INTERNACIONALES: POR MARIAN L. TUPY

Egipto: la libertad económica debe acompañar a la democracia

El último auge de violencia en Egipto es un recordatorio de su vacilante transición de dictadura a democracia. El proceso de democratización del mundo árabe que comenzó con la inmolación del vendedor ambulante tunecino Mohamed Bouazizi hace poco más de un año probablemente continúe, pero la experiencia de los países ex comunistas muestra que el crecimiento económico y el desarrollo son tan importantes como la libertad política...

11 de Febrero de 2012

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.

El último auge de violencia en Egipto es un recordatorio de su vacilante transición de dictadura a democracia. El proceso de democratización del mundo árabe que comenzó con la inmolación del vendedor ambulante tunecino Mohamed Bouazizi hace poco más de un año probablemente continúe, pero la experiencia de los países ex comunistas muestra que el crecimiento económico y el desarrollo son tan importantes como la libertad política. Bouazizi, después de todo, no estaba protestando por su derecho a votar, sino por su derecho a ganarse la vida sin la intromisión del Estado.

EgiptoLos eventos extraordinarios que acontecen en los países árabes —desde la caída de Hosni Murabak en Egipto, la caída de Muammar Gaddafi en Libia y las revueltas civiles en Siria y Yemen— hacen fácil olvidar el hecho de que la Primavera Árabe comenzó con el suicidio de un vendedor ambulante tunecino acosado y humillado por oficiales del gobierno. Como millones de jóvenes árabes, el joven de 26 años no pudo encontrar empleo formal. En su lugar, comenzó a vender mercancías en las calles. Allí fue presa de policías corruptos y burócratas abusivos quienes repetidas veces le acosaron y confiscaron sus productos. Sin medios para brindar sustento a su familia, un frustrado Bouazizi se prendió fuego frente a la oficina del gobernador. Aparentemente sus últimas palabras fueron: "¿Cómo esperan que me gane la vida?"

Las elecciones parlamentarias de Egipto fueron un resultado directo de las protestas que se propagaron en el mundo árabe luego de la muerte de Bouazizi. Sin embargo, restaurar la dignidad del pueblo egipcio requiere más que respetar el derecho al voto; la historia demuestra que la libertad de aprovechar las oportunidades económicas que ofrece una economía amplia y en crecimiento es de igual importancia.

Luego de la caída del Muro de Berlín, por ejemplo, los países comunistas se embarcaron en un camino desigual hacia la libertad económica. La liberalización económica en Europa Central y los países bálticos mantuvo una tendencia más acelerada y profunda que la del resto de países del bloque soviético. En promedio, los que hicieron reformas rápidamente recibieron mayor inversión extranjera, crecieron de forma más rápida, tuvieron menores tasas de inflación así como también menores tasas de pobreza y una distribución de los ingresos más equitativa.

Fundamentalmente, los que hicieron reformas rápidas construyeron instituciones democráticas más fuertes. De hecho, todos ellos se convirtieron en democracias liberales. Por el contrario, algunos de los países que liberalizaron su economía parcialmente, como Ucrania y Rusia, fracasaron en construir democracias plenas. La toma de decisiones en esos países fue "capturada" por un pequeño número de oligarcas acaudalados.

La junta militar que ha estado en el poder desde la caída de Murabak no ha entregado ni estabilidad política ni reformas económicas. En el reporte Haciendo Negocios del Banco Mundial, Egipto descendió desde el puesto 94 en el 2010 hasta el 110 en el 2011. El crecimiento se ha reducido del 5,1% al 1%. La tasa de desempleo general aumentó del 9% hasta casi el 12%, mientras el desempleo juvenil se mantiene en un 24%. Con la deuda nacional acercándose al 80% y el déficit presupuestario alcanzando el 11% del PIB, la junta se está quedando sin tiempo ni espacio para maniobrar.

Desafortunadamente, hay pocos indicios de que los grandes ganadores de las recientes elecciones parlamentarias —la moderadamente islamista Hermandad Musulmana y el partido salafista Al Tour, quienes juntos recibieron dos tercios de los votos y redactarán la nueva Constitución de Egipto— entenderán la gravedad de la situación económica del país o comprenderán la importancia de la liberalización económica para mantener altas tasas de crecimiento. En todo caso, el tema de la liberalización parece ser tratado con desconfianza, porque las reformas iniciales de la economía egipcia fueron impulsadas por Murabak y la elite de negocios corrupta que le rodeaba. En lugar de un capitalismo competitivo generador de riqueza, los egipcios obtuvieron un capitalismo de compadres.

Sería un error pensar que las reformas económicas pueden esperar a que los problemas políticos de Egipto sean resueltos. Si la economía continúa estancada, los egipcios más preparados abandonarán el país y millones más se verán forzados a enfrentar la pobreza. Solo una economía libre y pujante puede brindarle al pueblo egipcio empleos de calidad y la dignidad que genera la capacidad de darle sustento a la familia. Esa es la verdadera lección que Egipto y los otros países árabes deben aprender de la muerte de Mohameb Bouazizi.

Por Marian L. Tupy / Publicado en web The Cato Institute