POLITICA: POR EL LIC. GUSTAVO ADOLFO BUNSE

La lacra siniestra del peronismo

Y yo, que usé tu bandera… Y que he sido la primera… En robarme tu estandarte… Tuve que fingir amarte… Para ser… una “heredera”. Y ahora… que esa bandera… No me sirve… para nada… La quemaré en una hoguera, Porque ya… me desagrada. (Gustavo Adolfo Bunse / Poemas de la Argentina Trágica)

10 de Diciembre de 2011

Luego de asumir su segunda dinastía, algo quedó claro:

La lacra es ella. Es su persona, de cabo a rabo.

Su discurso fue -como era de esperar- el más autorreferencial de toda su vida, sólo salpicado por párrafos pequeños de ecumenismo político.

Quien esto escribe está muy lejos de sentir simpatía por el peronismo, pero la desfachatez de la traición y la decadencia penosa en el arte de mentir que desplegó esta gorgona, mas allá de lo inadmisible, debe ser señalada con énfasis.

He hablado bastante en estas líneas del libro "Elogio a la Traición".

Sus autores -Yves Roucaute y Denis Jeambar- en algún momento llegan a sostener que, en todo dirigente político, la traición es imprescindible y debe ser tomada, en realidad, como el más puro acto de pragmatismo.

Perón, el enemigo del kirchnerismoEn general, el traidor desea rápidamente enmascarar su acto vil. Y elige para su cometido a algún canalla que, teniendo códigos o no, pueda ser inmediatamente descalificado. Pacta con él, sin ignorar su condición de canalla. Y sabe perfectamente bien que, en ese acto, su propia calidad humana desciende al averno… convirtiéndose en un canalla mucho peor que el otro.

El traidor salta sobre su presa con rostro sorprendido y lanza su “reproche moral” sobre la víctima, mostrándole a la gente los tugurios, los garitos y las cuevas que el tipo frecuenta, sin decir que, en cada uno de ellos, estuvo reunido con él, en la misma parranda. Y que, de esas mismas aguas, abrevó tranquilamente.

Sin decir que compartió la comida, el vino y hasta las anécdotas de familia.

Invariablemente, el traidor trata siempre de huir de la culpa por las dos vías comunes, que son la demonización del “apuñalado por la espalda” y el anuncio estrepitoso de objetivos honorables que lo han inspirado para proceder de tal modo.

Cuando Perón los echó de la "Plaza" el 1º de mayo del 74, empezaba a darse cuenta de que, usando la excusa de que “él los había usado”, planeaban usarlo a él.

Y no erró: planeaban hacerlo, y siguen haciéndolo.

Son, antes bien, la verdadera lacra del peronismo. Etimológicamente son eso: la secuela viva, siniestra y visible de la enfermedad.

Como toda lacra, estigmatiza sus rostros, tal como lo hacen, por ejemplo, las marcas de una viruela o de un ántrax.  

Y resulta una interesante parábola que, cuando un caudillo político fue “diestro”, su lacra termina siendo “siniestra”.

Le brotó del alma, y fue mucho más que un acto “fallido”:

"Digo... lo digo por los que reivindican a Perón y nos critican a nosotros" (sic)

"Con nosotros, el derecho de huelga existe" (sic)

Se refirió, casi sin que nadie lo note -y apurando mucho sus palabras para disimular un poco- al padre de la Reforma Constitucional de 1949, el Dr. Arturo Sampay.

Juan Domingo Perón, con sus manos aún cortadas, se revolvió en la tumba y recordó, por un instante, cuando estos montoneros le cantaban el reclamo:  

"Qué pasa, qué pasa, General... Que está lleno de gorilas el Gobierno Popular"...
 
Luego de haberle dejado a ella como herencia una fortuna incalculable que nadie, absolutamente nadie puede explicar, "El" le sirvió de "ícono".

Jurar por "El", para que "El" se lo reclame algún día, fue ponerlo a la altura de los otros tres paradigmas morales y de la fe de la Humanidad.

Dios, la Patria, los Santos Evangelios... y, ahora, "El".

Sin que se le mueva un solo repliegue de sus mejillas polimerizadas, dijo que las corporaciones "le hicieron" cinco corridas cambiarias.

Como sucede con toda teoría conspirativa, no las nombró.

Y no las nombró por algo simple: no las puede nombrar. No existen.

Como diría Mark Twain, es una mentirosa "que no se esmera demasiado".

Insultar la inteligencia parece seguir siendo su manía predilecta.

Y de este modo quiso recordarlo:

"Cambio es el nombre del futuro". Eso dijo "El" un 25 de mayo de 2003.

¿Qué cambio? El único cambio que le gustaba era cuando salió en todos los diarios aceptando y justificándose cuando cambió una cifra astronómica de pesos por dólares (repásense los diarios de la época).

La defensa de los derechos humanos (que para ella son sólo los juicios sumarísimos), puesta como un cartel en la proa de su discurso, fue siempre el abrigo de mil transacciones y de erogaciones mayúsculas sin ningún otro sentido que no fuese el del propio bolsillo, encaminadas todas ellas -y cada vez más- a hipotecar futuro y a “ganar” presente.    

Dijo combatir la calamidad y el vicio del pasado, haciéndolo desde un pedestal de moralidad pública cuyas reglas básicas se impartieron desde un discurso conmovedor, sacralizado sin haber resuelto uno solo de los hechos de corrupción que ocurrieron en los últimos ocho años.

Y considérese bien: ni uno solo.

Es que, durante los últimos ocho años, no existieron hechos de corrupción.

Dilma Rousseff, que de eso sabe algo, la miraba con piedad.

Nadie ha sacado de contexto lo que dijo sobre Perón. Es clarísimo: puso por un lado a Perón y por otro lado a "nosotros".

Es probable que eso deba pagarlo, más temprano que tarde.

Le llegará el descalabro cuando, en breve, Hugo Moyano le haga notar que todavía puede obsequiarle dolores de cabeza. Y la contaminación interna o la descomposición natural de cualquiera de las vías de desarrollo económico social, devenida de la parálisis estructural doméstica y del aislamiento internacional, se agregarán en su contra como escenarios artesanales... que ella misma ha repujado pacientemente.
        
Y aquí, en este simple hecho, puede estar -acaso- la página final de todas las ambiciones y sueños de esta terrible aventurera, que un día decidió embarcarse en ese mar. Sin costas ni rumbos de bitácora, inspirada en un espejo que refleja su rostro bordeado en laurel de fantasía y en la ovación temerosa de los rastreros. Los que ella “puso”.

"Yo lo puse" dijo, refiriéndose al jovenzuelo.

La lacra siniestra del peronismo es ella, y probablemente le hagan pagar muy caro esa frase terriblemente traidora, que hace ver las "dos partes", ahora sorpresivamente contrapuestas:

Perón y “nosotros”.

Oh, sorpresa: lo mismo que dijo Aramburu, antes de fusilar a Valle y desatar luego la persecución y masacre de mediados de junio del 56.

"Los que reivindican a Perón y nos critican a nosotros".



Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política
e-Mail:
gabunse@yahoo.com.ar

 

Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política