POLITICA: POR MATIAS RUIZ, PARA EL OJO DIGITAL

La ultraizquierda y el Partido Obrero, los enemigos que Kirchner no esperaba. Aníbal Fernández, sin respuestas y camino de un nuevo papelón

El conflicto entre Kraft y su grupo de ideologizados y violentos ex empleados derivó en una situación que hizo temblar a la Casa Rosada. Los enardecidos agitadores que tomaron la fábrica y que la emprendieron violentamente contra la Policía Bonaerense cumplieron su objetivo: desnudar el talón de Aquiles de la Administración kirchnerista, entiéndase, la falta de políticas de cara a la inseguridad urbana. El Jefe de Gabinete se hunde más en la consideración ciudadana.

21 de Julio de 2010
Ni siquiera Néstor Kirchner en persona imaginaba el escenario de devastación que dejó la recuperación de la fábrica que Kraft General Foods administra en cercanías de General Pacheco. Las consecuencias destructivas del episodio no se miden solo a través de la vara de la demolición de propiedad privada. Los resultados también vienen a ser políticos: lo acontecido el viernes desnuda sin atenuantes que la estrategia de "no criminalizar la protesta social" de que echara mano Kirchner desde su llegada a Balcarce 50 no es otra cosa que un acto de estúpida irresponsabilidad, que disfraza inoperancia. A saber: en la visión de la Rosada, es preferible liberar espacios urbanos enteros para que encapuchados y fascinerosos hagan de las suyas, y reprimir o castigar a las fuerzas policiales por "represivas" cada vez que "cruzan la línea". Como corolario, la idea que el gobierno central intenta comunicar es que la ciudadanía debe ser "tolerante" y permitir que grupos nefastos de agitadores se hagan con el control de calles, avenidas y autopistas. En definitiva, de su integridad física y sus vidas. Mal que a muchos les pese, esta es una de las principales razones por las cuales el kirchnerismo consolidó su divorcio de las clases medias. La lectura oficialista al respecto de que los estratos medios y altos son "represores" y "videlistas" por naturaleza no coincide en modo alguno con la realidad: en cualquier estado de derecho del orbe occidental, cortar calles y vías de tránsito constituye un delito grave que conlleva penas de prisión efectiva. Por su parte, la opinión pública no cree ni reclama que los agentes de policía salgan a las calles a liquidar delincuentes y torturar contraventores. Se exige que exista una pena de efectivo cumplimiento, a los efectos de que el Estado garantice un mínimo orden social. Que el reincidente comprenda que, al tropezar con la misma piedra, solo logrará autocercenar su libertad. He aquí el tropiezo principal de la dialéctica progre, que considera que todos los pobres son delincuentes y que corresponde "dejarlos hacer", en vistas de su delicada situación socioeconómica y de que son víctimas de una sociedad desalmada que los condena (gentileza doctrina Eugenio Zaffaroni). Sobre este esquema se ha montado la retórica oficialista, que en realidad esconde el temor que el propio Kirchner resguarda en su yo más interior. Léase, que una situación de conflicto social termine por eyectarlo del poder en un teatro de operaciones mucho peor al que debió soportar Fernando de la Rúa. Precisamente, lo peor del elemento del Partido Obrero y sectores estudiantiles igualmente ideologizados se complotó el pasado viernes para cercar a la Ciudad de Buenos Aires mientras se desarrollaba el conflicto en la planta de Kraft en provincia. Casualidades que no lo son tanto. El objetivo de estos deleznables individuos consistía, básicamente, en provocar a las fuerzas policiales de la Capital para que desataran mecanismos de represión también de este lado de la Avenida General Paz. Luego, aprovecharían políticamente la situación para consolidar su destructiva agenda. Gran parte de la opinión ciudadana se pregunta hoy si no es el momento para remover la personería política del Partido Obrero. Sus militantes -especialmente los alienados jóvenes que conviven en su estructura- solo entienden de caos y desorden. Se movilizan con estructura celular ante cada manifestación y siempre portan cocteles Molotov en sus mochilas. No son otra cosa que una verdadera asociación ilícita. Situación lamentable que continúa repitiéndose, siempre con idénticos resultados. Bien lo ha reflejado Diario Clarín en su edición impresa de este sábado: tanto Cristina Fernández como Néstor Kirchner y sus principales laderos seguían minuto a minuto las noticias de esta suerte de "viernes negro". En rigor, los hechos violentos producidos en los albores del fin de semana fueron -sin temor a error- una muestra gratis de lo que podría ocurrir durante los próximos meses en las calles de ciudades y pueblos de la Argentina. Los Kirchner no lo vieron venir: la operatoria reaccionaria de los grupos de ultraizquierda que tomó calles y autopistas durante la tarde del viernes se dio en un contexto en extremo sugerente y sospechoso. El "globo de ensayo" estuvo dado por el actuar simil guerrilla urbana de un número específico de grupos, que iban testeando la reacción policial a lo largo de la Autopista Panamericana y la Autopista La Plata-Buenos Aires. Scioli debió coordinar rápidamente el trabajo de Gendarmería Nacional (conjuntamente con la Nación), la Policía Bonaerense y la Policía II de León Arslanian. Pero nunca hubo el número suficiente de efectivos: esto fue lo que le permitió contragolpear a otro nutrido grupo de jóvenes que se hizo dueño -por horas- de la salida desde la Ciudad de las Diagonales hacia Capital. Allí no había fuerzas policiales disponibles, pues el grueso de la tropa se hallaba en las salidas cercanas a la localidad de Quilmes y otras, expectantes. Faltó prevención. Faltó inteligencia -operativamente hablando-. Pero también escaseó (aunque funcionarios encumbrados se ocupen de negarlo) voluntad de parte de muchos uniformados. ¿Qué descubrimiento hicieron, desde lo operativo, los aguerridos militantes del Partido Obrero y sus secuaces? Revelaron la abierta incapacidad de las fuerzas de policía para cubrir todos los escenarios posibles al mismo tiempo. Esa gimnasia resultó un dolor de cabeza no solo para el Gobierno Nacional sino también para Daniel Scioli: por primera vez, éste corroboró que su estabilidad en la Gobernación no solo asoma endeble desde la perspectiva económico-social. Tapoco gana tranquilidad desde la óptica de la seguridad urbana. El día de mañana, la misma organización exhibida por la ultraizquierda el viernes podría gatillar focos de incendio en puntos neurálgicos de la provincia, con el objeto de llamar a la represión y garantizarse un par de muertos como para "cargarse" al Gobernador y celebrar cada año cortando el Puente Pueyrredón o sitios similares. La rueda vuelve a girar. El extremismo argentino y los referentes de "derechos humanos", en vista de que carecen de visión y la más mínima aprobación social, solo pueden echar mano del recurso de promover a la violencia para renovar la cifra de muertos por homenajear. Escenario global que -nuevamente- es resultado y consecuencia de las políticas impuestas por el kirchnerismo y sus asociados, desde que se encaramaron al poder con su ingente carga de ineptitud en el portafolios. En el interín de lo sucedido el viernes, el rol del Jefe de Gabinete, don Aníbal Fernández, no sorprendió, dado que volvió a recaer en la vía del papelón. Fernández aún mantiene potestad sobre el trabajo y la movilización de las fuerzas de seguridad de todo el país, particularmente Gendarmería Nacional y Policía Federal. El a estas alturas más que insufrible Ministro se enfureció con el alcalde Mauricio Macri, quien protestaba por los cortes de vías que habían cercado a la Ciudad de Buenos Aires. Aníbal recordó que "no se puede arreglar todo a palos, como le gustaría a Macri". Sin embargo, cabe preguntarse con qué orden (no basta solo con la de un juez) los gendarmes procedieron a reprimir a los militantes en Kraft y alrededores. Gendarmería Nacional no mueve un dedo sin que Aníbal Fernández lo ordene, de aquí que nadie entienda bien lo que sucedió. Y, lo que es más, ¿por qué se procede a desocupar una fábrica y una autopista en provincia de Buenos Aires, mientras que en la Capital Federal se tolera el encerramiento total de sus ciudadanos? La pregunta para Aníbal Fernández -lector regular de El Ojo Digital- se vuelve obligada, aunque la respuesta se insinúa por sí sola: ¿Señor Ministro, Ud. toma a los ciudadanos del país por idiotas? A la postre, resultó ser que ni las clases medias ni el agro argentino tenían una vocación tan "destituyente" como la exhibida por el Partido Obrero y los fracasados pseudoestudiantes de Sociales y Filosofía que -Molotov, piedras y palos en mano- arremetían contra todo aquello que se moviera y tuviera color de uniforme policial. Lo irónico de la situación es que, si acaso esta horda de hombres de Neanderthal termina echando a Cristina Fernández, Néstor Kirchner y a Daniel Scioli del poder a dolorosos puntapiés, una sociedad entera aplaudiría de pie. ¿Hay que rasgarse las vestiduras y ser hipócritas, o antes hacer uso de una soterrada dosis de sinceridad para hablar de ello? Para referir unas líneas a Buenos Aires, a Mauricio Macri más le vale acelerar los tiempos para poner a su nueva Policía Metropolitana a trabajar con sobrado esmero y así encarcelar de una vez por todas a piqueteros, cuidacoches y trapitos violentos. Objetivos que, ni más ni menos, coinciden con lo que sus votantes le reclaman desde su primer día en Bolívar 1. Por fortuna, para cuando ello suceda, ni Néstor Kirchner ni Aníbal Fernández estarán ya en funciones en la órbita del Estado Nacional. Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Política. Email: elojodigital.com -arroba- gmail.com.
Por Matias Ruiz, para El Ojo Digital Política