POLITICA: POR MATIAS RUIZ, PARA EL OJO DIGITAL

El invierno de nuestro descontento. Sobre circos romanos y manzanas marchitas

Instantáneas de un país parado, atento solamente a una treintena de equipos que corren detrás de una pelota.

21 de Julio de 2010
No coincido con la visión compartida por un puñado de amigos y colegas que declaman que los argentinos prefieren concentrarse en el Mundial de fútbol, antes que informarse apropiadamente sobre los graves problemas del país. A la luz de las circunstancias, no parece muy apropiado mezclar las cosas. Esas circunstancias son bien conocidas por todos. Mientras los boquiabiertos comensales concentran la mirada en el verde césped de los estadios y sus protagonistas, del otro lado de la línea de la puerta, la vida -y la muerte- prosiguen su curso. Con rigor diario, se nos sigue informando sobre nuevas víctimas de la "inseguridad", por lo general en la forma de policías y civiles inocentes que caen bajo las balas de una delincuencia que ha terminado por traspasar toda frontera tolerable, si acaso alguna vez la hubo. El paco no deja de hacer estragos, mientras que el gobierno federal pone el hombro para que haya sustancias ilegales disponibles para todo aquel que disfrute de consumirlos a gusto y sin ser molestado, puertas adentro o en la misma calle. Para el agente de policía, ciertamente no vale la pena involucrarse en el interminable papeleo derivado de detener a un individuo que aspire o fume en la vía pública. Ello equivale a perder el tiempo, mientras que conlleva la posibilidad de riesgo de vida por parte del uniformado. El problema es que la política de liberalización estatal colabora en la construcción de esa enorme torre de Babel de muertos, que se siguen apilando hasta tapar el sol. El tiro sale por la culata, como reza la conocida expresión callejera. Las calles porteñas son ahora el nuevo nirvana para los travestis: estos se han apropiado de los bosques palermitanos con una impunidad que ya no sorprende. Aún contra las quejas de vecinos que pagan sus impuestos con rigor. La Policía Metropolitana de Mauricio Macri funciona, porque ha contribuído a limpiar algunos barrios de la tenebrosa influencia de los cuidacoches o "trapitos". Pero, misteriosa y sugestivamente, esa fuerza no interviene en los bloques aledaños al estadio de River Plate, que continúa en manos de violentos barrabravas y sus subsidiarias (pues muchos han partido alegremente a Sudáfrica con pasajes abonados por oscuros personeros del Estado). Tampoco se ve a los "cuadraditos" -tal como se llama a la fuerza del orden macrista- en el Hipódromo de Palermo, donde la mafia de los taxis y un número de cuidacoches también hacen franca exhibición de su poder. No vaya a ser que la sola presencia de la "Metro" termine adelgazando la caja de algunos comisarios corruptos de la Federal. Tampoco se contabilizarán demasiados interesados en los sucedáneos del episodio que terminara con un agente operativo de la Secretaría de Inteligencia muerto de un balazo y cuyos restos fueran convenientemente cambiados de lugar. Nadie en su sano juicio se quitaría la vida con un disparo en el pecho. A no ser que la Argentina sea la nación con los suicidas más inoperantes del globo. Con perdón por la expresión, porque -mal que mal- aquí se trata de otra vida que se pierde. Tal vez no se trate de un tema menor, si se lo sabe apreciar desde la perspectiva del cuadro completo. A Néstor Kirchner, sus objetivos parecen escurrírsele de las manos. Pocos días atrás, la "Secretaría" debió reconocer que un activo propio estuvo detrás de la iniciativa para ensuciar al alcalde porteño por la vía de las escuchas telefónicas, con lo cual, sea cual sea el fallo de Norberto Oyharbide, su decisión ya se percibirá como viciada de cabo a rabo. Y justo ahora sobreviene el lóbrego capítulo del deceso del experto en artes marciales y encargado del gimnasio de "la Casa". A Mauricio se le escapa más de una sonrisa. Néstor, entre bambalinas, se resiste a reconocer los más elementales postulados de las leyes de Gravedad, que explican contundentemente que "todo lo que sube, tiene que bajar". La buena estrella se apaga, eventualmente. También en las calles, la inflación arremete con crudeza. Basta con repasar los incrementos en los precios de los combustibles, cuyos productos premium no tardarán en alcanzar los cinco pesos por litro. Las petroleras -YPF incluída- tienen todavía casi un mes de tiempo. El mundial recién bajará su telón el 11 de julio. Por su parte, Metrogas se encuentra a la vera de la bancarrota. Esta cuestión también ha sabido pasar desapercibida, por cuanto Kirchner ha hecho todo lo humanamente posible para que se concrete esa plausible quiebra. Con la intervención, aparecerán de la nada los personeros del poder que querrán apropiarse de la firma, representando los intereses de ya se sabe quién. No es difícil comprender que, para Metrogas, la subsistencia se vuelve inviable si el grueso de consumidores más pudientes de la Capital Federal no pagan más de veinte pesos bimestrales por su consumo, en aras del bien conocido y viciado sistema de premios y castigos. En paralelo, otra importante porción de ciudadanos -de bajos recursos- reciben facturaciones que superan los $500. Algo está funcionando definitivamente mal, y el fluído escasea o bien se envía a domicilio en cuentagotas. Y lo peor del invierno aún no golpea las puertas de los hogares. En la provincia de Buenos Aires se conoce de la multiplicación de casos de extorsión y amenazas contra hombres de la industria, el campo y el comercio, a los que personajes nefastos provenientes del kirchnerismo y el sciolismo sugieren que aporten "para la caja". En ocasiones puntuales, los reclamadores responden al poder central en La Plata, pero ejecutan la maniobra en la forma de "cuentapropistas" y se quedan con el botín. No escasean ejemplos en donde algunos empresarios se defienden a balazo limpio, aunque ello derive en un gran error: aparecen galpones y fábricas que crujen en medio de sospechosos incendios, que por cierto las aseguradoras no cubren. La Bonaerense no interviene en estos casos. Porque ésta no responde al gobierno provincial, pues observa línea directa con un importante ministerio nacional. Precisamente, el que debería ocuparse de la seguridad de los argentinos, si acaso la ironía tiene algún valor. Difícilmente se pueda culpar a la sociedad por su preferencia por mirar hacia otro lado, allí donde refulgen las pantallas de televisores adquiridos en cincuenta cuotas fijas. Cuando la realidad arrasa con todo y con todos, ver fútbol se muestra como un honroso escape. Por estas horas, Néstor Kirchner es uno de los más ansiosos y enervados televidentes. No puede decirse lo mismo de la Presidente de la Nación, que detesta el deporte, y particularmente el balompié. Pero sucede que -en medio de una creciente escasez de ideas- ambos ruegan para poder alzar la Copa junto al insufrible Diego Maradona en el balcón que mira a Plaza de Mayo. Escenario en donde Aníbal Fernández -como es lógico- también pedirá pista. Tal como lo hiciera Raúl Alfonsín, veinticuatro inviernos atrás. Parece improbable que la sociedad le obsequie un espaldarazo al matrimonio presidencial, si acaso ocurre el milagro, esto es, que el seleccionado salga victorioso del evento deportivo más importante del Cosmos. Sin embargo, en tierra de ciegos, el Tuerto es rey. Kirchner -ya en tiempo de descuento porque las encuestas lo han atornillado a un techo de 25% en intención de voto para 2011- se encuentra quemando las últimas reservas de húmeda pólvora. Se las ha arreglado para entretener a los argentinos -perpetuos asistentes a este circo romano- con el tema de las escuchas de Mauricio y el debate para imponer el bochornoso matrimonio homosexual en el Congreso de la Nación. Sobrevendrá luego la polémica en relación a si Estela Barnes de Carloto merece o no el Premio Nobel. ¿Podrían los suecos errar tan groseramente? ¿Cómo poner a la intolerable referente de Abuelas en el mismo escalón que el valiente Nelson Mandela? A la postre, no faltarán quienes comenzarán a preguntarse cómo fue que Carloto escapó con vida de la persecución militar durante los años de plomo. Porque -si acaso hay algo incontestable en la Argentina- es que nadie resiste las amarillentas páginas de un archivo... Mientras la carrera hacia las Presidenciales se encuentra inmersa en el freezer, el esposo de la mujer que "vive en la tele" decide sobre el momento propicio para dar comienzo a una catarata de abultados "carpetazos", con miras a salpicar a los principales candidatos opositores. Y -se sabe- medita a consciencia sobre cómo meter en un maloliente lodazal a uno de ellos en particular. Esta suerte de "batalla final" perfectamente podría ser el puntapié inicial hacia un apocalipsis institucional de proporciones. Para el que sepa leer entre líneas, el mensaje sería: "En este valle tan abundante en manzanas marchitas, soy yo el menor de los males". Una pena que ya se haya hecho patente el fracaso del clientelismo digital con la televisión de alta definición, pues los receptores de los conversores de señal no tienen una cabal idea sobre cómo diablos conectarlos. El mensaje llegará, pues, a mucha menos gente de la inicialmente pensada. En cualquier caso, los eventos por venir dependerán del Peronismo Federal, que deberá obsequiar pruebas contundentes de que no representan una nueva "Armada Brancaleone". Tristes pantomimas que configuran una desopilante tragicomedia, en medio de este crudo invierno de nuestro descontento. Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Política. e-Mail: contacto (arroba) elojodigital.com.
Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Política