INTERNACIONALES: POR MATIAS E. RUIZ, EDITOR

La Variante Iraní: uniendo los puntos

Aproximación al dilema presentado por el gobierno de Teherán, examinada bajo la óptica que exige la realidad geopolítica. La alternativa de la guerra, el timing involucrado y las implicancias para el equilibrio de fuerzas regional. La posibilidad de la "bomba atómica musulmana" regresa para pasar factura.

22 de Noviembre de 2011

En fecha 2 de noviembre del año en curso, el periódico británico The Guardian publicaba un titular que despertó obvio interés de parte de la comunidad internacional: Militares del Reino Unido aceleran planes para atacar Irán, a partir de renovados temores nucleares (http://www.guardian.co.uk/world/2011/nov/02/uk-military-iran-attack-nuclear).

En resumidas cuentas, Nicholas Hopkins -autor del escrito- filtró comentarios originados en el Ministerio de Defensa de la Corona, y que referían al comprobable apuro de Washington para explorar el potencial grado de colaboración entre Londres y el Pentágono. Como es lógico, con vistas a la utilización de la opción militar para lidiar con el "dilema" Mahmoud Ahmadinejad. De tal suerte que una acción militar aparece como inminente.

El escenario prebélico de Irán es digno de estudio, por cuanto conduce a un esquema en donde interactúan prácticamente todas las variables clásicas de la guerra (fuerza militar, espionaje, terrorismo, presión diplomática desde gobiernos aliados y organismos internacionales a través de sus respectivas comisiones), conjugadas con otras que no lo son tanto (guerra cibernética, cyberguerra o infoguerra, en lo que tiene que ver con el rol ejecutado por el virus Stuxnet en perjuicio de las centrifugadoras de uranio del régimen de Teherán).

Existe consenso en Washington, D.C.: el mainstream media de la capital estadounidense (incluyendo los principales periódicos, sin importar su ideologismo) reporta insistentemente que la guerra contra Al Qaeda ha terminado y que la organización terrorista ya no representa un problema de magnitud, salvo tal vez, en casos aislados de atentados de reducido espectro. Publicaciones de corte liberal o de centroizquierda como el Washington Post contabilizaron oportunamente detalles en relación a la guerra contra el fundamentalismo islámico terrorista, poniendo el foco no solo en el aparentemente exagerado uso de la fuerza de las tropas americanas en sitios tan disímiles como Yemen, Irak o Afganistán, sino también en el trabajo de la CIA y otros organismos como el CTC (Centro de Contraterrorismo). Tras lo sucedido en ocasión del conflicto iraquí y luego en tierra afgana, la doctrina militar planteada a orillas del río Potomac transitó rápidamente desde un estadio basado en la saturación del campo de batalla -con el trabajo complementario de fuerzas especiales- hacia el actual, montado sobre la manipulación efectivista de aviones no tripulados Predator para conducir a la neutralización de objetivos muy específicos en áreas reducidas. Los fusiles de asalto comienzan -ya no tan lentamente- a ser reemplazados por individuos que controlan joysticks a decenas de miles de kilómetros de distancia del teatro de operaciones. Se limita el rol de las task forces, en tanto que se otorgan cada vez mayores cuotas de importancia a las personas formadas en teorías de la Emergencia, detección de patrones, inteligencia de enjambre, flocking, etc. Se trata, ni más ni menos, de la esperada reivindicación de grandes porciones de la vieja teoría de los sistemas, a los efectos de poder predecir el caos desde los modelos y la simulación. Al Qaeda forzó a un ajuste en las estructuras tradicionales del pensamiento estratégico castrense: ¿cómo se organiza un grupo de personas -terroristas, en este caso- para hacer frente a un ejército superior en número y tecnología? El enemigo del siglo XXI -cualquiera que sea su denominación- ha flexibilizado su silueta, que hoy día ya no se percibe como hilvanada a partir del trillado sistema del cabecilla que adoptaran los cárteles mexicanos y colombianos de la droga. Ahora, sobresalen las organizaciones configuradas a base de múltiples nodos que operan independientemente y, como se apunta en muchos casos, sin conocimiento de la existencia del otro. Lo que vendría a ser una respuesta operacional de las células a la tortura utilizada en el campo de batalla por el "infiel" que viene desde Occidente. La munición y la cohetería, finalmente, cederán su espacio a los sistemas de armas que concentrarán la destrucción en cada vez menos kilómetros -y metros- cuadrados. Y si cabe darle la razón al geopolítico George Friedman, el futuro será testigo del traslado de los centros de comando y control desde la geografía hacia la órbita terrestre y el espacio. Hoy día, para cualquier ejército convencional resulta imposible hacer frente a una potencia que ha alejado sus mesas de operaciones del escenario de conflicto. El criterio de obsolescencia planificada y el mejoramiento de los sistemas de armamento se sitúan por encima de las prerrogativas éticas: son prueba de ello las enfermedades contraídas por los soldados norteamericanos en Irak a partir del uso de munición a base de uranio empobrecido (implementada para perforar el blindaje reactivo de los tanques de origen soviético de Saddam) y las graves quemaduras sufridas por personal militar británico en las Islas Malvinas a partir del uso de "telas inapropiadas" (en ocasión de los bombardeos de la Fuerza Aérea Argentina contra las embarcaciones de la Royal Navy). Aspectos que jamás podrían siquiera horadar el espíritu del combatiente profesional, pues sabe que él está ahí "para eso" aunque, de tanto en tanto, reflexione sobre su grado de dependencia de los departamentos de R&D (Investigación y Desarrollo).

Como en su oportunidad sucedió con las "bombas inteligentes" de Irak, el escenario iraní involucrará nuevas variables y perspectivas, conforme lo explorado renglones arriba. La dinámica del nuevo conflicto incorpora una velocidad tan alienante que no permite mayor espacio para fundamentar la justificación moral de la empresa. Estados Unidos ha logrado neutralizar el debate ético que tantos dolores de cabeza le causara en las fases previas a la incursión en la Bagdad de Hussein. Y -lícito es decirlo- en mucho ha ayudado Ahmadinejad, a partir de su convocatoria para "desaparecer del mapa" al Estado de Israel. Por su parte, el mandatario sirio, Bashar al Assad -aliado de Ahmadinejad- se comporta como un demente acorralado, ultimando a decenas de opositores a diario.

No obstante, el presidente iraní no solo ha interpretado correctamente la marcha de los acontecimientos, sino que ha decidido obrar en consecuencia: luego de anotarse un triunfo categórico en la manipulación favorable del factor tiempo y las visitas de los funcionarios de la AIEA, pudo acelerar su desarrollo nuclear. En paralelo, dio la bienvenida a la propuesta conjunta de turcos y brasileños para recibir combustible atómico para sus centrales, a cambio de promesas respecto del destino de su programa. Esa instancia diplomática tomó por sorpresa a Washington, y hoy el Pentágono se encuentra atorado en una disputa con los políticos de la Casa Blanca y el Capitolio en una discusión para "consensuar" la fecha ideal para el inicio de los ataques. La inteligentsia norteamericana se enfrenta a un dilema de proporciones: si se demorara la primera serie de bombardeos, Teherán dispondría del tiempo necesario para trasladar la masa crítica de su infraestructura nuclear con fines militares hacia bunkers francamente inaccesibles para los misiles Tomahawk. Por sí sola, esta alternativa contribuiría a extender la duración del conflicto, en tanto que los estadounidense se verían obligados a desdoblar el esfuerzo: por un lado, la misión consistiría en localizar el armamento nuclear iraní oculto y, en segundo término, deberá invertir gran energía en derribar a Mahmoud Ahmadinejad. Teherán podría, en tal caso, golpear con precisión las intenciones de norteamericanos por poner un rápido punto final al conflicto.

Más allá de los aspectos involucrados en el equilibrio de fuerza militar, la variable política siempre juega un rol preponderante. En tal sentido, la posibilidad de adelantar una ofensiva contra la República Islámica no solo involucraría problemáticas de carácter operativo (poco tiempo para la planificación y el análisis e interpretación de SIGINT o inteligencia de señales), sino también uno de índole diplomática. Ello se debe a que la Resolución de Naciones Unidas que incorporó a Palestina -contra las objeciones de norteamericanos e israelíes- todavía aflora como un hecho demasiado fresco ante los ojos de los periódicos, el ámbito de la diplomacia y la opinión pública. Alguien podría sugerir que Estados Unidos reacciona con furia contra una nación islámica, por puro despecho (tal lo sugerido por el Dr. James Carafano, Heritage). En cualesquiera de los casos, el apresuramiento procede hoy -cómo no- de Israel, que se esfuerza poco en ocultar su necesidad de eliminar al penúltimo escollo para su supervivencia/supremacía en la región. Sentencia que conduce a solidificar la plausibilidad de los sirios como objetivo de máxima para Tel Aviv. Los halcones de la única democracia de Oriente Medio echan mano del recurso de la asistencia técnico-logística que el régimen de Ahmadinejad provee a las fuerzas rebeldes en Irak (que tiene por fin estorbar los esfuerzos operacionales de los Aliados), a los efectos de urgir a los norteamericanos para que aceleren el war planning. Como es válido presuponer, Irán representa un problema para Israel en virtud de que -en poco tiempo- la República Islámica podría convertirse en una potencia nuclear regional y, con ello, garantizarse impunidad. Por otra parte, Mahmoud Ahmadinejad se encuentra invirtiendo tiempo y esfuerzo para convertir a su país en una suerte de nuevo líder árabe que pueda hacer de contrapeso frente a las intenciones de Occidente. Este detalle no es menor, por cuanto tal prerrogativa choca de frente contra el quinto mandato geopolítico de Estados Unidos, que consiste en obstaculizar cualquier intento regional por conformar un frente político que pudiere comprometer su esfera de influencia global.

Es, precisamente, el cristal del análisis geopolítico el que hace perder de vista el gatillo inicial de cualquier empresa bélica. Para el caso bajo análisis, podría argüírse que el régimen iraní se reserva el derecho a defenderse (o a disponer de armamento nuclear, si se quiere). Pero también corresponde referirse al derecho que asiste a estadounidenses e israelíes de obstaculizar los intentos de desarrollo armamentista de una nación que representa una amenaza para el equilibrio en Medio Oriente y que, como consecuencia, pone en riesgo la disponibilidad de recursos energéticos que también son exportados hacia Europa. A posteriori, las implicancias para cada uno de los actores involucrados resultarán esencialmente diferentes. Los europeos -ya en medio de una crisis económica terminal- podrían ver agravados sus escenarios de recesión económica. Para Estados Unidos, en contrario, el esfuerzo bélico contribuirá notablemente al despegue de su economía, a partir de la ya conocida relación entre medios de producción y escenarios de conflicto. Resultado de alta probabilidad que también afectará las posibilidades electorales de Barack Hussein Obama (si acaso el conflicto iraní escalare antes de las elecciones presidenciales de noviembre de 2012). De todas maneras, los niveles de credibilidad del mandatario estadounidense se encuentran tan vituperados que resulta en extremo difícil para él cosechar alguna ventaja política a partir de una rápida resolución de una operación contra Teherán.

Mientras tanto, el conglomerado diplomático norteamericano parece confirmar los planes antedichos. El Departamento de Estado se ha ocupado especialmente de comprometer apoyos de cara a lo que podría suceder en Oriente Medio, y no resulta extraño que mucha de esa presión comience a tener lugar en América Latina. Ahmadinejad administra el factor tiempo en su favor, aunque hoy comprende a la perfección que el tiempo invertido en la Venezuela de Hugo Chávez para utilizar a aquella nación como punto de triangulación nuclear se ha esfumado. Irán no dispone ya de los años necesarios para contar con el aporte tecnológico que podían proveerle ingenieros argentinos vía Caracas -con luz verde desde la Administración Fernández de Kirchner-. Para colmo, el referente bolivariano se encuentra jaqueado no solo por su avanzado cáncer, sino por los "Vuelos del Terror" de la aerolínea estatal Conviasa.

En Washington, D.C., los operadores del Departamento de Defensa se ocuparon de cumplirle a la presidente argentina su deseo de retratarse con el jefe de la Casa Blanca. Pero lo que Buenos Aires promociona como una batalla política en realidad es parte de una iniciativa mucho mejor configurada por los pesos pesados de la capital estadounidense: a cambio de una fotografía con un mandatario devaluado y sin chances de reelección (Barack), Balcarce 50 deberá dar el voto de confianza a las condenas que los foros internacionales hagan frente aTeherán. Como parte de este capítulo, recientemente arribó a la Argentina el funcionario Thomas Countryman (subsecretario de Estado para la seguridad internacional), precisamente, para discutir la posición de la Casa Rosada ante la Variante Iraní. Cualquier novato en el mundillo de las Relaciones Internacionales sabe interpretar el dato como un poco disimulado ultimátum.

En lo que respecta estrictamente al escenario iraní y su probable desenvolvimiento y desenlace, vale la pena repasar consideraciones que hacen a la ciencia de la geopolítica y su esencia. Sucede muy frecuentemente que los presidentes o mandatarios -una vez que se encuentran en plena tarea ejecutiva- terminan arrojando sus principios y promesas de campaña al basurero, en virtud de que se notifican de que poseen estrecho margen para operar con libertad. Su agenda personal queda de lado, para ser reemplazada por los postulados inherentes al ADN de la nación que representa. El conflicto es un componente fundamental de la dinámica de Oriente Medio, en tanto que Occidente posee demasiados intereses allí como para prestar oídos sordos al problema. Los líderes europeos -a través de su voto o con apoyos no especificados aún- y el presidente norteamericano procederán conforme a la defensa de esos intereses.


Por Matías E. Ruiz, Editor
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