ESTADOS UNIDOS: POR MIKE BROWNFIELD

Barack Obama: regalando la seguridad de Estados Unidos... en un susurro

Es difícil exagerar las peligrosas implicaciones de lo que ocurrió esta semana, cuando el presidente Obama fue cazado por un micrófono abierto diciendo al vicedictador de Rusia que esperase tranquilamente hasta después de las elecciones de noviembre, ya que entonces Obama podría hacer concesiones en asuntos de la defensa nacional de Estados Unidos...

01 de Abril de 2012

Es difícil exagerar las peligrosas implicaciones de lo que ocurrió esta semana, cuando el presidente Obama fue cazado por un micrófono abierto diciendo al vicedictador de Rusia que esperase tranquilamente hasta después de las elecciones de noviembre, ya que entonces Obama podría hacer concesiones en asuntos de la defensa nacional de Estados Unidos. La Casa Blanca está tratando de dar razones convincentes sobre este incidente, equiparándolo con que es algo típico en un año electoral. No lo es.

Barack Hussein ObamaEn realidad, esto es lo que parece ser: Ese era nuestro comandante en jefe en complot con un autócrata antiamericano para embaucar al pueblo de Estados Unidos hasta que sea demasiado tarde. Lo que lo empeora más todavía es que el asunto entre manos (la defensa antimisiles) está relacionado con proteger al pueblo americano frente a países como Rusia.

No necesitamos exagerar lo que sucedió. Todo lo que necesitamos es revisar lo que Obama, nuestro presidente, fue sorprendido diciéndole al actual presidente de Rusia, Dmitri Medvédev mientras los dos se reunían en la Cumbre de Seguridad Nuclear de 2012 en Seúl, Corea del Sur.

Ninguno de los dos hombres sabía que los micrófonos funcionaban y que estaba recogiendo su conversación. Aquí está:

Presidente Obama: Respecto a todos estos asuntos, pero particularmente la defensa antimisiles, esto, esto se puede resolver pero es importante que él me dé tiempo.

Presidente Medvédev: Claro, comprendo. Comprendo lo que quiere decir sobre el tiempo. Tiempo para Ud…

Presidente Obama: (estirándose y poniendo su mano sobre la rodilla de Dmitri Medvédev): Estas son mis últimas elecciones. Después de mi elección tendré más flexibilidad.

Presidente Medvédev: Comprendo. Transmitiré esta información a Vladimir.

El Vladimir en cuestión no es otro que Vladimir Putin, que acaba de ganar las elecciones en Rusia este mes bajo una nube de sospechas y que va a sustituir a Dmitri Medvédev, presidente tapadera durante los últimos cuatro años mientras Putin ha ejercido el poder desde su cargo como primer ministro.

Putin, cuyo desdén por Estados Unidos y el presidente Obama en particular ha sido público y notorio, se opone a la política exterior americana, desde Siria hasta Asia y Latinoamérica. Es el candidato perfecto para una nueva camada de autoritarios líderes mundiales que de manera abierta quieren frustrar las intenciones de Estados Unidos. Muy recientemente, Putin usó la retórica hostil hacia Estados Unidos como herramienta en su campaña de reelección, etiquetando a los líderes de la oposición como marionetas de la CIA. Eso después de la decisión de Rusia de vetar una resolución respaldada por Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que pedía al dictador sirio Bashar al-Asad que se apartase del poder.

La subrepticia reverencia del presidente hacia Putin llega en un momento peligroso para el pueblo americano y los aliados de Estados Unidos. Corea del Norte se está preparando para lanzar otro misil de largo alcance e Irán está en la búsqueda desesperada de un arma nuclear. Mientras tanto, Estados Unidos y sus aliados permanecen desprotegidos frente a la amenaza de misiles nucleares y ahora parece que Obama quiere ceder aún más terreno a Rusia en asuntos vitales de seguridad nacional.

El presidente, probablemente al sentir la potencial gravedad de la situación, abordó rápidamente el incidente. Ayer trató de defenderse al decir:

“Francamente, el entorno actual no es propicio para ese tipo de consultas ponderadas. Las historias que Uds., chicos, han estado escribiendo durante las últimas 24 horas son probablemente una evidencia bastante buena de eso. Pienso que lo haremos mejor en 2013”.

Pero no es así como funciona la democracia. Al pedirle a Dmitri Medvédev que le dijera a Vladimir Putin que “me dé tiempo” hasta que pueda ser más flexible el próximo año si logra ser reelegido en el mes de noviembre, Barack Obama claramente estaba telegrafiando su voluntad de darle a Putin al menos parte de lo que quiere respecto a la defensa antimisiles. Este presidente ya ha dado demasiado. En el Nuevo START (el tratado sobre el control de armas nucleares estratégicas) con Rusia, el presidente Obama acordó que las capacidades de defensa antimisiles de Estados Unidos deben reducirse junto con las armas nucleares estratégicas: lo que en esencia es entregar las armas de Estados Unidos y también su escudo antimisiles.

Ahora parece que el presidente Obama desea incluso ir un paso más allá para apaciguar a Putin. Adonde nos lleva ese paso, verdaderamente lo desconocemos. Todo lo que podemos ver es la dirección que el presidente ya ha tomado.

Al final de todo, la conversación con Dmitri Medvédev sólo profundiza y da validez a dos narrativas ya existentes y relacionadas entre sí sobre nuestro presidente: una es que él alberga visiones antagónicas con el pueblo americano y que sólo surgen en momentos de descuido. Un ejemplo de eso es cuando dijo hace cuatro años en San Francisco que los americanos se aferran a su religión y a sus armas de manera implacable cuando tienen miedo del futuro. La otra narrativa es que el presidente se sentirá liberado una vez (y en caso de que) sea reelegido y pondrá en práctica un plan mucho más radical que el que vende ahora al público.

Si hacer concesiones a Rusia respecto a la defensa antimisiles es lo que Obama quiere, puede defender ese punto de vista ante el pueblo americano y pedirle que respalde su acción política. Ocultárselo hasta que sea demasiado tarde y él esté refugiado y a salvo en su cargo es impropio.

 

La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.

 

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Por Mike Brownfield, Libertad.org / The Heritage Foundation