INTERNACIONALES: POR MATIAS RUIZ, PARA EL OJO DIGITAL

Cristina Fernández aprovecha Montevideo para incomodar a Lula. La cuestión de las relaciones internacionales, devaluada en la agenda de los Kirchner

La Presidente Cristina Fernández de Kirchner montó un patético espectáculo en Uruguay -en medio de la cumbre del Mercosur-, para fustigar a Brasil por los conflictos comerciales que tiñen de desconfianza a los mayores socios del bloque. Lula Da Silva se esforzó para no responder, pero adelantó su regreso, molesto por las expresiones de la primera mandataria nacional. Los Kirchner nos comparten otro ejemplo que corrobora el ineludible destino tercermundista que se le reserva a la Argentina.

21 de Julio de 2010
En otro fiasco terminaría la mentada "Cumbre de Presidentes del Mercosur", que se llevara a cabo en Montevideo, Uruguay, en la semana del 7 de diciembre. El presidente venezolano Hugo Chávez Frías volvió a confirmar que su ingreso al mal llamado bloque económico mantiene su objetivo egoísta de maltratar impunemente a los colombianos. Factor que cobrara forma en los ataques verbales y los cruces que mantuvo con el vicepresidente de la nación otrora cafetera, Francisco Santos. Cristina Fernández de Kirchner aportó la cuota de desaprensión que el encuentro parecía necesitar para redondear en una jornada imperfecta, emprendiéndola contra el brasileño Lula Da Silva, a partir de los roces comerciales que la Argentina aún se empecina en mantener con el país vecino. Acusó a la administración brasileña de proteccionista y de cometer el "pecado" de acaparar jugosas inversiones extranjeras merced a políticas de exenciones fiscales, que esa nación se puede permitir gracias a su "macroeconomía de escala" y su abundancia en reservas internacionales. Precisamente, la Presidente de la Nación apareció como queriendo compartir una suerte de bronca personal contra Lula porque aquel "hizo bien los deberes", mientras que la Casa Rosada continúa deambulando por los terrenos de una frívola e inconducente incapacidad. A esas alturas, Da Slva ya había perdido la paciencia: replicó con el recitado de ciertos caracteres que han hecho de la República Federativa del Brasil una nación con aspiraciones grandilocuentes pero alcanzadas, a saber, su condición de potencia energética en expansión y su sólida posición a nivel planetario como productor de automóviles. Areas en las que la Argentina solo puede contabilizar deficiencias. Luego, Cristina se encaminó a profundizar la brecha, aludiendo indirectamente a la responsabilidad brasileña de sostener el desarrollo del Mercosur a partir de su buen pasar económico, y recurriendo a una analogía frente al rol de Alemania en Europa que dio por cerrada la participación de Brasil en la cumbre. Porque Lula perdió la poca paciencia que le quedaba e instruyó a su comitiva a hacer las maletas más temprano, para retornar a Brasilia. Por cierto, la primera mandataria argentina olvidó que Lula Da Silva fue el motor y el ideólogo principal de la nueva revolución brasileña de estos tiempos. El "sueño brasileño" actual es, en gran medida, atribuíble a la agenda estratégica plasmada por Lula y su administración, mal que le pese a Paul Krugman. El carismático líder vecino se arrogaba el derecho de reflejar tales logros, pero no al estilo exageradamente propagandista del que echan mano los políticos argentinos con sus -en comparación- logros de barrio. Lula había llegado a la nueva cumbre del Mercosur para intentar darle cohesión política a los diferendos que todavía mantienen los socios. Después de todo, Da Silva será uno de los protagonistas del próximo encuentro de Copenhage, en Dinamarca, en donde las naciones más encumbradas del globo intentarán ponerse de acuerdo para bajar los índices de contaminación. En aquellas tierras heladas, algún presidente "en serio" podría recordarle a su par Lula que difícilmente Brasil merecerá ser un líder planetario si ni siquiera puede llevarse en buenos términos con sus colegas en su "mercadito sudamericano". Surge un interrogante: ¿Acaso Cristina Kirchner se propuso enturbiar la próxima presentación de Lula en Dinamarca? Pero difícilmente sea así. Los Kirchner no son tan inteligentes. Esa consideración es ciertamente parte del pasado, y quedó reservada a los "buenos viejos tiempos" en los que controlaban los destinos de la Argentina con la presteza de un experimentado titiritero. Por estas épocas, no nos sorprendería que el matrimonio presidencial ni siquiera repasara las páginas de los medios de prensa más relevantes a nivel mundial. ¿Se habrán enterado de la importancia de la cumbre en tierras danesas? Copenague queda demasiado lejos para la Argentina, pero no solo en términos de planisferio: también puede extraerse esta conclusión en todos los planos restantes. Cuando se dice -muchas veces en forma simplista- que "la Argentina no existe a nivel mundial", tal aseveración se torna rigurosamente certera. El país no genera titulares, salvo cuando tienen lugar manifestaciones violentas o crisis institucionales como la que en su oportunidad reportó sobre los interminables cambios de presidentes durante la crisis estival de 2001. A nivel de intercambio comercial, baste decir que la Argentina exporta -por caso- menos que Chile, cuya masa crítica exportable supera los US$ 65 mil millones al año. Diez mil millones más que las exportaciones argentinas. El Brasil de Lula Da Silva colocó bienes por casi US$ 160 mil millones F.O.B. en 2007, mientras que sus reservas rozan los US$ 200 mil millones en moneda americana, bonos y reservas auríferas. Cifra que representa bastante más que los US$ 45 mil millones que reporta atesorar el Banco Central de la República Argentina (y si tal número es acaso creíble). Cristina Fernández parece vivir todavía en la lejana década del ochenta, en la que Brasil era casi importador neto de petróleo y derivados, y sufría con los incrementos de precio del barril a manos de ese cártel cuasicriminal que representa la OPEP. La Argentina tampoco es la de aquellos tiempos, en los que el excedente petrolero era abrumador y se terminaba exportando mayormente al globo, dejando extraordinarios recursos basados en retenciones. Este país -por más que los medios obvian reportarlo- se quedará sin petróleo en menos de veinte años y en su momento habrá que importarlo a precio exorbitante desde Brasil, la nación a la que Cristina gusta maltratar desde su devaluado atril. Desde esta sola variable puede dilucidarse, sin temor a error, el enorme daño que los Kirchner le han obsequiado a la Argentina, a partir de casi siete años de desinversión, persecución morenista contra empresas productoras, devastadoras restricciones impositivas y carencia absoluta en términos de planificación a largo plazo. Recuérdese la ocasión en que el presidente de una ignota nación africana -Guinea Ecuatorial- visitara la Argentina, para encontrarse finalmente con el maltrato de Cristina Fernández en relación a las violaciones a los derechos humanos que venían teniendo lugar en aquellos parajes olvidados de la geografía. El líder de aquel país, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, había llegado al país para intentar cerrar un acuerdo con empresas petroleras locales para explotar los incontables recursos que se habían hallado allí en años recientes, y que todavía carecían de "dueño". Durante el año 2004, el mencionado supo denunciar un fallido complot de parte de servicios inteligencia extranjeros y mercenarios de naciones africanas fronterizas para derrocarlo. Por supuesto, el objetivo de tales potencias era barrer de un plumazo el fervor nacionalista de Obiang Nguema para poder disponer del petróleo de Guinea merced a los buenos oficios de algún títere. Los funcionarios argentinos no supieron evaluar el complejo escenario, y luego Nguema voló a Brasilia, sitio donde Lula y encumbrados agentes de Petrobras lo recibieron con los brazos bien abiertos. Los funcionarios kirchneristas y la propia Presidente de la Nación -expertos en criticar ombligos ajenos- intentaron mezclar agua y aceite. Existen foros internacionales idóneos a los efectos de denunciar "violaciones a los derechos humanos", y no por cerrar negocios una administración se vuelve necesariamente cómplice. En definitiva, el ejemplo constituye una muestra cabal de cómo los intereses nacionales siempre han sido desechados a la vera del camino por los gobiernos argentinos desde el retorno de la democracia. Antes, había hecho lo propio la Administración Menem, arrojando al basurero las posibilidades de la Argentina de intervenir efectivamente en el mercado mundial de satélites, a partir de presiones módicas que efectuara el Departamento de Estado americano. Cierto funcionario menemista reprochó a Washington, en aquella oportunidad, que el Departamento de Estado, más que opinar sobre cuestiones de Interior, emitía consideraciones acerca de naciones extranjeras. Otra declaración que corrobora que los dirigentes argentinos ni siquiera saben dónde están parados. Desde luego, el tema aparece como más meduloso, si se trata de ahondar en los desperfectos de la diplomacia argentina y las carencias locales frente a temas estratégicos. Los Kirchner han puesto el hombro para destruir el complejo industrial-militar de la Argentina; contribuyeron a la privatización despiadada de los recursos energéticos en los noventa, y luego se enfocaron en su objetivo de desnaturalizar la condición agroexportadora del país, sin el cual, la nación queda reducida a un incontestable status de república bananera -pero sin bananas-. Cuando abandonen el simbólico edificio de Balcarce 50, dejarán un país en ruinas, insalvablemente quebrado y endeudado, en medio de un sistema global de naciones que estará más lejos que nunca de garantizar similes planes Marshall a aquellos que lo necesiten. Y si acaso tal posibilidad existiera, la Argentina desde luego jamás calificaría, en función de las tropelías y desaciertos hábil e ininterrumpidamente ejecutados en el espinoso terreno de las relaciones internacionales. Por Matias Ruiz, para El Ojo Digital Internacionales. E-mail: elojodigital.com (arroba) gmail.com.
Por Matias Ruiz, para El Ojo Digital Internacionales