INTERNACIONALES: POR BRUCE KLINGNER

La muerte de Kim Jong-il

Los medios de comunicación oficiales de Corea del Norte anunciaron que Kim Jong-il, el líder del país desde hace mucho, murió el sábado de “sobreesfuerzo físico y mental”. Aunque Kim tenía varios problemas de salud, especialmente tras un ictus en agosto de 2008, se le veía activo en reuniones recientes. Por ello, el sorpresivo suceso preocupa por su impacto en la transición en marcha de liderazgo en Pyongyang, la estabilidad del régimen y las políticas de seguridad y de relaciones exteriores norcoreanas.

20 de Diciembre de 2011

Es poco probable que haya comportamiento provocativo o acciones militares norcoreanos a corto plazo. Sin embargo, Seúl y Washington recelan de que Kim Jong-un, tercer hijo de Kim Jong-il y próximo líder de Corea del Norte, pueda sentir que es necesario precipitar en el futuro una crisis para probar su calidad a otros altos líderes o para desviar la atención de los fracasos del régimen. Corea del Sur anunció el domingo que había incrementado la alerta de sus fuerzas armadas y que convocaría una reunión de emergencia de su consejo de seguridad nacional.

Kim Jong IlLa muerte de Kim eclipsó los rumores a primera hora el domingo de que Corea del Norte y Estados Unidos habían hecho suficientes progresos en el frente diplomático para poder reiniciar potencialmente las negociaciones nucleares a través de las conversaciones a seis bandas. Es probable que tales negociaciones se pospongan mientras Corea del Norte atraviesa el periodo de duelo, el proceso formal de la sucesión y un posible atrincheramiento en su política exterior.

La sucesión está en marcha pero sigue habiendo incertidumbres. Tras el ictus de Kim Jong-il en 2008, Pyongyang implementó un plan de sucesión para el liderazgo con objeto de ungir a Jong-un como el siguiente líder. Se le hizo general de cuatro estrellas, a pesar de no haber servido nunca en las fuerzas armadas, y se le dieron puestos importantes en el liderazgo del partido y las fuerzas armadas. La sucesión parecía ir bien adelantada, pero durante el pasado año, varios altos cargos fueron depuestos, según se dice como purga de los que resistían a una segunda sucesión dinástica norcoreana.

La muerte anticipada de Kim elimina un factor estabilizador clave en el proceso de sucesión. De haber seguido vivo más tiempo, habría dado a Jong-un mayores oportunidades para desarrollar su propia base independiente de poder con los líderes de la élite que le sean personalmente leales. La élite norcoreana tiene un interés propio en mantener el sistema y evaluará la capacidad de Jong-un para proteger esos intereses. La élite equilibrará el sentimiento que reina entre ellos de estar amenazados exteriormente con el miedo a la inestabilidad interior que pueda venir de un líder sin experiencia. Los líderes principales del partido podrían calcular que las carencias de Jong-un son justificación suficiente para objetar su sucesión. La resistencia de la élite al gobierno de Jong-un se podría manifestar como una oposición directa o en la usurpación de su poder, dejándolo como mera figura decorativa.

El nuevo e inexperto líder de Corea del Norte. Kim Jong-un, 28 años de edad, es una pálido reflejo de su padre y su abuelo. Tiene poca experiencia y logros y sólo recientemente se anunció que tenía puestos oficiales importantes y tampoco ha tenido las décadas de preparación y de poder asegurarse una base de poder como la que sí disfrutó Jong-il antes de asumir el control después de su propio padre Kim Il-sung. Il-sung delegó la autoridad sobre los servicios de seguridad y programas de armas nucleares de Corea del Norte años antes de morir. Durante los últimos años de la vida de su padre, Jong-il era, a todos los efectos, el que estaba a cargo del país.

Algunos expertos creen que, ya que Kim Jong-un estuvo varios años en Suiza, podría ser más proclive a implementar reformas económicas y políticas, así como a llevar a cabo una política exterior menos provocativa. Sin embargo, Jong-un probablemente llevará a cabo las mismas políticas que su padre y su abuelo.

Pero debido a que carece del culto a la personalidad del que gozaba su padre, será más dependiente del apoyo de los principales líderes del partido y el ejército que son abrumadoramente nacionalistas y resistentes al cambio. Jong-un tendrá que fundamentar su legitimidad en el mantenimiento del legado de Kim Il-sung y Kim Jong-il mediante la continuidad de sus políticas nacionalistas y militaristas. El nuevo líder tendrá que tranquilizar a los principales líderes acerca de que sus políticas no suponen un riesgo para la estabilidad del régimen y, por extensión, a su forma de vida o sus vidas mismas.

De hecho, Jong-un podría seguir una política de línea aún más dura que la de su padre. Además de potencialmente instigar una crisis para generar un efecto aglutinador, la propaganda destacaría la supuesta necesidad de un aumento de la vigilancia contra los intentos de potencias extranjeras de aprovecharse de la debilidad de Corea de Norte durante una transición de poder.

Si Jong-un fuese a seguir tal política, habría anuncios norcoreanos para fortalecer las defensas del país contra Estados Unidos y Corea del Sur e incrementar el arsenal nuclear de Pyongyang en vez de abandonarlo. Tales momentos difíciles, argüiría el gobierno, negarían la posibilidad de implementar ninguna reforma económica o política que pueda arriesgar la estabilidad del régimen.

¿Logro diplomático en espera? Antes de la muerte de Kim, las noticias de prensa sugerían que Estados Unidos y Corea del Norte habían alcanzado acuerdos preliminares que abrían la puerta al reinicio de negociaciones nucleares a varias bandas. Pyongyang, según informan, asintió a las condiciones previas de americanos y surcoreanos, accediendo a congelar su programa de enriquecimiento de uranio, permitiendo la vuelta de los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica al reactor nuclear de Yongbyon e imponiendo una moratoria en ulteriores pruebas nucleares de y misiles de largo alcance. A cambio, según rumores, Estados Unidos se comprometería a proveer 240,000 toneladas de ayuda alimentaria en entregas mensuales de 20,000 toneladas.

Si los rumores son ciertos, se trata de un logro diplomático de carácter táctico, aunque uno que simplemente vuelve a llevar al cuadrilátero a los agotados contendientes en lo que se prevé serán negociaciones difíciles y contenciosas. Dadas las mentiras de Pyongyang en previos acuerdos, haría falta que Washington y sus aliados insistieran en acuerdos más cuidadosamente redactados que los vagamente escritos comunicados conjuntos anteriores. Las dificultades para monitorizar instalaciones de uranio fácilmente ocultables necesitarán medidas de verificación mucho más vigorosas e invasivas de lo que se contemplaba cuando las negociaciones a seis bandas fracasaron en 2008.

No obstante, la muerte de Kim Jong-il retrasaría presumiblemente tales negociaciones mientras los nuevos líderes norcoreanos valoran hasta qué grado están dispuestos a abrirse al mundo exterior. Aunque el fin de Kim Jong-il proporciona una oportunidad de cambio en la Península Coreana, es una transición plagada de incertidumbre, nerviosismo y potenciales peligros.

 

La versión en inglés de este artículo se publicó en Heritage.org.

 

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Por Bruce Klingner / Heritage Libertad