El arte de asesinarnos, la embriaga
Si has gobernado tan mal... Si no has visto, todavía... Que el latrocinio es fatal... Que la pobreza moral... Es tu más grande valía... Es que todo... Te da igual... Es que tú, terrible arpía... Como asesina serial... Nos matarás... algún día (Poemas de la Argentina Trágica / Libro de Gustavo A. Bunse)
En muy pocos días, ella y su cáfila cumplen nueve años al frente del gobierno.
Casi una década.
Para ella, el asesinato es considerado como una de las bellas artes.
Tendrá que explicar, en un tribunal de alzada (de verdadera alzada), la masacre de Once, cuya responsabilidad es exclusivamente suya. Pues jamás puede haber ignorado (ni ella ni su Ministro) el informe de la Auditoría General de la Nación desarrollado en el año 2008, en el que se advierte -con todas las letras- y se pronostica, de modo natural, una catástrofe con pérdidas humanas que habría de ser absolutamente inesquivable.
Y lo peor y más nauseabundo es que la causa ingénita fue el latrocinio del gobierno mediante el “facilitamiento de los negocios” a media docena de empresas “RETORNADORAS DE BENEFICIOS”.
Los asesinatos, aún aquellos que se hayan cometido en forma simultánea y colectiva, tienen -cada uno de ellos- su propia identidad.
Y por la potencia inconmensurable de una vida, por su singularidad que siempre debe ser venerable, por su infinita significación en nuestra visión ontológica del ser... basta con colectivizar el tratamiento de una muerte como para fulminarle la augusta personalidad a su esencia. Aquello que, sin dudas, proyecta lo más importante de todo en este planeta:
El ser humano.
Con independencia de la responsabilidad ineluctable de la mujer que dice conducirnos, no quisiera dejar de expresar aquí mi absoluta sorpresa por el llamativo silencio de las 51 familias de los asesinados en Once.
Es que no quiero, todavía, dar por certero que existío un pago de $175 mil por cada familia, efectivizado desde el gobierno, vía Banco Macro. Sin la obligación por parte de los deudos de resignar el juicio, con lo que tal indemnización eventual deberá sumarse a lo anterior. Y siendo, acaso, de la misma magnitud dineraria. ¿Será efectivamente así?
En todo caso, tal vez medio perpleja, narcotizada y ensimismada en la supuesta “belleza estética” de una masacre por aplastamiento que tuvo mil tonalidades e incluso un macabro epílogo en cámara lenta para el más tardío cadáver, ahora es ella la que le ha autorizado y la que le cohonestó un disparador a su payaso Guillermo.
Fue ella quien autorizó al descerebrado que dirige los precios del país para que bloqueara, en la Aduana (o directamente para que rechazara con devolución a sus remitentes) una cantidad inaudita de medicamentos vitales, cuya carencia aún no permite contabilizar los muertos.
Sólo quizás ese éxtasis macabro le sirva a ella para evaluar la belleza estética de estos nuevos asesinatos, por cuanto no deben existir dudas respecto de que aquí hay y habrá muchos muertos.
Muertos por la súbita falta de varios medicamentos oncológicos para ciclos de quimioterapia, medicamentos y tiras reactivas para diabetes, para los tratamientos psiquiátricos y otros, un poco más conocidos como la Buscapina, el Bactrim, el Reliverán, la Novalgina y el Rivotril.
Insumos hospitalarios que escasean por doquier. Desde los descartables más comunes hasta los utilizados en modo imprescindible para heridas postquirúrgicas o lesiones primarias de accidentes graves (Tergadem).
Pero, en cuanto uno se entera de que en las reuniones con los empresarios rastreros del sector de los laboratorios, el descerebrado les indica el nombre de las firmas a las que se todos ellos deben ir a comprar los sustitutos o los faltantes, entonces la sospecha torna en certeza: es que aquí, otra vez, lo ingénito es el dolo y el latrocinio. Es la coima. Es el arreglo y, además, el cohecho para desaduanizar contenedores a pedido. Es eso.
Entonces, otra vez los muertos serán la consecuencia de la corrupción.
¿Qué se proponen? ¿Acaso se encuentran en dominio de sus facultades mentales? ¿Están mal de la cabeza?
¿Desea ella tener el éxtasis de otra contemplación de sus asesinatos?
¿Desea escudriñar la estética de las agonías forzadas por su orden?
¿Satisfacerse con sangre, como su tocaya la Condesa Elizabeth Bathory?
Es tan macabro, que no se entiende en el contexto de lo estrictamente humano. Y apuéstese que, por esta nueva vía, pensar solamente en 51 asesinados es un delirio tan optimista como ha sido la cruel y famosa parábola escatológica de Julio De Vido:
"En lugar de hacer tanto lío por los muertos, hagan ustedes el cálculo de todas las vidas que se salvaron gracias a las medidas que venimos tomando desde que nos hicimos cargo del gobierno"...
Nos recuerda al escritor recientemente condenado por Nicolas Sarkozy, conocido como Louis Ferdinand Céline, en su libro “Bagatelles pour un massacre” (Bagatelas por una Masacre) (quitándole importancia a la masacre judía).
Pero la Jefa de la Comarca no se queda atrás, como se ha visto.
Ella, emulando a Thomas de Quincey, seguramente hoy considera al asesinato como una de las bellas artes...
La música, la arquitectura, la pintura, la literatura, la escultura y la danza son las seis bellas artes.
En el siglo XX, se agregó el cine como el Séptimo Arte.
En los inicios de 2012, esta mujer se propone agregar el octavo al listado:
El asesinato en masacre por aplastamiento, o por estrangulamiento del suministro de medicamentos. Criminis causa... latrocinium causa.
Hay que esperar que, llegado el momento, un tribunal de alzada considere seriamente aplicarle a esta teoría artística. La que en última instancia utiliza a los muertos para contemplar la estética de los billetes apilados. La calificación de crimen de lesa humanidad.
... y proceda como lo hizo el incorruptible Maximilien Robespierre, esto es, con una guillotina... afilada a la piedra.
Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política
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