LA COLUMNA DE JORGE ASIS EN EL OJO DIGITAL: EL ENCARCELAMIENTO DE MARIA JULIA ALSOGARAY

Bolas de Nieve

Aproximaciones marxistas para explicar el cautiverio de la presa política María Julia Alsogaray.

21 de Julio de 2010
El menemismo, al fin y al cabo ¿fue un movimiento circunstancialmente feminoide? De otro modo no se justifica que los máximos impugnados -o tantos anónimos que cambiaron sustancialmente la contabilidad- carezcan de mayores dificultades de movimiento, y la señora María Julia Alsogaray continúe detenida en un cuartito que nada tiene de azul, como el del tango. Lejos de la intención de santificarla, un observador puede preguntarse a qué se debe entonces tanto ensañamiento tribunalicio. ¿Por qué tanta implacable penitencia en el país de la impunidad? ¿Acaso María Julia paga las consecuencias de cierta soberbia intolerablemente frívola? La transgresión de una piel blanca sobre la madurez de su cuerpo desnudo, y arrojar bolas de nieve en la Bariloche de los noventa, no justifican, de por sí, tantos años de detención. En realidad, cuando se dispone del poder cualquier prepotente puede perfectamente tomar comisarías. Agraviar el prestigio institucional con militantes rentados que responden a la despreciable chiquilinada presidencial del boicot. Instalar a la respetable esposa del ministro más involucrado en el máximo organismo que debiera controlarlo. Admitir que en diversas secretarías de estado desfilen casi tantas valijas como en los aeropuertos. Cuando se dispone del poder se puede, incluso, hasta privatizar como si fueran propios mil millones de dólares de una provincia que ardorosamente los necesitaba, para hacerlos desaparecer y no brindar explicaciones durante diez años. Sin embargo, en cuanto el poder se diluye suelen sobrevenir también difusos raptos de moralidad sanitaria entre aquellos cómplices que callaron y colaboraron oportunamente con el estigma de la condescendencia. Y aquel que se creyó soberbiamente impune deberá soportar entonces las consecuencias prácticas de la degradación. Acaso por la posible persistencia de semejante ciclo perverso, se le puede recomendar al ministro De Vido que, entre tanta obra pública anunciada, planifique además la construcción de los próximos pabellones vips. Porque invariablemente unos cuantos secretos impunes de la actualidad tendrán la alternativa de habitarlos. Suelo citar, a menudo, el caso de María Julia. Y es como si me deslizara por el camino turbulento de la provocación. Sin embargo, la noche del domingo, en el templo político del Profesor Grondona, en cuanto coloqué su nombre en la mesa surgió una reflexión ilustrativa. Emanó del intachable periodista Gómez Castañón. Dijo : "María Julia se afilió mal". En otros ámbitos, suelen improvisarse argumentaciones banales que directamente atribuyen el encierro de la señora a la carencia de apoyos del culposo universo justicialista. En definitiva, consolidan la única constatación que se impone. Que al margen de la contundencia de las causas jurídicas, María Julia Alsogaray es una presa política. Y que cuesta aceptar su condición de presa política por la simultánea hipocresía de sus vengativos adversarios que le anteponen la culpa de ser emblema. Y por cierto miedo moral de aquellos que fueron sus colegas de gobierno, quienes suponen purgarse de pecados con la falta de arrojo que los incita a olvidarla. Como si todos, adversarios y conmilitones, hubieran recibido humillantes bolas de nieve sobre sus cabezas. Ensayaré otras explicaciones deliciosamente impregnadas de metodología marxista de interpretación. La prisión de María Julia representa, en cierto modo, la venganza política de las capas medias ilusoriamente progresistas. Téngase en cuenta que la revolucionaria transformación encarada por el menemismo consistió en una alianza oportunamente inexplicable entre las bases que incluían la marginalidad social -que ponía mayoritariamente los votos-, con el tradicional sector acomodado del privilegio. Una clase dominante que fue históricamente incapaz para construir el capitalismo, y que sintió de pronto que el capitalismo les llegaba de regalo merced a los espacios demenciales del peronismo que suponían vinculado sólo a la barbarie. Es decir, la transformación económico y social se basó en un acuerdo tácitamente inexplicable entre los sectores de arriba y de abajo, en desmedro ideológico de los desconcertados elementos del medio que se sentían intelectualmente acosados hasta la parálisis. De todos modos, los sectores representativos de las capas medias -tan afines al acné del progresismo- usufructuaban los beneficios del intenso circulante con un gesto de asco. Y entraban sin visa a los Estados Unidos con una culpa de clase y descreían del encuadramiento ficcional de aliados extra OTAN. Se desgarraban entonces por los desbordes de una estética que se imponía y que el talento de Silvina Walger supo interpretar con brillantez. Por lo tanto emerge María Julia como máxima representación de semejante coctel sociopolítico. Y entonces adquiere consistencia la reflexión de cierto prestigioso amigo periodista, que me dijo ayer : "Si en la Argentina hubo privatizaciones fue por María Julia". Para terminar, me pregunto cómo María Julia pudo haberse atrevido a engañarnos tanto. Antes de la irrupción desprolija del menemismo, ella tenía la aparente obligación de ser una mujer muy pobre. Y nos engañó porque entonces una María Julia pobretona como nosotros no nos servía para nada. De ser así, asistimos a la máxima constatación de incompetencia de la clase dominante argentina. Con escasos altibajos, la discreción de la clase paquetísima controló la economía desde siempre. Al menos, la marca "Alsogaray" estuvo vinculada al manejo de la economía desde los años cincuenta, en general al amparo de la impotencia de concepto de una clase social que se caracterizó por su incapacidad para construir un espacio político que conquistara los resortes del poder que en el fondo siempre detentaba. En general, merced a las catastróficas irrupciones del militarismo, que les ahorraba las incomodidades de una construcción política territorial. Por lo tanto todo funcionó mal en la Argentina que debemos rehacer. Porque después de tantas décadas de manejar los números, percibimos que los Alsogaray necesitaban -a los efectos de juntar un poco de moneda y comprarse un bulincito en Nueva York- de la providencial aparición del peronismo de los noventa. A mi criterio, se trata de la clara constatación emblemática de la impotencia del liberalismo retórico y empresarial. Me explico entonces los vergonzantes motivos de los culposos "paquetes" que la cortejaban y ahora ni quieren escuchar la mera mención de su nombre. Y la dejan sola. Como si con su silencio condenable le expresaran: "Viste, Julita, lo que te pasa por meterte con los peronistas". Y como también se caracterizan más por cobrar que por entender, por cuidarse y no pensar, los peronistas también siguen el ejemplo de los liberales y la dejan sola. Porque se convirtieron en especialistas en el arte de tomar distancia, de fortalecerse en una identidad y olvidar, como si nunca hubiera existido, la anterior.
Jorge Asís Digital