INTERNACIONALES: POR MATIAS RUIZ PARA EL OJO DIGITAL

El avance chino y las reminiscencias del proyecto Star Wars o SDI -Iniciativa para la Defensa Estratégica-

La República Popular China confirmó la destrucción de uno de sus antiguos satélites mediante el lanzamiento de un misil desde una base terrestre. El Pentágono ya expresó su preocupación y el episodio es una bisagra que bien podría presagiar una nueva Guerra Fría.

21 de Julio de 2010
Muchos años después de que el conflicto ruso-norteamericano cayera en el olvido -afortunadamente gracias a la caída estrepitosa del comunismo-, hoy una suerte de nueva "Guerra Fría" parece estarse gestando. Para muchos, el resurgimiento de China como una nueva amenaza para Washington es una sorpresa, pero quienes ven la noticia de esta manera han olvidado los planes que en 1972, Richard Nixon había acordado con los rusos para atacar a los orientales. En un momento no especificado de aquel año, la URSS había comenzado a trasladar cargas nucleares a su frontera con China, con la intención de iniciar un ataque preventivo en acuerdo con la Casa Blanca. Pero la iniciativa fue detenida poco tiempo antes, dado que los analistas de uno y otro lado clamaron que la precipitación radiactiva aniquilaría a gran parte de la población del Japón y países aledaños. Del mencionado episodio -que fuera material de cable de las principales agencias internacionales- no se hicieron grandes comentarios pero no pocos concluyeron que el verdadero enemigo de rusos y americanos fue, desde siempre, la China comunista. Al margen de las diferencias ideológicas -muy notorias- que se dejaban traslucir entre el comunismo de Mao y la versión marxista-leninista que imperaba en la ex URSS, estaba muy claro que americanos y rusos fueron aliados desde siempre. Fue el gobierno del presidente estadounidense Richard Nixon -primer presidente en visitar China- el que comenzó a vislumbrar a los orientales como el gran enemigo que Estados Unidos debería hacer frente en el futuro. Era cuestión de tiempo para que los chinos comenzaran a enfocar el esfuerzo de su monumental mano de obra para modernizar a la nación en lo tecnológico y militar, una realidad que hoy pocos podrían dudar. La razón dentro de la sinrazón llevó a los científicos de las grandes potencias a explorar otras posibilidades en lo que a desarrollo de armas de destrucción masiva se refiere. La imposibilidad de utilizar armas nucleares contra China en su momento y contra Vietnam después llevó al desarrollo de otros proyectos, que no fueran tan "dañinos" para el medio ambiente. Un ejemplo fue el desarrollo de la bomba de neutrones, que libera una gran cantidad de energía en forma de radiación neutrónica y destruye tejidos biológicos y dispositivos electrónicos pero sin liberar cantidades ingentes de radiación como lo haría un arma nuclear convencional, altamente contaminante. Con el tiempo, Ronald Reagan sería el responsable de llevar la guerra nuclear al espacio, con su Iniciativa para la Defensa Estratégica (SDI), cuyos detractores denominaron, cínicamente por supuesto, Star Wars. La mencionada iniciativa tenía como intención crear una suerte de "escudo" que protegiera el espacio aéreo estadounidense y de Canada mediante la utilización de "satélites asesinos" y láseres de alta potencia redireccionados con espejos localizados en órbita. Este escudo haría de cortina contra un ataque nuclear a gran escala proveniente de la Unión Soviética, o al menos así se mencionaba oficialmente. El programa fue duramente criticado no solo porque requería una cantidad desproporcionada de recursos financieros y tecnológicos -la inversión proyectada no sería menor a los US$ 200 mil millones-, sino porque se dijo que era impracticable frente a un escenario real. De hecho, la URSS respondió con una serie de contramedidas, como la implementación de los misiles nucleares de ojiva múltiple -MIRV, en la denominación americana-. Este sistema tenía la intención de hacer "perder tiempo" a los láseres americanos en órbita, que no podrían identificar a las cabezas nucleares vacías de las reales al momento de separarse de su motor en la estratósfera. De hecho, los rusos también experimentaron con sistemas de satélites asesinos -denominados de esta manera pues su trabajo es destruir otros satélites-, con lo cual podrían destruir el sistema Star Wars antes de que pudiera entrar en acción. Los soviéticos también invirtieron grandes esfuerzos de tiempo y dinero en su programa FOBS -siempre según la denominación americana y que significa Sistema de Bombardeo Orbital Fraccionado-, a través del cual sus satélites en órbita -cargados de armas nucleares- podían atacar a la zona continental de Estados Unidos pero desde el polo sur, porción no contemplada en la vigilancia de NORAD -el sistema estadounidense de alerta temprana de misiles-. Podría decirse que SDI inició una suerte de carrera armamentista en el espacio, con lo cual finalmente se hubiera convertido en realidad un escenario de ciencia ficción en donde misiles, satélites y láseres con banderas de ambos participantes se enfrentarían en el espacio exterior, sin que desde la Tierra pudiera visualizarse ni sentirse el conflicto. Ahora bien, China no podía demorar su ingreso a este selecto club. Luego de la caída del comunismo soviético, los programas de defensa espacial americanos fueron desatendidos. No puede decirse lo mismo del programa espacial chino -que no solo domina la tecnología misilística a nivel estratégico, pudiendo destruir Estados Unidos en no más de 45 minutos- sino que también proyecta enviar un hombre a la luna para el año 2024, a más tardar. Marte también se encuentra en la lista de objetivos, al igual que la instalación de una base lunar. La noticia del día ha exasperado los ánimos pacifistas de numerosas naciones europeas como Alemania, a la vez que Estados Unidos -y lógicamente, el Pentágono- ha demostrado gran preocupación. Ocurre que, doce días atrás aproximadamente, la agencia espacial china se encargó de destruir un antiguo satélite de pronóstico climático, misil mediante. El problema es que este tipo de pruebas no había sido realizado por nación alguna durante 20 años, no solo debido a los distintos tratados sino, principalmente, debido a las dificultades técnicas para realizarlas. Mediante este ejercicio, China ha demostrado tener la capacidad para localizar y destruir satélites de naciones enemigas, con lo cual la preocupación se convierte en lógica. De hecho, los restos que el satélite destruido ha desperdigado por el espacio puede obstaculizar e incluso inutilizar otros satélites, en una secuela probablemente no considerada por las autoridades espaciales y militares chinas. Desde luego que las principales voces de protesta se alzaron desde Tokyo y Canberra -capital de Australia-. El temor de Japón es comprensible, pues sus fuerzas armadas aún se encuentran bajo una suerte de parálisis en sus planes de desarrollo, alimentada desde Washington a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Japón no podría hacer frente jamás a una agresión proveniente de sus antiguos enemigos en la región. Algo similar puede decirse de Australia, una nación con fuerzas armadas bien equipadas y tecnológicamente superiores aunque inferiores en número a los 2 millones de soldados que ostenta la República Popular China. La preocupación de Washington obedece a que China viene a constituir el "palo en la rueda" de sus intereses de dominación mundial o sistema de pax americana -dicho a modo de eufemismo-. Con solo destruir la red militar de satélites de Estados Unidos, la nación ciertamente quedaría a merced de cualquiera. No más bombas inteligentes -guiadas por satélite- ni información de inteligencia proveniente de satélites espías. Ni que hablar del caos derivado de la destrucción de los sistemas de comunicación tradicional. La avanzada en la tecnología espacial de los chinos -particularmente en lo relacionado con la destrucción de satélites enemigos, y por ende, de sus comunicaciones a nivel global- podría otorgarles una ventaja fundamental dado que sus fuerzas tienen un atraso tecnológico de no menos de veinte años si se las compara con las del Pentágono. Después de todo, el proceder en el arte de la guerra tiene que ver en gran parte, con el descubrimiento de "atajos", y el presupuesto de defensa de los chinos no excede los US$ 36 mil millones anuales, una porción insignificante si se compara con los gastos militares norteamericanos. Desde luego que la novedad es preocupante. La Administración Bush -o la que la suceda- deberá olvidarse del mal momento económico y extraer nuevos recursos para reactivar los planes militares en el quehacer de la defensa espacial. Como sucedió con las tres películas iniciales de George Lucas, todo parece indicar que, en la versión real de Star Wars, una continuación se avecina.
Por Matías Ruiz para El Ojo Digital