POLITICA: POR EL DR. ENRIQUE GUILLERMO AVOGADRO, PARA EL OJO DIGITAL

Confesión y Opción

El progreso económico requiere un orden jurídico y una justicia independiente, que proteja a los ciudadanos contra los excesos del poder administrador. El quebrantamiento de la seguridad jurídica origina incertidumbre y promueve inestabilidad” (Arturo Frondizi)

08 de May de 2011

Antes de que se me propinen críticas por mi militancia, y por si alguien no lo hubiera descubierto aún, confieso que no soy periodista; sólo me considero un mero analista aficionado y, por supuesto, tengo una marcada inclinación política.

Sigo insistiendo en que doña Cristina no se presentará a las elecciones que le permitirían renovar su mandato y, aún equivocándome en ese pronóstico, los próximos meses parecen encaminar a la sociedad argentina a una definición crucial: ser Venezuela o Chile.

Porque, reconozcámoslo, Ricardito Alfonsín también trae, bajo el poncho, un proyecto estatista y socializante que le ha permitido, hasta ahora al menos, unir bajo la bandera rojiblanca a Hernes Binner y a Rubén Giustiniani, a Luis Juez y Margarita Stolbizer y que lo llevaría, en caso de ballotage, a negociar y obtener el apoyo de Fernando “Pino” Solanas y de la izquierda vernácula no kirchnerista. Alfonsín es lo mismo que tenemos, con algunos buenos modales.

Que a esa lamentable comparsa se haya agregado últimamente Francisco “Colorado” de Narváez, que parece no hacerle ascos a nada con tal de seguir como candidato a gobernador, podría expulsar del armado a algunos desilusionados, que se inclinarían, entonces, por las listas del Frente para la Victoria.

La retirada de Mauricio Macri de la carrera presidencial, las pobres expectativas que se auguran a Lilita Carrió y Alberto Rodríguez Saá, sumadas a la ya definida negativa de Carlos Reutemann a participar en la lid, hace que, en segunda vuelta, las expresiones de derecha del electorado estén obligadas a votar por Eduardo Duhalde.

El jueves mismo, el Congreso, con una mayoría conformada por el kirchnerismo, el radicalismo y la izquierda, y la abstención del PRO, sancionó un nuevo avance del Estado sobre las empresas privadas y sobre los contratos entre particulares, con regulaciones sobre la medicina prepaga (algunas de ellas imprescindibles) que la convertirán en inviable. El silencio general de la ciudadanía da cuenta de su apatía y de la profunda ignorancia en que se encuentra sumida.

Esa noticia, sumada a la continuidad de la ilegal lucha del Gobierno contra Techint, tiene su lógico correlato en la otra certeza que trajo la semana: la Argentina sólo logró captar, el año pasado, el 5% de las inversiones extranjeras directas que llegaron a América Latina.

Esa falta de inversiones, agravada por la fuga de decenas de millones de dólares, tiene una esencial influencia sobre el principal flagelo que golpea a la economía nacional: la inflación. Además, atenta contra la creación de empleo formal, único capaz de sacar de la pobreza y de la miseria a los que este rimbombante “modelo” hizo caer del mapa.

Porque, ¿quién vendría a invertir en un país donde los contratos no se respetan? ¿Podrían los inversores confiar en una Justicia incapaz o desinteresada en imponer la obligatoriedad de sus fallos? ¿Existe alguien que, voluntariamente, acepte someterse a las tropelías de don Guillermo Moreno? ¿Sobre qué ecuación energética realizaría sus cálculos de inversión?

El socialismo estalinista se ha derrumbado en el mundo entero, y nosotros ya hemos probado en exceso la receta de “vivir con lo nuestro”, que preconizaba Aldo Ferrer, como para creer en su factibilidad. Ese mundo, al cual parecen -o dicen- aspirar los viejos “jóvenes idealistas” que nos gobiernan ya no existe; el papagayo caribeño todavía lo podrá mantener vivo un poco más en Venezuela porque está sentado sobre un lago de petróleo y gas, pero nosotros no tenemos algo así.

Toda esta fantástica construcción, el “modelo”, de don Néstor (q.e.p.d.) pudo sostenerse hasta ahora con dos pilares fundamentales, ambos ubicados en el exterior de la Argentina: el precio de la soja y la revaluación del real brasileño contra el dólar estadounidense. Por su parte, los superávits gemelos, de los cuales el difunto se enorgullecía, han desaparecido hace rato, y hoy su viuda sólo puede hacerlos sobrevivir saqueando las reservas del Banco Central y recaudando, a lo potro, por la presión inflacionaria.

Es altamente probable que el alto precio del “yuyo” dure más que la actual cotización de la divisa de Brasil, dada la presión de la FIESP por el deterioro de las exportaciones. Cuando eso suceda, y en algún momento sucederá, deberemos comprarnos cascos, porque lloverán piedras.

Quienes pensamos diferente, quienes no estamos dispuestos a empeñar el futuro de nuestro país por un plasma o por un auto en cuotas, todavía estamos a tiempo. Aún podemos imponer algunas condiciones a quien resulte, finalmente, elegido. Pero es imprescindible que actuemos ya mismo, sin perder un segundo más.

El relanzamiento presidencial de Duhalde trajo, al lastimoso escenario político, un claro mensaje de sentido común y reinvindicó, como tal, al único verdadero estadista que tuvimos los argentinos desde la última mitad del siglo pasado: Arturo Frondizi.

Al anunciar, el viernes, su decálogo de prioridades, colocó en primer lugar a la guerra contra el hambre, la marginación y la miseria, y declaró su intención de poner en orden de batalla todos los recursos del Estado.

Más tarde, estableció la imperiosa necesidad de contar con una Justicia seria e independiente. Quienes hayan tenido la paciencia de seguir mis notas, sabrán de mi convencimiento de que ese es el principal pivote sobre el cual podremos construir la Argentina del futuro.

El kirchnerismo nos ha enseñado, y continúa haciéndolo diariamente, que sólo puede moverse en un ambiente en el cual los jueces sean sus meros lacayos, dispuestos siempre a responder a las necesidades del poder. Uno, en particular, con un pesado pasado prostibulario, se ha transformado en el ícono de esa Justicia que, para ser República, debemos erradicar desde sus cimientos.

Muy probablemente, y el excelente Alfredo Leuco –con el cual disiento en muchas otras cosas- tendrá una gran responsabilidad al respecto, la Presidente emita un nuevo DNU para cancelar la convocatoria a las famosas primarias abiertas, simultáneas y obligatorias.

La excusa que esgrimirá para justificarlo tendrá una cierta justificación: pensadas para que diferentes candidatos de un mismo partido compitan entre sí, la realidad muestra que los precandidatos actuales presentarán listas únicas en sus distintas armazones políticas. Ricardito, Lilita, “el” Alberto, Duhalde y quien sea el ungido por el FPV ya han sido (en este caso, debiera serlo hasta entonces) designados, y las primarias entonces implicarían un gasto sin sentido.

Pero la razón real, como explicó Leuco en Perfil del sábado, radicará en que esas internas, precisamente por cómo ha quedado el tablero, en la práctica se transformarán en una “primera vuelta” electoral. Quienes, como quien esto escribe, no están dispuestos a votar al FPV en ningún caso, emitirán un “voto útil” el 23 de octubre, optando por el opositor más votado en agosto. Y el Gobierno se ha enterado.

Pero, antes que el calendario nacional nos atropelle, los porteños tenemos enfrente las elecciones locales. Y aquí también quienes pensamos en que una continuidad del kirchnerismo constituiría, sin dudas, lo peor que puede pasarle a la Argentina, estamos obligados a votar por Mauricio Macri.

Muchas críticas, seguramente justificadas, pueden hacerse a su gestión municipal, pero el daño emergente de entregar la ciudad de Buenos Aires a uno de los tres pre-candidatos del FPV o a “Pino” Solanas y, con ello, dar una enorme vidriera triunfalista a quien quiera convertirse en aspirante a sucesor de doña Cristina al frente de su “modelo” sería muy alto y podría poner en riesgo cualquier tentativa nacional.

Hoy la República está, por obra de don Néstor (q.e.p.d.) y su viuda, en terapia intensiva. Si el kirchnerismo triunfara en octubre, tengo la más absoluta certeza de que morirá, y con ella el futuro del país que queremos para nuestros hijos y nietos. Reflexionemos, y votemos en consecuencia.
 

Por el Dr. Enrique Guillermo Avogadro, para El Ojo Digital Política