POLITICA: POR MATIAS RUIZ, PARA EL OJO DIGITAL

Vedettismo peligroso: Eduardo Duhalde vs. Francisco De Narváez o Kramer vs. Kramer

Existen numerosos cortocircuitos entre el duhaldismo y el "denarvaísmo", muchos de los cuales El Ojo Digital ya se ocupó de detallar -gracias al aporte de sus fuentes-. Pero los dos referentes, cada uno a su manera, recorren la vía de un peligroso "vedettismo" que podría terminar favoreciendo al matrimonio presidencial.

21 de Julio de 2010
El Ojo Digital viene ocupándose -en sus últimas columnas y reportes de tinte cuasiconfidencial- de la interna existente entre el caudillo de San Vicente y ex presidente Eduardo Duhalde, y el todavía flamante vencedor y dueño del laurel electoral Francisco De Narváez, quien ahora ha agigantado su figura al punto de convertirse en el principal referente de PRO. Mauricio Macri -contra el deseo de muchos porteños- ha resultado ser el perdedor resignado de una minicontienda en que se "batió a duelo" con el ex titular de Casa Tía. El Jefe de Gobierno porteño -como se ha visto- no cosechó el caudal de votos necesario en la Ciudad Autónoma que le hubiera permitido lanzarse con tranquilidad a las turbulentas aguas de la futura pelea por el 2011. Como resultado directo del magro resultado de Macri en la Capital Federal, y del golpe magistral que De Narváez le impuso a Néstor Carlos Kirchner en la provincia de Buenos Aires, ahora quien manda en el espacio PRO es el "Colorado". Mal que le pese a muchos ex macristas y que ahora prefieren sintonizar el dial de De Narváez. Es que De Narváez resultó no ser el tímido e ingenuo muchacho que asomaba en la previa de las elecciones. Aún en el seno del verdadero poder del "pejotismo" del riñón de Eduardo Duhalde, no faltaron quienes terminaron por reconocerle al accionista del Multimedio América sus habilidades. Empero, Francisco De Narváez se ha visto envalentonado a un nivel perjudicial: se llevó por delante a Mauricio Macri y optó por "hacerse el interesante" con Eduardo Duhalde y los referentes de peso en el PJ disidente. A días de las legislativas del 28 de junio, el ex presidente se ofuscó y terminó negándole al de PRO los fiscales necesarios para territorio bonaerense, una vez que muchas de sus figuras fueron irrespetuosamente bajadas de las listas provinciales. Pero De Narváez se hizo de la elección de todas formas. Su refinado envalentonamiento no tuvo que ver directamente con su triunfo -obtenido por los "dos puntitos" de diferencia con que, ceño fruncido mediante, Kirchner se refirió al comicio-. De Narváez sabe bien que ganó por un margen de entre cinco y seis puntos porcentuales. Porque el esposo de la Presidente de la Nación hizo de las suyas. Solo que no le alcanzó. Esa ventaja consolidó a PRO como victorioso indiscutido del escenario bonaerense. Al parecer, los elevados gastos en publicidad, sumados a las extensas caminatas por el terreno, rindieron su fruto. Hay que reconocerlo, De Narváez se movió "como pez en el agua" en territorio hostil y, gracias a una estrategia pesimista y que fuera inspiración de libros de administración de empresas y negocios, peleó por más votos de los que precisaba. Por las dudas. Pero las mieles de la victoria -se dice por allí- suelen embriagar. El victimario se convierte, a la postre, en víctima. Desde su dorado pedestal, Francisco De Narváez se lanzó a minimizar las opciones presidenciales de su socio Mauricio Macri, a desacreditar el aporte del duhaldismo después, y ahora le dedica ácidas diatribas al matrimonio presidencial caído en desgracia. También mandó a Hugo Moyano a "hablar menos y a manejar camiones". Es evidente que De Narváez no leyó a Nicolae Macchiavelli. Lo que es peor, prefiere prestar oídos a las sugerencia de ese grupúsculo de "picasesos" que lo acompañan en todo momento y que le sugieren que es hora de llevarse al mundo por delante. Cierto individuo de apellido Ferrari es el líder y mentor en las sombras de esa corriente interna que fogonea a De Narváez para que ponga a Eduardo Duhalde en su lugar. Y en esta instancia comienzan a jugar esas variables que conocen hasta los más inexpertos de la política (a falta de un eufemismo más enriquecedor desde el vocabulario). Porque cualquier militante de baja estofa sabe muy bien que no es inteligente ningunear a Duhalde y sus socios. Desde luego, Eduardo Duhalde ha tenido sus momentos para el olvido. No pocos recuerdan que, en ocasión de la campaña presidencial que colocaría a Carlos Saúl Menem como primer candidato, fueron necesarios un sinfín de meses de reuniones para que el de San Vicente aceptara figurar como Vice debajo de aquel riojano cuyas patillas se mecían al viento. Porque el Piloto de Tormentas también la jugó de "interesante" en sus "años mozos". Pero a Storm Pilot deben reconocérsele una ingente cantidad de méritos, comenzando por el incontestable hecho de que -ya sentado en el sillón de Rivadavia- hizo lo mejor que pudo para reordenar las finanzas nacionales y provinciales, tras el desmadre dejado por Fernando de la Rúa. Desde luego, todos conocemos el final de la historia. Néstor Kirchner tomó las riendas de la Argentina y procuró modificar la realidad al punto en que hoy es él quien se jacta de haber puesto "la casa en orden". Falacia de proporciones, en cuya construcción lo asistieron el Multimedio Clarín y un pequeño pero ruidoso grupejo de pasquines de la ultraizquierda. Desde entonces, solo hemos conocido la verdad desde una lupa mezclada con elementos orwellianos y otros tantos, extraídos de Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. Es a partir de estas cuestiones que hoy día se vuelve imprescindible para cualquier lector estudiar la manera en que los medios nos presentan la realidad. Faena que no se nos presenta tan compleja, habida cuenta de que nuestra pobre dirigencia política recurre a lecturas en extremo básicas para intentar modificar nuestro sentido de realidad. Nosotros, los argentinos, colaboramos con esa estructuración: adolecemos de una visión distorsionada del self; esto, a los efectos de condimentar la receta con especias de origen psicológico. Duhalde y De Narváez -aún cuando no lo hayan terminado de comprender- constituyen una suerte de matrimonio, que comparten un bien demasiado difícil de dividir -en caso de una separación-: la gobernabilidad. La victoria en las legislativas de la provincia de Buenos Aires le pertenece a ambos. Pero la responsabilidad de qué hacer con ella, también. Entre bambalinas, otro ingrediente problemático debe ser considerado, pero parece ser que está siendo dejado de lado por los protagonistas principales de esta columna. Mientras prevalecen los tironeos entre ganadores, Néstor Kirchner aprovecha la circunstancia para reposicionarse y volver a acaparar la escena. El ex presidente -pero titular de facto del Ejecutivo- toma nota de la situación, y aprovecha para garantizarse el mantenimiento del status quo de la discrecionalidad en el manejo de las finanzas públicas, incluyendo retenciones y superpoderes, en medio de la distracción y el laberinto opositores. Realidad no menor que se conjuga dentro de la ecuación: los sectores productivos del país y su ciudadanía siguen siendo los rehenes del desparpajo kirchnerista. Hay una sensación comprobable en la opinión pública, esta es, que los referentes victoriosos de la oposición continúan enfrascados en sus escaramuzas y no solucionan sus problemas, a pesar de que ya se han alzado con los sufragios que les otorgó el electorado. En medio del desmadre, si el matrimonio presidencial se las arregla para imponer un forzado "Bono Patriótico" o implementar un nuevo corralito financiero -como lo señalan diversas fuentes de Inteligencia-, la responsabilidad será, en gran parte, de la oposición que no se pone de acuerdo. Mientras tanto, la prensa tradicional oscila entre un evidente estado de narcotización y una malsana indiferencia. No se puede esperar demasiado de los columnistas de siempre de La Nación o del otrora kirchnerista Clarín. Tal es la confusión de los ganadores del 28 de junio, que -en el interín- Kirchner continúa asegurándose jugosos negociados y hasta se atreve a finiquitar unos cuantos más, ya se trate de los arreglos encaminados a monopolizar la televisación de los partidos del fútbol local o de la manutención del propio e injustificable enriquecimiento. También se suceden noticias escandalosas y preocupantes, ocultadas o minimizadas por el periodismo. Allí está el caso -ya olvidado- del robo de fusiles de asalto en Campo de Mayo por parte de hábiles individuos de mirada torba. Hace pocos meses, una repartición policial en la provincia de Chaco también fue víctima de una operación similar. Cierto elemento guerrillero aprovecha la distracción de los informadores públicos y comunicadores sociales para enriquecer su agenda. Este elemento -debe decirse- ha encontrado su lugar y caldo de cultivo en gran parte gracias a la connivencia con sectores políticos en extremo ideologizados del kirchnerismo. Más nos vale a los argentinos que algo concreto salga del nuevo cónclave peronista de La Plata, y que tanto Eduardo Duhalde como Francisco De Narváez y Felipe Solá acerquen posiciones. Como ya se ha dicho hasta el cansancio desde este humilde medio, no hay más tiempo que perder. De Narváez y el caudillo de San Vicente deberán poner punto final al tan dañino vedettismo del que han echado mano. El ex dueño de Casa Tía deberá dejar de prestar atención a ese grupejo de monjes negros que envenenan su pensamiento. Duhalde, por su parte, deberá también poner lo suyo y desmontarse de su rol de piloto de tormentas. Dicho sea de paso, aquellos de nuestros lectores que consideran que poco importa repasar noticias al respecto de la interna peronista, no deben equivocarse: por estas horas, en ese espacio de poder aún permanece la cuota de influencia para hacer y deshacer a nivel nacional. De Narváez podrá tener razón cuando recuerda que es el gran ganador del 28 de junio, pero de igual forma tiene que comprender que Eduardo Duhalde es el único capaz de colocar bajo su ala a referentes poderosos de la talla de Luis Barrionuevo y convocantes del menemismo. Iconos que, no hace mucho, se situaban en la vereda de enfrente. En rigor, es cierta la sentencia de Duhalde cuando le recuerda al "Colorado" que: "los votos que uno cosecha ayer pueden no estar allí mañana". A este respecto, es de lectura obligada la reciente entrevista que el de San Vicente le otorgara al matutino La Nación, el domingo 9 de agosto, intitulada Este gobierno tiene fecha de vencimiento. Titular que puede sonar a verdad de perogrullo, pero que bien vale recordársela a muchos lectores distraídos. A los efectos de rematar la presente columna, vale también recomendar a Francisco De Narváez el minitour que "Luisito" Barrionuevo realizara por no pocos medios en las últimas semanas, en donde -con firmeza- recomienda que Eduardo Duhalde debería ser el próximo presidente de transición, con Roberto Lavagna como Ministro de Economía o Jefe de Ministros cuando menos. Ciertas expresiones que recorren las pantallas de tevé no pueden ser consideradas como vacua casualidad. Corresponde, en su lugar, tomar debita nota de todas ellas y -para el caso- poner "manos a la obra". A fin de cuentas, todos saben quién es el verdadero enemigo. El rival más tenaz no es aquel que se rinde a la primera oportunidad. Al contrario, aprovecha cualquier distracción para seguir haciendo de las suyas. Mi conclusión se atreve a ser tan sencilla como categórica: si el peronismo disidente no acuerda una estrategia cuanto antes, el país corre el riesgo de quedar a la vera de un precipio que bien podría ser similar a diciembre de 2001, o bien empequeñecerlo en comparación. Por Matías Ruiz, para El Ojo Digital Política. Email : elojodigital.com -arroba- gmail.com.
Por Matias Ruiz, para El Ojo Digital Política