LA COLUMNA DE JORGE ASIS EN EL OJO DIGITAL: DEPRIMIDA CUMBRE SUDAMERICANO-ARABE

La diplomacia del churrasco trilateral

Lejos de ser el fundamental, pero la hipocresía bien administrada es un atributo irreemplazable para las sutilezas de la política internacional. Sin embargo, después de todo es gratificante verlos sonreír, a los tres presidentes, para la fotografía.

21 de Julio de 2010
Al anfitrión, por ejemplo, Lula. A su enojoso y reclamatorio vecino, el imprevisible Kirchner, con su actitud prepotente de derrotado. Y al exasperantemente conflictivo Chávez, el único del terceto que nada tenía para perder, y que se disponía a disfrutar de una cumbre especial, a su medida. Entonces puede vérselos como distendidos, a los tres, en la Granja do Torto. Unificados en el sublime artificio de Petrosur, donde tampoco nada tiene para perder el presidente de Venezuela, que siempre queda parado. Y con una fuerte pose de estadistas populares. Se disponen a ensayar la diplomacia del churrasco. Compartirán un asado que es, en apariencia, la principal actividad que el presidente argentino mantendrá en su tan elaborado desplazamiento hacia Brasilia. Lula La sonrisa del festivo anfitrión sirve para simular, en principio, el fracaso anunciado de la primera Cumbre entre la América Latina y los Países Árabes. Trátase del máximo acontecimiento diplomático organizado por Itamarati. Una lástima que incite a evocar nuevamente aquella frase genial de Macedonio Fernández: "En la fiesta, había tantos ausentes que, si faltaba otro más, no tenía sitio". La presuntuosa cumbre, al final, naufragará en una de las tantas asambleas desiguales. Se convertirá en una llanura de proclamas y expresiones de deseos. Al quinto discurso ya cuesta atender el próximo. De manera que el anfitrión, junto a algunos colegas presidentes de los países de la Sudamérica que aspira naturalmente a liderar, tiende, magnánimo, un puente de civilización hacia los mandos notablemente intermedios de los países árabes. Trátase entonces de una interlocución tan positiva como inequitable. Téngase en cuenta que, en aquellos parajes por donde comenzó la civilización, aún pesa, para ser exactos, el sentido de las jerarquías, que tiene su propio lenguaje. Y donde el poder, en general, no se comparte. Por más abnegados discursos que se pronuncien en reuniones multilaterales, en general en los países del llamado mundo árabe distan de celebrar el arte del consenso. Por lo tanto, si en la plaza no se sienta la máxima autoridad, aquel que lo suplante, así se trate del canciller, es un atildado señor perfectamente principesco, pero políticamente un cuatro de copas. De manera que la inversión de Brasil, con sus esfuerzos organizativos y los nueve mil soldados para protegerlos, es ostentosamente inútil. Por lo tanto, para proyectarse como gran líder mundial, si Brasil quiere hacer pata ancha en el planeta, no debiera arriesgarse en la animación de cumbres irrepresentativas, que precisamente no le ocasionan prestigios. Sólo el presidente de Argelia, Bouteflicka, un hombre de breve estatura y fuerte inteligencia, registra algún peso propio en la balanza del mundo árabe actual. Sin embargo, el argelino asiste, sobre todo, por su condición de presidente temporal de la Liga Árabe. Si faltaba él correspondía, en todo caso, apagar la luz. También se encuentra presente en Brasilia la máxima autoridad de la zona más maltratadas por la pólvora. El Irak. Con sus viejas historias, Talabani, el líder del Kurdistán iraquí, podría amenizar los dos días de encuentros y auriculares, con resultados infinitamente más optimistas que la montonera de declaraciones voluntaristas sobre futuros intercambios económicos y culturales que el próximo miércoles comenzarán a olvidarse. Talabani, él kurdo sólo, podría desasnar informativamente a las cancillerías latinoamericanas contándoles acerca de los motivos de tantas formidables ausencias. Podría aparte ilustrarlos sobre las precauciones de Turquía, sobre los deslizamientos nucleares del Irán, sobre la imposibilidad de terminar esa guerra incomprensible que condujo a los Estados Unidos al peor de los laberintos, entre el desprestigio humanitario y la pulverización de su credibilidad. Además se encuentra, en Brasilia, el representante del pueblo del sufrimiento que, por viejo, se contempla con agobiada indiferencia. El presidente Abu Mazzen, de Palestina. Acaso sean las presencias, entonces, las que pueden explicar los cinismos de tantas ausencias. Porque habrá que aceptar que no fue necesaria la presión de Condolezza Rice para devaluar el nivel de la representación política del arabismo. En general se trata de los propios hombres fuertes de los grandes países árabes los que no quieren, ni de lejos, comprometer con sus presencias, ningún documento declaratorio, que Israel -o sea, los Estados Unidos-, pueda juzgar como hostil para sus intereses. Y sobre todo emitido en su zona de influencia, que el Brasil pretende disputar. ¿Cómo pudo haberse equivocado tanto Itamaraty? El canciller Amorim intentará responder la pregunta, y no tendrá otra alternativa porque en Brasil se exige más rigor a sus cancilleres que en la Argentina. Porque, sin la máxima representación de Egipto, de Siria, de Arabia Saudita, de Jordania, Marruecos o El Líbano, hablar de cumbre suena, por lo menos, a triste ironía. Kirchner Milagrosamente no se equivocó en decidir volverse antes. Fue, tal vez, de los pocos aciertos de sus giras como estadista. Los auriculares, definitivamente, no están hechos para él. No entiende un pomo del mundo árabe, ni le interesa un pepino la fórmula del "puente de civilizaciones", retórica con que los estrategas de Itamarati pretenden diferenciarse de la pugna de civilizaciones de Huntington, y la frívola alianza de civilizaciones de Zapatero. Al fin y al cabo, tanta ansiedad preparatoria para una reunión bilateral con Lula, tantos artículos de Cardoso y de Granovsky, para que el periplo derivara en las puerilidades de un churrasco trilateral. Con el agregado del único que se podía divertir, Chávez. Sin embargo, no sería del todo desatinado aconsejarle al presidente Kirchner que no trate, en adelante, a sus connacionales, como idiotas. Debe comprender que se le acabó la impunidad conceptual. Que en adelante podrá toparse con alguien que le señale, por ejemplo, que los agigantados problemas del Estado argentino con el Estado de Brasil no se arreglan con una fotografía precaria y un asado. Y acompañados, para colmo, por el hilarante locutor, Chávez. El Chávez al que Vulgarcito se propone contener. Puede admitirse, al extremo, que Kirchner suponga, en su incultura inagotable, que el argentino puede ser un idiota. Después de todo con semejante creencia no le fue nada mal. Caso contrario, que sean consultados los santacruceños, a los que supo subestimar durante diez años, sin rendir, aún, sus misteriosas cuentas. Sin embargo no resultaría tampoco conveniente que Kirchner tomara como un gil, por ejemplo, a Bush. O al propio Chávez. Porque los improvisados que transitoriamente gobiernan el país tan maltratado, no tienen derecho a tanta arrogante ingenuidad. A permitir que trascienda, a través de los diarios mayoritariamente adictos, y obstinadamente acríticos, su estrategia de contenedores, de intermedios. Francamente: ¿A quién puede contener Kirchner? Si verdaderamente piensa, en sus raptos de asociación libre, que puede legitimar las vacilaciones, las ambigüedades de su carencia de estrategia política, con el cuento de una guiñada, divaga. Con el imaginario de una intermediación ante Bush, para contener a Chávez o a Castro. Es de una adolescencia estructuralmente enternecedora. Aparte, para colmo, en todo caso llega tarde para la contención. Porque es exactamente el rol que cumple Lula. Por encargo. Y sin contarlo. De todos modos, por una vez, Kirchner acertó. Tuvo razón de anticiparse y regresar al único sitio de la tierra donde, aún, se lo tiene en cuenta. Es el presidente, a pesar de todo, de la Argentina. Y la cumbrecita brasileña no estaba para su nivel. Bastaba ampliamente con ponerle los auriculares a Juan Pablo Lohlé. Lo que de ningún modo puede aceptarse es que agravien con un argumento infantil. Que anuncien el regreso porque se cumplieron las expectativas. Después de tanto alboroto de tinta y de palabras, no pueden ser tan módicas las expectativas. Merecía más que una copa de vino brasileño (ideal para tomar con soda), un churrasco, y una fotografía risueña con Lula y el locutor irresponsable, Chávez. Al bolivariano que pretende, ilusoriamente, contener.
Jorge Asís Digital