POLITICA: POR EL LIC. GUSTAVO ADOLFO BUNSE

Entomología política: la moral de nuestros insectos

Analizados parte por parte, la moral y los escrúpulos de una cucaracha son un ejemplo de prudencia y sensibilidad mayúscula. Comparados con cualquiera de los miembros de la banda de esta monarquía absolutista.

28 de Noviembre de 2011

La Mentirosa Rampante de la Nación ofrece un espectáculo tan insólito que conviene preguntarse si llega a tan enormes extremos de subestimación de la sociedad porque ha perdido la noción de prójimo o porque acaso se desayuna con algún detergente.

Para ver similitudes, quien esto escribe eligió el mejor libro de entomología que existe en el mundo, del Profesor A. D. Imms.

Según él, existe solamente una alimaña de la naturaleza, que puede compararse con los dirigentes de la corona.

Trátase de un insecto diminuto que habita en casi todo el litoral marítimo brasileño y que exhibe las siguientes diez características y capacidades:

1) Provoca daños realmente inauditos a los seres humanos.

2) Su picadura es para extraer sangre, aunque hoy se sabe que, insólitamente, no la necesita para sobrevivir.

3) Inocula primero un líquido anestésico (para que la víctima no se percate de lo que sucede).

4) Inocula conjuntamente un anticoagulante muy tóxico, y fabrica un orificio que resulta exagerado en la piel, haciéndolo en sólo 5 segundos.

5) Ese “trabajo” es realizado en silencio y sin que su víctima advierta o sienta nada durante el ataque.

6) El daño que deja en el lugar de acción es realmente descomunal en proporción a su objetivo. La secuela es terrible.

7) Cuando se advierte el daño, ya es demasiado tarde. Y nadie puede ver al bicho depredador, ni siquiera en su huída.

8) Su tamaño es la quinta parte de un mosquito y su vida es quince veces más larga. Léase, es casi invisible, y sobrevive por bastante tiempo.

9) A diferencia de otros insectos, hacen daño tanto el macho como la hembra.

10) La únicas defensas conocidas para librarse de él consisten simplemente en no estar a su alcance. Es decir, hay que huir.

El bicho este ha sido objeto de estudio de muchos entomólogos y la mayor parte de sus características y las causas de su silenciosa agresividad no han podido ser totalmente descubiertas aún.

El insecto se conoce con el nombre de borrachudo, y su nombre se debe a que prefiere como lugar de vivienda el árbol del gomero (porque goma, en portugués se dice borracha).

Con es muy poco lo que se sabe, el temible bicho crea, sin embargo, una especie de inmunidad parcial que hace desaparecer el dolor con el tiempo, aunque no el estrago en la piel. Las marcas que deja, se notan.

Con ello, agrega una similitud extraordinaria con los políticos oficialistas:

Además de no ser advertido su daño, con el tiempo, todas sus víctimas se acostumbran a ellos y pierden la preocupación por sus ataques.

Los borrachudos atacan a cualquier hora y, cualquiera que se proponga preparar una defensa fracasa inexorablemente, por cuanto saben encontrar muy rápido otras vías de ataque... tan eficaces como lo permite su diminuto tamaño.

Las personas pueden ser atacadas por varios de ellos en forma sucesiva o simultánea sin que, por tal razón, el daño sea mejor advertido.

La extraordinaria cantidad de semejanzas que exhiben los borrachudos con todos y cada uno de los políticos de la Corona podría resumirse en una trilogía escalofriante:

1) Su carencia de moral y de remordimiento.
2) Su temible capacidad depredadora.
3) Su conciencia de una formidable impunidad.

Es obvio: el insecto no se conduce con ética. Nació sin ella.

En sus parientes (los políticos de la Corona), lo que ocurre es algo peor:

Tienen una inversión de los valores éticos y una perturbación del juicio que les impide medir el bien y el mal. Mucho menos, establecer diferencias entre ambos conceptos.

Es decir, son lisa y llanamente invertidos morales. Ineptos para discernir entre la honestidad y el vicio.

Y, por cierto, son absolutamente indolentes frente a la coerción social.

Biológicamente, son aún muy inferiores que estos insectos por cuanto. Como se ve, incluso carecen de aquella excusa genética.

Acaso viven adaptados a una moral aparte, y hasta hacen esfuerzos por esquivar los valores luminosos que -sin dudas- los enceguecen.

La que los inspira es una suerte de moralidad incompleta, una moralidad accidental o alternativa.

Son así: el eslabón perdido entre la honestidad y el delito. Y disfrutan de esa transición pues son simples beneficiarios de la quiebra moral y de los temperamentos vulgares que los rodean.

Tampoco ellos conocen bien el motivo de su gran instinto dañino, el cual acaso les provee una sensación de mantener a todo el mundo en un estado de gran debilidad y de muy fácil vulneración.

El paralelismo es realmente sorprendente.

Queda la firme y segura esperanza, sin embargo, de elucidar algún día la causa por la que hacen tantísimo daño los borrachudos.

Inversamente, jamás sabremos los motivos que tienen para dañar con tanta malicia, sus parientes directos de la Corona del oficialismo.


Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse
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Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política