente vulnerada por míseras prebendas que obturan la capacidad de desarrollar el talento que cada uno posee?Policía
 
Hoy, ya nada asombra. Manifiestamente, todo se enfila hacia la jarana; allí donde las mentes se perciben sosegadas por la algarabía momentánea. No se reacciona ante lo doloroso que transcurre en lo cotidiano: todo mundo evita reflexionar sobre aquello que pueda inquietar.
 
La ola de asaltos y asesinatos es, ahora, alarmante. La horda de robos se exhibe escandalosa, en tanto que la muerte aberrante trasciende lo aterrador y la justicia -permisiva- todo lo admite y tolera. En nombre de una palabra mal concebida -que diera en llamarse "garantismo"-, todo se aprueba, para luego poder justificar lo inadmisible. Todos nos lamentamos, mas nadie reacciona.
 
Nos encontramos en un círculo vicioso de dejar pasar, de no hacer nada. O, en todo caso, que lo empiece otro ("Ojalá hagan algo"; "¿Dónde están nuestros dirigentes?"; "Esto no va más"; "No falta mucho para que todo se derrumbe"). Son estas expresiones que nos llegan a diario.
 
La sensatez refiere que nadie quiere que todo se rompa, dado que la repetición del fracaso nos llevaría a otra crisis fenomenal. Todos coincidimos en que al país debe irle mejor. No obstante, el sentido común nos recuerda que la sabiduría, las formas, la educación y la civilización, son elementos imprescindibles para dirigir los destinos de cualquier nación.
 
Estamos, los argentinos, atónitos. Observando sin querer cómo el poder de turno se pelea con quien sea necesario: de lo que se trata es de que se Apatíapelee con alguien. Asistimos a la disgregación de lo institucional, y a la corrupción de la educación a manos de un revisionismo tan sorprendente como torpe. En las escuelas se invierte la totalidad del tiempo en explicar confusamente la desgraciada tragedia de tiempos pasados. Todo cambia. Pero lo que jamás cambiará es la VERDAD, sin importar cuánto se la pretenda torcer.
 
Instalaron, como modelo de desarrollo, la globalización de la payasada. Las prácticas mesiánicas solo confunden el altar de la Patria construída; el Estado Nacional auxilia a empresas totalmente quebradas, pero a nadie le interesa: no vaya a ser que saquen el Fútbol Para Todos.
 
En nombre de la democracia, se violan normas elementales como ser, de convivencia, de justicia, de honorabilidad, etc. La mentira es el uso de razón para confundir. El autoritarismo es ahora admitido en conciliábulos privados por los mismos funcionarios. La negación del que piensa diferente es absoluta; el diálogo no genera interés. La investidura es manchada por quienes la ejercen, no por quienes protestan. 
 
Nadie dice nada. O, quizás, todos quieran decir pero ninguno comienza. Parece un juego de sigilosos, en donde el "No, yo no me meto" funciona a la perfección.
 
Dólar en el platoSe suceden estafas a diario, con funcionarios de alto rango como protagonistas principales. A ellos se los aplaude, para no quedar en evidencias. Si un juez se atreve, rápido se recurre al Consejo de la Magistratura para defenestrarlo. Todo se enmaraña deliberadamente, con el objeto de instalar temas de peligroso origen y, por ende, tenebrosos resultados. Lo importante es el negocio oscuro que reditúa en detrimento de la salud de los ciudadanos.
 
Nuevos capítulos sombríos se incrustan en las vísceras de una sociedad desinteresada. Episodios que cavan en lo hondo de un país subalterno al bienestar transitorio de altos precios exportables y circunstanciales. Nada se planifica (y es bien sabido que no existe desarrollo sin proyección ni planificación). El futuro del mañana se encadena con el fracaso del ayer. La improvisación resalta en todo. 
 
Pero asomará la gran confusión, y hacia allá vamos. La exasperación en las declaraciones con aroma a mala educación enfila hacia una torre de Babel sin retorno. Mientras tanto, los argentinos comenzarán a despertar de un largo desconcierto, producto de medidas populistas que los sumergieran en un éxtasis superfluo... y que se sabía cómo terminaría.
 
Nos hallamos en los umbrales de esta historia que cada diez años se repite, y ésta no será la excepción. Entonces, sí: saldremos a reclamar lo que debíamos haber hecho mucho tiempo antes. 
 
Los errores y horrores del  pasado deben servir para aprender una lección jamás asimilada, que ha observado grandes epicentros en las distintas épocas. Esta pareciera copiada a lo ocurrido hace ya más de treinta y cinco años, con los descendientes de los mismos personajes o discípulos.
 
El presente no constituye un llamado a liberar las aquietadas pasiones interiores. Antes bien, de lo que se trata es de reflexionar sobre lo que nos está sucediendo y de exigir un cambio categórico. ¿Cuánto más vamos a esperar? En nombre de los derechos humanos -que debieran ser muy rigurosos e iguales para todos- se amordaza cualquier iniciativa que enfile sinceramente hacia el orden y la paz.

 
Por Raúl Zorzón, desde Malabrigo, Provincia de Santa Fe
e-Mail:
rzorzon@malabrigo.com
 
Por Raúl Zorzón, desde Malabrigo, Provincia de Santa Fe