POLITICA: POR EL LIC. GUSTAVO ADOLFO BUNSE

La Pitón, el Puma y el Perro

Cuando se acabe esta farsa... y nos llegue algún experto... Cuando vuelva la esperanza... Con sus ojos bien abiertos... Estarán todos los Muertos... Clamando por su venganza (G. A. Bunse / "Poemas de la Argentina Trágica")

10 de Marzo de 2012

Existe una injusticia que debe ser esclarecida:

Muchos periodistas creen que el “arquitecto de la gran planificación universal” no concede, jamás, reportajes ni entrevistas.

No es cierto.

Twitter oficial, Gustavo BunseOcurre que nadie le quiere hacer reportajes... porque tiene un mal aliento que se siente a doscientos metros de su despacho.

Cuéntase que un periodista, un día, volvió tan mareado a la redacción del diario, que perdió el grabador por el camino. Allí fue que se llegó a pensar que, tal vez, el ministro lo hacía a propósito, para ahuyentar a los trabajadores de prensa. Que tenía un animal muerto en su despacho.

Un periodista de "6, 7, 8" fue llamado por él, pero se negó a ir.

Este arquitecto -que permanece en esa cartera hace ya casi una década- le preguntó por qué. Si en verdad lo que deseaba era obsequiarle un reportaje.

La respuesta fue:

- En confianza, Arquitecto; no se ofenda. Usted tiene aliento a puma".

Sin embargo, “ella” (la Pitón) lo llama de vez en cuando. Probablemente, porque las serpientes se sienten atraídas por los aromas carroñeros.

Todo el mundo sabe que, desde hace muchos años, el gran “consejero” más cercano de “la Pitón” es “el Perro”. Trátase de un periodista tránsfuga de la moral que cambió su óptica crítica sobre los vicios y, ahora, de una forma acrobática y sorprendente, los considera virtudes.

Nos son pocas las oportunidades en que se reúnen “la Pitón”, “el Puma” y “el Perro”.     

La última vez que se reunieron en Olivos fue para decidir la suerte del Secretario de Transporte, que se reponía del susto de la masacre en un hospital.    

Los tres animales decidieron, por unanimidad, mandarlo al Taygeto, y permitirle la mentira elegante de promocionar una renuncia por enfermedad.

La Pitón, enroscada en el perchero, dijo:

- Ahora veamos lo que pasa con nuestro increíble ladrón guitarrero.

Replicó el Puma: -Ojo, no es fácil. Este idiota no es un funcionario: tiene la chapa de haber sido elegido.

El Perro declamaría: - Mirá; la opo se lo quiere comer en un pancho. Si nos ponemos de acuerdo, con nuestra gente en el Congreso, lo sacamos en media hora y se lo entregamos para que lo despellejen por imbécil.

Tomó la palabra la Pitón: - Me parece que eso sería una crisis institucional y vamos a aparecer en los diarios de todo el mundo como la gran maquina de picar vicepresidentes. Mejor, salgamos a defenderlo.  

El Puma pegó un grito que, del aliento, se movieron los cuadros:

- Lo que más me duele es que este gran farsante quería imprimir billetes y ni siquiera nos iba a dar un pedazo.

El Perro -todavía tapándose la nariz- respondió: - Lo que dice la Jefa es cierto. Yo te lo digo porque fui periodista y era experto en mentir en las tapas.

- Nos ha ido bastante bien con la corrupción. Fijate vos, Puma, cómo zafaste de Skanska gracias al magistrado. Y vos, Jefa, que sos autora de la masacre más grande de los últimos tiempos, creéme: vas a zafar.

Y el Perro prosiguio, dando forma a la siguiente teoría:

- Sepan esto: la corrupción, yo la he estudiado mucho. Porque soy experto en eso.

- ¡Es un delito!, esbozó el Puma. Y el busto de Manuel Belgrano se tapó la nariz.

-¡No!, replicó el Perro. No puede conceptuarse tan ampliamen­te, pues las acciones para combatirla pueden dispersarse a tal grado que se podría tornar inocuo todo intento para evitarla o reprimirla.

- La "corru" es un fenómeno so­cial. No se trata de un acto en particular. Por ello, comprende una serie de con­ductas que se desarrollan en el sector público o en el privado.

- Lo que ustedes ignoran es que el Código Penal tiene dificultad para definir a la corru como un delito específico, porque no se trata de un acto determi­nado. Mirá esto, Puma... Mire Usted, Jefa; dentro del término «corrupción» quedan comprendidas todas las conductas ilícitas que tengan la característica de quebrantar directamente el compromiso ético que aceptó cada autoridad... para ejercer correctamente la porción de Poder Público que le confirió expresa­mente la ley.

- Por esa causa, el delito de abuso de au­toridad -que es tan general en su ámbi­to de aplicación- es el único que les puede servir para ti­pificar una conducta corrupta. Pero es muy difícil de probar cuando tenés al Congreso que te vota cualquier verdura con las dos manos.

- Es decir, que dictar o ejecutar actos contrarios a la Constitución o a las leyes no parece ser un acto íntimamente vinculado a la corrupción, pero cuando un funciona­rio dicta un acto que tiene el propósito de obtener un provecho personal ulterior (como robarse partidas para repuestos y accesorios de los trenes, por ejemplo), en ocasiones, lo único que puede probar­se es la emisión o ejecución de un acto que es contrario a la Constitución o a las le­yes. Aunque sea de lato conocimiento que nadie puede demostrarnos que fue hecho para perpetrar un latrocinio.

- En estos casos, los órganos responsa­bles de incoar la acción suelen detenerse porque, en verdad, no se puede probar el acto de corrupción en sí mismo.

- ¿Entiende, Jefa? Es difícil castigar el acto por su finalidad ulterior.

La Pitón bajó del perchero y le dio un beso en la frente al Perro:

- Sos un genio, Perro.

- Sí, dijo el Puma. ¡Pero no nos afanemos entre nosotros! Por eso te pido que pensemos bien lo que hacemos con el Guitarrero. ¡Fijate cómo se la quería llevar él solito!

* * *

Quien esto escribe, y ya muy cerca del hartazgo, tiene conciencia de que todo es una especie de descarrilamiento interminable de la República. Y que es verdaderamente muy poco lo que se puede hacer.

Cualquier editorial de crítica resulta en una utopía.

Un grito de alarma absolutamente absurdo, cual vaso de agua en el desierto. Por cuanto nadie ha de prestar atención a estas líneas, salvo acaso porque quieren, recónditamente, mezclarle al lector un poco su angustia, con una sonrisa. Y hacerle tener muy vívida la noción de lo absurdo.   
Si alguien exhibe la mínima esperanza de que ella se vaya, que llame pronto a su psiquiatra para preparar algún cóctel que sirva para los desencantos epidémicos.
     
Desde los primeros compases de su vals del poder, esta manipuladora de genes totalitarios rampantes ha trabajado en forma muy ardua en su partitura de terror, buscando -por donde fuese- cualquier espacio de desencuentro.

Ha generado, con paciencia, las mayores grietas y las fisuras sociales.

Por eso estamos aquí hoy, Usted y yo. En este otro 46% nómade, casi inconmovible. Impertérrito, absurdo, inocuo, inservible y, sin dudas, reventado. Fatalmente inaudible.

Ella es autora orgullosa de esta espeluznante fractura de la ciudadanía.
 
Sabe perfectamente bien que hoy campea, en la República, el mutismo de las ovejas. Y que ya está consumado el escayolamiento lastimoso de los payasos del circo opositor.   


Mas téngase muchísima atención con esto:

Ella -no se tengan dudas- está muy bien preparada para saltar dentro del traje de “víctima absoluta y escandalizada”. Y lo hará apenas vuelen por el aire las primeras piedras de la boca del Vesubio sobre la Pompeya donde nos ha sentado a todos como pavotes.

Y, como profeta de su propio desierto político, sin partido y sin proyecto, ella también tiene su propia conciencia del festejo de lo absurdo:

Pues, entonces, resaltará y festejará cualquier cosa:

Palabras de Videla. Balbuceos de una pobre coya Salustriana. Mineros inventados con cascos  truchos... Lo que sea.

Cualquier colectivo la dejará bien...

Pero, muchísimo más acá de aquello, en lo más recóndito de su mente en falsa escuadra sabe, que viene lo que ella diseñó: el desastre.

Y no es que venga por la ley del péndulo.   

No. Sabe bien que no es por eso.

Sino porque conoce hasta los tuétanos que ella misma ha diseñado un verdadero cóctel de estrépito inesquivable, bajo la alfombra.    

Y sabe que, en este extraordinario sofisma en el que nos  ha depositado a todos, no existe el menor escenario ideal de bienestar al cual aspirar honestamente.

y en cuyo camino ascendente poder reconocerse transitando... algún día.


Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política.
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Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política