INTERNACIONALES: POR ILYA SHAPIRO

Llanto por la Argentina

Con el Obamacare en la Corte Suprema de Justicia, los debates de las primarias presidenciales en pleno apogeo, y la falta de voluntad del gobierno federal de liberar la economía y por lo tanto permitir la creación de puestos de trabajo, es fácil olvidar que hay un mundo más allá de EE.UU., uno que tiene sus propios problemas económicos y sus propias elecciones presidenciales.

20 de Noviembre de 2011

Tomemos a la Argentina como ejemplo, un país querido y cercano a mi corazón por haber estudiado allá hace casi 15 años. Hace un siglo, la Argentina salía de un gobierno oligárquico para entrar en una democracia cada vez más liberalizadora, en lo que una vez fue uno de los países más ricos del mundo. Para 1930 tenía la séptima economía más grande, superando a excolonias del nuevo mundo como Canadá y Australia, y atrayendo grandes oleadas de inmigrantes de Italia, España y la Europa del Este. ¿Cómo un país tan rico en recursos naturales y humanos pasó de estar en la cumbre a convertirse en el hazme reír de los economistas? (Hay cuatro tipos de países en el mundo: los desarrollados, los que están en vías de desarrollo, Japón y Argentina)

Ilya ShapiroLa respuesta es el corporativismo autárquico que viene del gobierno de Juan Domingo Perón, imponiendo una política industrial destruyendo el creciente sector de importaciones y exportaciones, nacionalizando los ferrocarriles y dándole a los sindicatos todo el poder que quisieron (tanto que incluso empezaron a chocar con Perón –¿les suena familiar?. Combine esa locura macroeconómica –que lleva inevitablemente a un descontento social y a una reacción represiva del propio gobierno– con una idiosincrática “Tercera Vía” como política exterior y con un esquema de redistribución de la riqueza, y la joya del antiguo imperio español vuelve a estar en el mismo saco de los decaídos estados latinoamericanos.

Le siguió una serie de populismos salvajes tanto de izquierda como de derecha, interrumpido solo por una cadena de golpes de estados –recordando el programa de lecturas de mi clase de Historia de la Argentina, “primer golpe de estado; segundo golpe de estado; tercer golpe de estado…”— trayendo como resultado una Guerra Sucia entre los dos extremos ideológicos que terminó con la desastrosa incursión por parte del sordo triunvirato militar sobre las Islas Malvinas (pensando que el presidente Reagan los apoyaría por encima de la Gran Bretaña de Thatcher). La democracia retornó definitivamente en 1983, pero salvo un breve período en los 90, la casa económica de Argentina nunca ha estado en orden. Recordemos que el país fue el mejor ejemplo de hiperinflación para finales de los 80, e inclusive ahora la inflación ronda el 20% (nadie sabe con certeza, ya que no se puede confiar en las cifras oficiales)

Luego de una crisis económica de proporciones como la de la Gran Depresión (llamémosla simplemente La Crisis) a principios de la década del 2000 que llevó al país a una dolorosa pero necesaria corrección –el desvincular el peso del dólar entre otras reformas que eran necesarias– un presidente accidental del sur, Néstor Kirchner, comenzó a reimponer la marca peronista. Esto abarcó el impago de la deuda soberana, el control por parte del gobierno del sector energético, la expansión de los programas sociales, y un acercamiento al enfoque de la Venezuela de Hugo Chávez. Con la decisión de no presentarse a la reelección, Kirchner le entregó la presidencia a su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, quién en esencia continuó sus políticas heterodoxas, mientras su gobierno iba aumentado la mano dura contra manifestantes y medios de comunicación.

Hace unas semanas, los argentinos reeligieron abrumadoramente a Fernández, ganándole fácilmente a los grupos opositores que nunca se congregaron en un solo movimiento o candidato. Este resultado no es sorpresivo ya que se espera que la economía crezca este año un ocho por ciento, y la clase media en gran medida se ha recuperado de la crisis –aunque la mayoría de los economistas consideran que la situación actual es insostenible, con el país dirigiéndose a un panorama parecido al final de los 90 (recordemos que los trágicos ciclos económicos del país aún perduran)

Argentina ofrece a EE.UU. una lección. Al igual que como ha estado Argentina en numerosas ocasiones durante el siglo pasado, EE.UU. se encuentra en una encrucijada. ¿Se continuará apoyando a la libertad individual, a la innovación y a la movilidad social, o los estadounidenses cambiarán su libertad por una dependencia y un proteccionismo del Estado contra las vicisitudes de la vida? Como Mary Anastasia O’Grady escribiera en su columna que sólo podemos esperar no sea profética:

En ese sentido, la experiencia de la Argentina de Kirchner es instructiva. Abandonó el libre mercado, aparentemente en aras de la justicia social. El resultado predecible ha sido mayor injusticia, más pobreza y creciente concentración de la riqueza y el poder en manos de la clase política y sus amigos. Los esfuerzos para hacer competitiva la economía han sido derrotados constantemente e incluso el nivel de vida se ha deteriorado.

Argentina pone a prueba la teoría de que las democracias tienen una capacidad incorporada para corregir la extralimitación del gobierno. No sólo ha sido incapaz de salir del agujero negro del corporativismo, sino que se hunde cada vez más en él.

O, como Cristina Fernández lo dijo en la víspera de su reelección, “No sé si Obama habrá leído a Perón, pero déjenme decirles que se le parece mucho”.

Nota: No es coincidencia el haber escrito este blog, estaré en Argentina toda la semana que viene, en una especie de vacaciones con trabajo. Actualmente me he comprometido a dar dos charlas públicas: en Buenos Aires el 24 de noviembre a las 7 PM en ESEADE, sobre el tema “Estado de Derecho y desarrollo económico” y en Tucumán el 25 de noviembre a las 6 PM en el Hotel Catalinas Park en una conferencia que marca el 20 aniversario de la caída del comunismo soviético, patrocinado por el think tank Libertad y Progreso. Ambos eventos serán en español.

Por Ilya Shapiro - The Cato Institute / sitio web Libremente