POLITICA: POR EL LIC. GUSTAVO ADOLFO BUNSE

Los que seremos sometidos

Con el actual nivel de perspectivas, el país apesta. En este trance, los logros de la Argentina como burdel prometen ser mantenidos y seguramente "mejorados"...

24 de Agosto de 2011

A cuanta persona le interese ser sodomizada en esta comarca, tiene unas hermosas chances en los próximos sesenta días. Tomando en cuenta que hay todavía bastante espacio para mejorarle las devociones en un alto porcentaje adicional a nuestra viuda mal consolada.

Es irreversible: salvo un milagro o un "cisne negro", seremos sometidos por otros cuatro años.

Es como el cuento del gorila blanco y el cazador, que cada vez que iba a meterlo en una bolsa de plástico luego de haberlo abatido, el gorila se levantaba sorpresivamente, y lo violaba.

Pero el cazador, insistente, regresaba arrastrándose cada vez con mejor armamento y volvía a abatirlo. Y, otra vez, ocurría la escena de la bolsa.
El gorila terminaba entonces preguntándole -a la quinta vez-:

- ¿No será que a vos esto te gusta?

No es bueno ni es justo plantear aquí impugnaciones maniqueas, como alguno de los impresentables que -a su turno- las han planteado.

Fito Páez y Hugo Biolcati han sido, en esas artes, acróbatas del mismo circo.

El drama del ciudadano que se sabe perteneciente a una mitad amorfa, reventada y desperdigada, no es un simple disconforme. Se siente muy engañado. Y su bronca es un asunto que debe ser resuelto con urgencia.

Ontológicamente, y como siempre suele ocurrir, existe una mitad del país (las cuentas dicen bastante menos) que impone su voluntad, mientras que el gobierno decide sobre el resto.

La diferencia entre ambas partes y el único parámetro discernible es que ese amplio sector -que no la ha votado a esta Señora- es una verdadera bolsa de gatos. Se diferencian en que cada grupo o subgrupo la odia o la desprecia, por razones que son bastante diferentes.

Al no ponerse de acuerdo en eso, pues, terminan odiándose entre sí.

El oficialismo -numéricamente- no representa un 50%, sino bastante menos.

¿Cómo podría calificarse, entonces, a los siete millones que no fueron a votar?

¿Son acaso anarquistas? ¿Podría calificárselos de desobedientes?

Cualquier cosa que sea pero, sin lugar a dudas, oficialistas no son.

Pues el oficialismo es bastante menos del 50% del padrón.

Lo dijo, en su momento, Maquiavelo:

"Los malos y los perversos son siempre bastante menos… pero están mejor organizados".

Hermosa invitación ha recibido ese "resto del país", que votó en contra.

Una invitación retórica, sin dudas. Formulada a quienes configuran hoy la masa poblacional que resume ese rechazo.

Casi ninguno de ellos era un potencial destinatario de la dádiva y de los procedimientos de clientelismo político que fueron utilizados por el gobierno, a mansalva, en todos los bolsones de pobreza o de ignorancia.

A las pocas horas, esa Señora, que insólitamente sostuvo que "el odio no sirve para nada" (casi como una rara palinodia de sus propios vicios cotidianos), justamente ella -que autorizó mil veces al Jefe de Gabinete a salir a insultar a los electores de la Capital Federal, diciéndoles que todos ellos "son soberbios y que deben dejar de votar como una isla"- empezó a dar consejos de unidad nacional.
   
Ella, justamente, quien fuera la que partió al país en dos y ha logrado por méritos propios suscitar, no sólo el encono cerril de muchos sectores, sino nuevos odios y divisiones, con una fuerza que dan para imaginarse a una sociedad civil fracturada por la mitad (o no tan mitad si hacemos la cuenta de la totalidad del padrón).

Nunca antes había ocurrido una cosa parecida en el país durante un gobierno democrático, salvo en ocasión de la segunda presidencia de Perón.  ¿A qué unión convoca esta mujer?

En una conferencia de prensa ridícula -en la que había treintayocho periodistas-, enfervorizada por su triunfo insólito, ella cometió la primera ridiculez.

En efecto: impuso que se podían hacer solamente cinco preguntas.

Sólo faltaba un bolillero y que se rifaran las preguntas por la tómbola de Montevideo. En ese momento, reiteró su convocatoria con un gesto de ensayada bondad, que parecía pertenecer a Molière.

Con la mejor buena voluntad, y con el ánimo de ver las cosas en forma objetiva, lo primero que a uno se le ocurre es que lo están tomando por idiota. Y puede verse muy fácil que ella no construyó, precisamente, un clima de unión nacional sino, antes bien, todo lo contrario.

Lo que logró es el germen de la desunión nacional.

Ha tenido un éxito pleno en instigar fervorosamente el desarrollo de ese clima. Midió casi quirúrgicamente cada paso de la fragmentación que le ocasionó a esa oposición, con el ánimo de evitar cuidadosamente que desapareciese del todo.       

Casi como una necesidad de agonía sostenida, la cual debía ser así, arrastrada de un modo interminable. Sólo para su imprescindible alimento político, en el marco de unos contrapoderes que existieran así, sólo en los papeles.

Y conste que quien esto escribe ha responsabilizado primariamente casi por el delito de idiotez candorosa a todos esos despanzurrados de la mal llamada oposición. Peor aún, se ha dicho aquí que su desdén ha sido criminal. De modo que lo peor que se puede hacer es victimizarlos.

En la campaña de esta Señora, se notaba esa pasión por el liderazgo visual, abrazando causas de defensa hipotética de los intereses del pueblo, con una estupidez marquetinera que generaba vergüenza ajena.

La Patria, la Bandera Nacional, y los símbolos de soberanía... el Himno, cantado por los jóvenes, fueron objeto ciego de una incentivación tan espectacular como mañosa, que dejó verla abriendo fuego sobre todos los íconos del desencanto popular, sobre aquellos que jamás nadie defendería y sobre cualquier leña de los árboles caídos.

Lo cierto es que ganó ella. Tiene virtudes que muchos no alcanzamos a ver. Con ellas, probablemente gane por un porcentaje todavía mayor.    

Quienes nos proponemos ir a cazar al gorila blanco por quincuagésima vez debemos asegurarnos de que no ocurra nunca más una sorpresa cuando lo metemos en la bolsa. Debemos esperar que el derrumbe sobrevenga por propia inercia en su próxima gestión.

Sólo eso nos queda.


Que les llegue el descalabro por esa imparable contaminación interna, y también por la descomposición natural de cualquiera de las vías de desarrollo económico social, devenida de la parálisis estructural doméstica y del aislamiento internacional, que son justamente los escenarios artesanales que repujaron sus propios designios.

A eso vamos. Pues esa misma oposición descuartizada hace hoy esfuerzos científicos para que ella gane ahora por el 65% y se lleve la mayoría parlamentaria. Nadie les ha avisado que fueron desollados vivos; tampoco nadie les dijo que de la terapia intensiva no se sale sin permiso y con el vendaje arrastrando guiñapos.

Paradójicamente, ese escenario pondrá a los oficialistas a parir -desde sus propias entrañas- una oposición contra si mismos.     

En efecto, les brotará algo así como un tumor de oposición que los enfrentará. Bien sea por el resquebrajamiento de su propia cohesión debilitada; bien sea por la extinción forzada de los recursos dinerarios artificiales de uso discrecional que fatalmente están siendo llevados, por ellos mismos, al borde de su colapso.

Ningún segundo mandato terminó bien en este país. NINGUNO.

Entiéndase esto, más allá de su valor estadístico.

Es un sueño inimaginable.

Pero lo es por su desgracia contra natura ingénita, y no porque se haya tenido la mala suerte de no acertar el procedimiento.

Termina siempre siendo lo que es: un paso de comedia.    

Es la página siguiente de las ambiciones de una aventurera que se ha embarcado en ese mar sin costas ni rumbos de bitácora, inspirada en un espejo que refleja su rostro bordeado en laurel de fantasía, y en las ovaciones temerosas de sus lacayos.

Como siempre ocurre, ella convocará ahora a todos. Para "tenderles una mano". Hacia el sofisma de la unión nacional.

Para darles su amor infinito.

O para someterlos, y sodomizarlos nuevamente.


Por el Licenciado Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política.
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Por el Lic. Gustavo Adolfo Bunse, para El Ojo Digital Política