POLITICA ARGENTINA: SERGIO JULIO NERGUIZIAN

Argentina: Alberto Fernández debe elegir

Obstinación en el kirchnerismo asintomático, o giro hacia la moderación, purga ministerial y renovación de expectativas -para evitar la catástrofe cambiaria.

18 de Octubre de 2020


El Presidente de la Nación dispone de la usura de unos pocos días, a efectos de garantizarse la reconstrucción de un capital dilapidado: la confianza en el futuro inmediato. Parte, para afrontar el desafío, de un estado de las cosas: la realidad le provee de la información sensible e inmediata. Debe ahora administrar la suma de data, es decir, procesar todo lo que sabe y todo lo que puede pedir que le provean, para ingeniar una definición más nítida del panorama. Aparecen aquí algunas cuestiones metodológicas que, aunque se presenten triviales o como un ejercicio de onanismo intelectual, constituyen verdaderos obstáculos a salvar, si de lo que se trata es de obtener resultados.

Alberto Fernández, Cambios en el Gabinete, Crisis Económica, Devaluación del peso argentinoUn cuadro de lo dado, un esquema, una mesa de arena:

Hipótesis:

-El Presidente cree sinceramente que la fractura del pacto con Cristina es impensable: esta hipótesis, aunque parezca sólida, corre el avatar de toda relación de humanos en torno al Poder. Es, entonces, tan fuerte en el presente como frágil en la invariable incertidumbre de todo futuro en la Argentina. La consecuencia inmediata sería la percepción masiva de la inalterabilidad del acuerdo, y la inmediata aceleración de la tensión multifacética, hasta la implosión final.

-El Presidente cree que es deudor de la decisión que lo ha entronizado como Primer Magistrado. Pero el cerco creciente que lo asfixia, no previsto en el acuerdo fundacional, lo autorizaría a visibilizar gestualidades de módicas insurrecciones, con el objeto de que la propietaria electoral sospeche que el Poder Ejecutivo Nacional está por cruzar la delgada línea roja. De tal suerte que una aproximación simultánea a las entidades representativas del capital y del trabajo, ofreciendo garantías de la inviolabilidad del derecho de propiedad a unos, y al respecto de que los salarios no perderán la carrera con la inflación vía paritarias abiertas a otros, serían leídas por el progresismo kirchnerista como manifestaciones de autonomía tendiente a la expansión del área de influencia del Ejecutivo, hasta la absorción de una porción preeminente de las cuotas de poder en disputa.

- El Presidente abandona toda forma de resistencia a las presiones del ala izquierda de la Alianza. Recurriendo a las dotes de estratega, negociador y 'armador' que ha exhibido en su biografía política, prepara un plan que requiere tiempo para madurar: dejará que la crisis entre en una espiral de agravamiento, hasta que la  concentración de poder en su persona y entorno le sea ofrecida por la Vicepresidente, en una maniobra tendiente a preservarse (ella) del inexorable descrédito de la Gestión Alberto Fernández. Será el momento, entonces, de que el Ejecutivo ponga en juego todo su talento, para salvar a la República cinco segundos antes de entregarla al precipicio.

Aún contra la voluntad eventual del Presidente, puede el mercado imponer un curso determinado a los acontecimientos trascendentales, en el plano macroeconómico. Una curiosa secta de negacionistas suele felicitarse de haber descubierto que el mercado no existe; sería una entelequia que esconde en realidad a operadores del capital concentrado que, en algún momento, erigen una maniobra coordinada para empujar una corrida contra la moneda local y forzar tanto una devaluación como su consecuencia central: la espiralización de la hiperinflación y la subsiguiente crisis terminal del gobierno de turno. Frente a esta supuesta revelación escandalosa, pueden plantearse dos afirmaciones: a) se trata de otro de los delirios conspiranoides a los que son especialmente afectos sectores autocondecorados como la vanguardia del pensamiento progresista; b) aún cuando fuese real tanto la existencia de un círculo de perversos como del poder destructivo que se le asigna, el hecho concreto es que una crisis de confianza, cualquiera sea su génesis, implica en todo escenario de capitalismo periférico anémico como el argentino, una corrida contra su moneda, por la sencilla y -ahora, sí- escandalosa evidencia de que la tal moneda ha dejado de existir.

En las hipótesis que más arriba imaginamos para el margen de maniobra disponible para el Poder Ejecutivo, siempre en alguna instancia se evidenciará una serie de acontecimientos enseñados por la historia, entre nosotros, realmente 'maestra de la humanidad'.

La agudización de los indicadores de la crisis fuerza, en alguna medida, a una purga ministerial. Ahora, bien; el problema no es la depuración del Gabinete, ya que se lo sabe inexorable: el desafío invita a hallar un modo para que las sustituciones no sean interpretadas por el mercado como un prólogo del colapso terminal. O, también: el Gobierno sabrá que las nuevas designaciones consignan una confesión del fracaso a la hora de alcanzar ciertos objetivos fundamentales. La problemática primordial consiste en lograr que las designaciones renueven un clima de expectativas positivas, y restauren el nivel de confianza deteriorado. Se sabe: sin alcanzar este mínimo efecto, no habrá moneda y, sin moned,a todo gobierno entra -siempre y de cualquier manera en que se lo imagine- en una cuenta regresiva hacia la debacle final.

La Argentina cuenta con un dispositivo constitucional que diseña un Ejecutivo fuerte, esto es, que goza de una serie de atribuciones exclusivas, dentro de lo que se ha dado en llamar régimen presidencialista. En el sistema parlamentario, habitual en Europa, una caída del Gobierno no implica el estallido del sistema. El Parlamento, reunidas ciertas mayorías, podrá -o no- renovar el voto de confianza. Si no lo ratifica, caerá el Gabinete, y encargará el Presidente, a una figura prominente -elegida tras negociaciones más o menos arduas- la formación de nuevo Gobierno. Entre nosotros, la fortaleza formal del Ejecutivo puede hacerlo, paradójicamente, vulnerable, en la medida en que el voto de confianza recae en fuerzas no regimentadas como el mercado y en los recursos -claro está, de algunos operadores eminentes-, para crear opinión pública y, en general, lo que en el siglo XIX se daba en llamar un 'estado de los espíritus', objeto no siempre emparentado con el ámbito metafísico, sino (y especialmente) territorio de la codicia y de los intereses ramplonamente materiales.

De modo tal que la estabilidad de un Gobierno 'a la argentina' comienza a depender -en forma progresiva-, una vez consolidada la sensación de rumbo de colisión, de la recuperación de un nivel extraordinario de fe en las bondades imaginadas para el futuro inmediato.

Contra lo que suele aceptarse, tras escuchar atentamente las mesas redondas televisivas, en el sentido de que la conducta del mercado es siempre racional, es decir, reductible a las construcciones teóricas que lo harían previsible, parece sensato ejercitar algunas distinciones:

1. Los operadores económicos son personas físicas que representan a personas jurídicas. Los directores de las corporaciones suelen tomar decisiones que, en la superficie, siempre aparentan severa racionalidad, esto es, la inexistencia de contradicción en el proceso en el que una afirmación se basa en otra previa, una sucesión de enunciados derivados cada uno de su antecedente.

2. En el proceso de toma de decisiones, el individuo que asume la responsabilidad confía en la racionalidad del mecanismo del que se ha servido. Sabe que el elemento esencial del mercado es la incertidumbre, cualidad que lo crea, fundamenta y sostiene. Su objetivo consiste, detectada ya la situación crítica, en acotar el perjuicio que pudiere derivarse de la misma. Esto significa que la crisis de confianza puede limitarse a un estado de duda creciente en torno de la resolución del conflicto en ciernes. Con frecuencia, las decisiones contienen un fuerte componente emocional, que el individuo puede ignorar o negar. La historia económica del país y su propia biografía (o las del equipo en el caso de decisiones colectivas o consensuadas) portan aquí un rol innegable. Se sabe que, desatado el pánico, la multiplicación de decisiones se torna crecientemente irracional, esto es, que se actúa clonando lo dispuesto por la mayoría creciente, sin mayor deliberación y, con frecuencia, la serie de sobreactuaciones remeda la conducta de una masa de bisontes espantados.

Alberto Angel Fernández no parece disponer de buenos oídos. Si así no fuera, hubiera escuchado al General Perón, cuando advertía que 'La Historia suele calzar zapatos de algodón'.

De todos modos, el Presidente aún estaría a tiempo -si el talento lo auxiliara- de anticiparse al cataclismo tan temido, y de entrar en la historia vernácula.

Aunque sea volteando la puerta de un puntapié.

 
 
 
Sobre Sergio Julio Nerguizian

De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.