POLITICA: POR MATIAS RUIZ, PARA EL OJO DIGITAL

Una Presidente que ya no cosecha respetos. Cristina Fernández y las fantasías conspirativas

Las manías persecutorias que sobrevuelan el edificio de Balcarce 50 no hacen más que alimentar versiones de autosabotaje.

21 de Julio de 2010
La Presidente Cristina Fernández de Kirchner volvió a echar mano de la denuncia pública y atrilera, fiel a su deshilachado estilo, sin pruebas ni argumentos convincentes. En esta oportunidad, la primera mandataria recurrió a sus funcionarios para improvisar un acto oficial en el que se defendería las iniciativas de asignaciones familiares. Mas la presentación comenzó a colorearse con ribetes de patetismo, cuando trocó en acusaciones y denuncias de dudoso origen, a los efectos de analizar el reverberante escenario de crispación e intolerancia ciudadana. Para Cristina Fernández de Kirchner, existen -palabras más, palabras menos- situaciones que buscan incrementar el malhumor social y, a la larga, alimentar un clima "desestabilizador". Se refirió puntualmente a los lamentables eventos que vienen teniendo lugar a la luz de las internas gremiales entre la UTA y facciones de la CTA, en los subterráneos de la Capital Federal. También se consideró el factor violento a cargo de ciertas organizaciones sociales que han movilizado a piqueteros, aparentemente no oficialistas, para ocupar espacios públicos. Pero la Administración (Fernández de) Kirchner ha perdido el "elemento sorpresa". Como se presentaba obvio, en voz baja y, en la palabra de fuentes oficiales que "evitan dar su nombre", el responsable del fogoneo del malhumor social es el ex presidente Eduardo Duhalde. Acusación que el mandatario que oportunamente entregara la banda presidencial a Néstor Kirchner no ha recibido con mayor asombro, pues la posibilidad del ataque se insinuaba desde hacía tiempo. Desde luego, es una extraña coincidencia que el oficialismo se decida a emprenderla contra el de San Vicente, apenas poco tiempo después de que este confirmara su candidatura presidencial. Vuelve a hacerse patente, pues, esta suerte de vicio enquistado en el kirchnerismo, que planea con anticipación una andanada de ataques mediáticos en perjuicio de sus principales adversarios políticos o enemigos declarados. Ya lo hemos visto con Enrique Olivera, el ex comisario Luis Abelardo Patti, Elisa Carrió, con Francisco De Narváez y Mauricio Macri, y ahora, Eduardo Duhalde. Todos estos referentes, de una manera u otra, han acusado el impacto de operaciones puntuales, orquestadas con lujo de detalles por parte del kirchnerismo duro. Hoy por hoy, se presenta acomodaticio y en extremo favorable endilgarle los males actuales de la Argentina a Duhalde. Algunos sectores políticos -especialmente el radicalismo- todavía tienen presentes ciertos detalles extraños sobre lo acontecido en el conurbano bonaerense en días previos a la caída de Fernando De la Rúa, y deciden sumarse, aunque no lo reconozcan en público, a la táctica presidencial. Pero retomar el recurso trillado de etiquetar a Eduardo Duhalde de golpista era una maniobra esperada por la propia víctima. Esta era también una de las razones por las cuales el mencionado demoró hasta el final la confirmación de su candidatura por el lado del peronismo "disidente". Sin embargo, las declaraciones de Cristina Fernández dejan entrever que aún no se han ultimado los detalles del Master Plan desestabilizador, y que por ahora solo pueden exhibirse en sociedad unos pobretones remedos de pistas. Dicho de otro modo, el kirchnerismo aún no ha terminado de darle forma al plan orquestado desde la propia Casa Rosada, para victimizarse definitivamente. Un draconiano "Doble o Nada", que les permita continuar avanzando sobre la ciudadanía, la prensa y la oposición política en el Congreso de la Nación. De ese plan, cuyos detalles siguen siendo urdidos por cierto núcleo duro con llegada directa al matrimonio presidencial, también "tomarán parte" Francisco De Narváez, Miguel Angel Toma y Carlos Ruckauf -cercanos a Duhalde-, Felipe Solá y el ex Jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Asociados -para oscuros fines- a ciertos referentes del agro argentino, la industria y "siniestros" albaceas provenientes del Grupo Clarín y el matutino La Nación. Es a este nivel que Néstor Kirchner y su señora esposa se han vuelto decidida y aburridamente predecibles. En el cine, gatilla interminables bostezos toda trama en la que el final pueda anticiparse con holgura. "El jardinero es el homicida", dirá el aguafiestas de siempre. Pero nadie le reprochará demasiado, pues el resto de los espectadores sabía bien quién era el culpable, mucho antes de que el detective de rigor hiciera su aparición en escena. En el plot que nos ocupa, ya se sabe que la homicida es la Jardinera. La retórica del falso progresismo argentino ha sido siempre idéntica, mas no deja de ser contagiosa: atiende a ese vicio tan clásico del ser humano -en su versión argentina-, que siempre trata de desentenderse de los propios problemas y su resolución. La responsabilidad jamás es propia. La causa del subdesarrollo suele explicarse siempre a manos del prójimo, ya se trate de los militares, el FMI y Washington, la prensa, la Iglesia, los "empresarios", el hombre de campo o el rico. De esta manera, se abandona todo intento por resolver la problemática del momento. Antes que buscarle salida al predicamento, siempre es más tentador seleccionar un enemigo y endilgarle las causas de todos los males. Tal es la manera en que procede nuestra Presidente de la Nación, de cuyos labios jamás han salido soluciones ni propuestas concretas para lidiar con los problemas estructurales de la Argentina. Ella va hacia adelante, evadiendo la propia responsabilidad. El malhumor social -en su provocador discurso y modo de ver- es responsabilidad pura y exclusiva de Duhalde y sus diabólicos planes para desestabilizar al gobierno federal. "Son los piqueteros que buscan represión", es la frase que desparrama hacia abajo el pensamiento único oficialista. En rigor, Cristina Fernández ya hace tiempo que ha dejado de cosechar respetos, pues abusa permanentemente de esa retórica de victimización. Se presenta a los actos harto mal asesorada por Fernando Braga Menéndez y su grupo de comunicadores de baja estofa. Pero el amigo Braga Menéndez no comprende que quien pretende posicionarse como víctima ante una multitud, difícilmente puede asumir ese rol si obsequia discursos mandones y autoritarios. Y, por supuesto, quien busca victimizarse, cuando menos debe conservar un mínimo de popularidad. Queda claro, entonces, que la responsabilidad por la intolerancia social y la furia ciudadana no la tienen aquellos que interrumpen el tránsito ni aquellos que asesinan, roban y secuestran con impunidad, sino -justamente- aquellas personas a cargo de un Estado que debió habérselos impedido originalmente. La bronca ante los piqueteros viene a ser la gota que derrama el vaso repleto de violencia y falta de seguridad, de descontrol, de desorden y anarquía. Del hartazgo generalizado frente a ese propio cóctel que los mismos Kirchner se han preocupado por sasonar con esmero, vaya a saber con qué objetivos. Del cansancio y la resignación que acusan el ciudadano promedio, que sabe que nadie lo protege, y que su seguridad está garantizada solo por el azar, porque esta Administración ha decidido descuidar a todo el mundo, en beneficio de unos pocos. Ud., que está leyendo estas líneas, ¿ha reflexionado alguna vez sobre este detalle no menor? La sociedad argentina se ha enterado hoy de que el piquetero oficialista Luis D Elía denunciará penalmente al magistrado que lo procesó por la toma de la comisaría de La Boca. Extraño país la Argentina, en donde se requiere una orden judicial para desalojar una propiedad usurpada, una autopista interrumpida por un puñado de beodos, y hasta una repartición policial federal. Resultaría algo complicado imaginarse un escenario en donde un grupo de cubanos castristas bien pertrechados decidan tomar por asalto una oficina del FBI en alguna localidad de la periferia de Washington... con apoyo del Presidente Barack Obama y sus asesores. En la comparación, aunque lejana, se comprueba el imperio del desorden en nuestra culturalmente empobrecida sociedad. Es curioso que, entre los referentes del kirchnerismo, ya nadie hable de la Presidente que ganó gracias al voto popular. Hace rato que se ha abandonado esta línea retórica, para pasar definitivamente a una fase defensiva y de franca victimización. Será porque Cristina Fernández es impopular hasta entre sus adeptos más cercanos, que tienen algún atisbo de lo que sea que el matrimonio presidencial esté tramando. Por estas horas, no pocos analistas se preguntan por el celo excesivo que ha demostrado el matrimonio presidencial respecto de la situación de Zelaya en Honduras. Será porque creen que aquel experimento político-sociológico en la que el aliado de Hugo Chávez logró cosechar un grueso apoyo internacional a su autopromoción victimizante podría calar, de alguna manera, a nivel local. Los objetivos de la pareja presidencial están hoy más que claros: ellos seguirán hasta donde puedan -y hasta donde se lo permitan- con sus políticas confrontativas y confiscatorias y, llegado el momento en que no haya otra salida, echarán mano de la propia victimización, para terminar de disfrazar su inacabable seguidilla de tropiezos y desmanes. Para entonces, la falta de seguridad urbana, de la mano con un conflicto piquetero artificialmente alimentado, y el descalabro del tejido social, habrán barrido con lo que quede de la República y sus ciudadanos. La respuesta a la cuestión que plantea si acaso el mismísimo kirchnerismo está detrás de la violencia piquetera -oficialista y paraoficialista- podría surgir de un momento a otro. Mientras tanto, la Presidente continuará haciéndose llevar los periódicos nacionales en vuelos de aviones presidenciales puestos a disposición; y la prensa independiente que aún persiste seguirá privándola del "efecto sorpresa". El camino a los tribunales, al fin y al cabo, no está tan lejos. Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Política. E-mail: elojodigital.com (arroba) gmail.com.
Por Matias Ruiz, para El Ojo Digital Política