INTERNACIONALES: POR AARON ROSS POWELL, LIBERTARIANISM.ORG

Por qué la política no nos hace mejores

Si la política nos hace peores, ¿por qué deberíamos desear más política? La respuesta libertaria es que no deberíamos. Limitando la esfera de la política -a través de la restricción del rango de decisiones hecho por la vía del proceso político- no solo creamos un mundo más sano y rico, pero uno más civilizado.

06 de Abril de 2012

Pero no todo el mundo lo ve de esta manera. Algunos perciben la brecha de la decisión política como una manera de alcanzar el "nosotros". En sus mentes, nos volvemos más libres y no menos libres mientras, como una comunidad centrada en el nosotros, decidimos cómo nosotros deberíamos Políticavivir nuestras vidas. Decisiones individuales, especialmente aquellas tomadas en el contexto del mercado, quedan enmarcadas no como alternativas autónomas pero coercitivas, resultados indeseados del darle a "ellos" (los ricos, las corporaciones, etcétera) demasiado poder.

Esto hace retroceder a las cosas, sin embargo. Los libertarios también se preocupan por el "nosotros" y el "ellos", pero el "ellos" no redunda en un proceso de mercado. Es política. Ambos grupos, libertarios y estatistas, desean -al menos, retóricamente- internalizar los procesos de toma de decisiones. Ambos grupos buscan dar a los ciudadanos mayores alternativas a lo largo de sus vidas y, por lo tanto, incrementar su libertad. La diferencia se circunscribe a lo que significa ser libre.

Benjamin Constant enmarcó estas concepciones diferentes dentro de lo “antiguo” y lo “moderno.” El definiría a la concepción moderna de libertad como:

el derecho de estar sujeto solo a las leyes, y de jamás ser arrestado, detenido, ejecutado o maltratado por el arbitrio de uno o más individuos. Se trata del derecho de todos a expresar su libre opinión, a elegir una profesión y practicarla, disponer de propiedad -e incluso de abusar de ella-; de trasladarse sin permiso y sin tener que brindar explicaciones de los motivos. Se trata del derecho de asociarse con otros individuos, ya sea para discutir intereses o para profesar la religión que ellos y sus asociados defiendan, o incluso, simplemente, de ocupar sus días y las horas en cualquier modo que sea más compatible con sus inclinaciones o caprichos. Finalmente, se trata del derecho de cada uno a ejercitar algún tipo de influencia en la administración del gobierno, ya fuera eligiendo a todos o a algún funcionario, o a través de representaciones, peticiones y demandas para las cuales las autoridades se encuentren más o menos compelidas a prestar atención.

La antigua libertad, en otro orden...

... consistía en ejercitar colectivamente -pero de una manera directa- diferentes porciones de la soberanía completa; en deliberar, en plaza pública, sobre la guerra y la paz; en formar alianzas con gobiernos extranjeros; en votar leyes, en pronunciarse sobre juicios; en examinar las cuentas, las actas y el accionar de los magistrados; en llamarlos para que comparezcan frente al pueblo en asamblea, en acusarlos, condenarlos o absolverlos.

Brindándole al pueblo mayor voz en las decisiones políticas mientras que, al mismo tiempo, se considere una muy amplia visión de aquello que las decisiones puedan legitimar políticamente, contribuímos a mejorar una autonomía significativa.

Lo que significa que, aquellos que se abracen a la libertad antigua dirán -contrariamente a mi postura en el post de ayer— que la política nos hace mejores.

Constant tenía una respuesta preparada:

Pero si esto era lo que los antiguos denominaban libertad, entonces admitían como compatible con esta libertad colectiva a la sujección completa del individuo frente a la autoridad de la comunidad. Usted no encontrará, entre ellos, ninguno de los disfrutes que, tal como hemos visto, forman parte de la teoría de la libertad de los modernos. La totalidad de las acciones privadas feron sometidas a severa vigilancia. Ninguna importancia se ha dado a la independencia individual, ya se trate de relación de opiniones, o trabajo o, particularmente, de religión. El derecho de elegir la propia filiación religiosa -un derecho que contabilizamos entre los más preciados- parecía, para los antiguos, un crimen y un sacrilegio. En los dominios que se nos presentan como de mayor utilidad, la autoridad del cuerpo social se ha interpuesto y obstruído la voluntad de los individuos.

Las cosas no necesitan ser tan malas en las democracias modernas, por cierto. Podemos tener libertad religiosa y un gobierno gigantesco. Pero Constant acierta al sostener que la libertad definida como participación política es una visión estrecha de la libertad. Brindar más de nuestras vidas al proceso político significa colocar más de nuestras vidas bajo la voluntad del capricho del electorado. Significa ver a la democracia como un fin en sí mismo y no simplemente como la mejor o más justa manera de tomar aquellas decisiones que, apropiadamente, pertenecen a la esfera política.

La libertad antigua es el estado de la horda. Eso es precisamente lo que la turba le permite al ciudadano decir, justo antes de decirle qué hacer.

 

Por Aaron Ross Powell, Editor de la web Libertarianism.org. Como proyecto del Cato Institute, Libertarianism.org presenta material introductorio, relacionado con la filosofía libertaria, su teoría e historia. Los escritos de Powell han aparecido en Liberty y The Cato Journal. También ha publicado una novela, The Hole. El autor ha estudiado Inglés y Filosofía en la Universidad de Colorado, complementando sus estudios en la Universidad de Denver.

* Traducción al español: Matías E. Ruiz

Por Aaron Ross Powell, Editor de la web Libertarianism.org