POLITICA: POR FRANCISCO MONTESANO, TOTALNEWS.COM.AR

Apuntes sobre el Congreso de la Nación: un Parlamento robotizado

El día jueves 1 de octubre por la noche me hice eco del gran error que cometían todos aquellos que acusaban al Congreso de ser una mera escribanía del Ejecutivo. En rigor, esta visión le atribuía a nuestros legisladores una categoría que en realidad no es tal: los escribanos trabajan; ellos no.

21 de Julio de 2010
El escribano es un profesional del Derecho que ejerce una función pública. El Estado le delega la facultad de "dar fe pública" de contratos, actos y hechos, para lo cual éste demanda la utilización de un sistema para que los mismos pueden ser legítimos y válidos, siempre y cuando se hayan cumplido los requisitos que indican las leyes vigentes. Tarea por demás ajena a los legisladores nacionales. Quienes demostraron -con sus actos y discursos- ser solo un conjunto de robots, cien por cien fieles al Ejecutivo Nacional. Mi afirmación se fundamenta en que un robot es una entidad virtual que en la práctica, y por su apariencia, ofrece la sensación de tener un propósito propio, mas sus acciones son inducidas por las ordenes impartidas por otro. Con mayor precisión podemos calificarlos de androides, ya que aparentan una forma humana e imitan el comportamiento de las personas. El ex presidente Néstor Kirchner había ejercido la suficiente presión para que el impresentable titular del bloque oficialista Miguel Ángel Pichetto dijera: "Tenemos el número necesario para votar la ley", y luego afirmara, "somos el partido del Gobierno y estamos alineado con sus decisiones". La primer afirmación corrobora la idea generalizada de la convocatoria a audiencias intrascendentes y la segunda, la falta de personalidad e independencia de los senadores oficialistas, cualidad propia de un robot. Legislar es, ante todo, una obligación y un deber para quien ha sido elegido por el ciudadano para representarlo. Tiene el compromiso de hacerlo a través del dictado de actos y de normas acorde a lo que necesitan quienes lo eligieron y no a quienes lo dirigen. El ciudadano tiene derecho a que quienes deliberan y gobiernan en su representación lo hagan respetando sus aspiraciones al votarlos, la discusión de pertenencia a una agrupación política y, por consiguiente, la votación inducida contra la idea de un pensamiento autónomo del legislador: es una discusión aún no resuelta. Esta situación de imposiciones de tinte político a la prensa no es una novedad en este gobierno ni en sus aliados latinoamericanos, liderados por el Bolivariano Hugo Chávez Frías. La historia suele devolver un brutal reflejo resquebrajado de estos desaciertos. El concepto de monopolio de los medios de prensa, como también el de caracterizar que estas empresas utilizan sus espacios para crear una imagen preconcebida de la realidad, es aceptada generalmente como una verdad indiscutible. De la misma manera se arman campañas de difamación o se articulan falsas imágenes sobre la gestión de gobierno, todo lo cual es cuidadosamente observado por esta suerte de pseudodemocracias latinoamericanas. Pero el poder de manipulación de la prensa no se comprende sin referentes históricos; me atrevo a ejemplificar con una situación vivida hace medio siglo y en un contexto social distinto pero con un denominador común: actuar sobre la opinión publica de una sociedad en busca de un objetivo. Después de su designación como canciller, Adolf Hitler, comenzó inmediatamente a moldear el nuevo sistema político y social. El sector de la prensa no quedó excepto en este plan. Instauró el ministerio de propaganda, nombrando en el mismo como ministro al nefasto y macabro Joseph Goebbels. El régimen concentró y dominó esta herramienta y la utilizó en la realización de sus fines políticos; en pocos años logró controlar todo el sistema de prensa escrita y radiofónica. La meta final no era informar, sino por contrario desinformar e influenciar en la población, instigándola en apoyó a un régimen dictatorial con los resultados ya conocidos: la industria de la muerte en los campos de concentración, el mundialmente conocido método para asesinar a más de 6 millones de judíos, homosexuales, minusválidos... y opositores. Para lo cual, antes se procedió a diseminar el odio, utilizando su característica combustible contra todos aquellos enemigos declarados del régimen. Se ideó un sistema que respaldó a un gobierno para iniciar la Segunda Guerra Mundial y que acabaría luego con más 50 millones de muertos. La historia es plena en ejemplos de tenebrosa manipulación social, los cuales condujeron a sociedades enteras a calamidades extremas. Albert Camus, el escritor francés, refirió en cierata oportunidad: "Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala". Por Francisco Montesano, periodista, para El Ojo Digital Política. URLs: http://blogs.clarin.com/conflictos-y-dilemas/posts http://nuevoencuentro.com/franciscomontesano/
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