INTERNACIONALES: ALEXIS MRACHEK & LUKE D. COFFEY

Cómo debería Estados Unidos responder ante las protestas en Bielorrusia

Bielorrusia se encuentra sumergida hoy en una batalla nacional...

26 de Agosto de 2020

 

Bielorrusia se encuentra sumergida hoy en una batalla nacional, que determinará su futura orientación geopolítica: si acaso optará por la comunidad euroatlántica, o por Moscú.

Bielorrusia, Represión, Lukashenko, Protestas en MinskEl pasado 9 de agosto, Bielorrusia llevó a cabo sus elecciones presidenciales. En las horas previas, el país fue testigo de un brusco cambio en su clima político.

Sviatlana Tsikhanouskaya, ex ama de casa de tiempo completo, se convirtió en la candidata de oposición contra el presidente bielorruso Alyaksandr Lukashenko, luego de que su esposo -el blogger y youtuber opositor Siarhei Tsikhanouski, fuera arrestado por organizar las manifestaciones ciudadanas en favor de la democracia.

El respaldo por Tsikhanouskaya creció exponencialmente desde mediados de julio pasado, cuando ella anunció que se presentaría a los comicios. Decenas de miles de ciudadanos bielorrusos participaron de sus marchas preelectorales.

Sin que ello representara sorpresa, dada la infortunada trayectoria de Bielorrusia y las elecciones arregladas, el gobierno de Lukashenko afirmó que el actual jefe de Estado se impuso cómodamente, adueñándose aproximadamente del 80% de los votos. Acto seguido, se multiplicaron las acusaciones de fraude electoral.

Cuando las encuestas cerraron su informe en la noche del 9 de agosto, los bielorrusos se tomaron las calles y avenidas de Minsk, la ciudad capital, para exteriorizar su rechazo contra el supuesto resultado electoral. Desde entonces, las manifestaciones pacíficas no han cesado en todo el país.

A modo de réplica, la policía antimotines y miembros de las fuerzas armadas reprimieron con violencia a los manifestantes. Al menos dos de ellos ya fueron asesinados, muchos resultaron heridos y, al momento de publicarse el presente análisis, más de 6 mil personas fueron puestas bajo arresto. El 14 de agosto, el Ministro del Interior de Bielorrusia reveló que había liberado a más de 2 mil manifestantes que habían sido arrestados, pero la mayoría de los detenidos continuaba en custodia.

De inmediato, luego de la elección, Tsikhanouskaya voló a la vecina Lituania, tras lidiar con recurrentes presiones para que se alejara de las autoridades bielorrusas. El 17 de agosto pasado, la candidata de oposición declaró que estaba lista para asumir como líder nacional de Bielorrusia.

Tanto Tsikhanouskaya como la población general bielorrusa han exigido que el presidente Lukashenko renuncie. Este, sin embargo, ha decidido aferrarse al poder. Ha descartado que se repitan las elecciones, al tiempo que rechazó cualquier mediación tutelada por protagonistas extranjeros. El 17 de agosto, Lukashenko visitó una fábrica de tractores con el objeto de sumar respaldos, pero los trabajadores de la planta lo insultaron y se burlaron de él.

A lo largo del último año, la Administración del presidente Donald Trump en los Estados Unidos se había venido involucrando diplomáticamente cada vez más con Bielorrusia, quebrantando una tradición de años vigente en la política exterior americana. En agosto de 2019, John Bolton, por entonces consejero de seguridad nacional de Trump, visitó Minsk. Su visita fue significativa, por cuanto se trató del primer funcionario oficial de carrera que llegaba a este país, en más de dieciocho años.

En febrero de 2020, Mike Pompeo, Secretario de Estado, también visitó la capital bielorrusa, consolidando un histórico giro hacia Bielorrusia; en este caso, se trató de la segunda visita de parte de un funcionario oficial del gobierno estadounidense en apenas seis meses.

A diferencia de la muy positiva aproximación diplomática de los EE.UU. a Bielorrusia, su correlato por parte de Rusia ha sido negativo.

Desde acontecida la disolución de la Unión Soviética en 1991, Bielorrusia y Rusia supieron nutrir una cercanía. En 1999, ambas naciones firmaron un documento conjunto, en el que certificaban una unión de Estadosde la mano con el empleo de una moneda única, bandera y economía, todo ello rubricado por escrito. Bielorrusia y Rusia aún no han terminado de completar esa unión biestatal, pero el tratado mantiene su vigencia. Amén de este convenio, Lukashenko y el presidente ruso Vladimir Putin alimentan una sólida relación, y suelen comunicarse con frecuencia.

El 15 de agosto, según se informó, Lukashenko dijo a Putin que las masivas manifestaciones ciudadanas no sólo se oponían a Bielorrusia, sino también a la Federación Rusa. Al día siguiente, el Kremlin reveó que estaba listo para asistir militarmente a Bielorrusia, de ser necesario.

Provisto que las manifestaciones en Bielorrusia continúan sumando ciudadanos a diario, es probable que Moscú decida una intervención.

A la postre, dependerá del pueblo bielorruso el decidir cómo y por quién debe ser gobernado. Las protestas están convirtiéndose, rápidamente, en una revolución de propia factura para los ciudadanos.

Mientras la situación se desarrolla, el gobierno de los Estados Unidos debería proceder con una serie de medidas.

En primer lugar, Washington habrá de continuar con su procedimiento para designar al embajador americano ante Bielorrusia. La presencia diplomática estadounidense en Bielorrusia es crítica a la hora de normalizar nuevamente la relación bilateral, a pesar de la actual turbulencia social evidenciada en el país, particularmente cuando un nuevo panorama político comienza a cobrar forma.

Los tomadores de decisión en los Estados Unidos deberán, asimismo, considerar la implementación del Acta Magnitsky y su mecanismo de sanciones, para ser implementadas contra las autoridades bielorrusas. Al reprimir con violencia a los manifestantes, incluyéndose el empleo de posta de goma, gas lacrimógeno y palizas, las autoridades están incurriendo en muy serias violaciones contra los derechos humanos.

Adicionalmente, Estados Unidos deberá rechazar la noción que remite a la unión de Estados entre Bielorrusia y Rusia, emitiendo una declaración oficial al estilo Welles, toda vez que Rusia decida anexar a Bielorrusia.

En 1940, el Secretario de Estado en ejercicio, Sumner Welles, emitió un comunicado oficial que declaró que los Estados Unidos jamás reconocerían la legitimidad de la ocupación soviética de los Estados bálticos. En 2018, Donald Trump compartió una declaración similar, en el sentido de que Washington jamás otorgaría reconocimiento a la legitimidad de Moscú sobre la anexión de Crimea. Una declaración sobre Bielorrusia inspirada en la de Welles consignaría que EE.UU. jamás reconocerá a Bielorrusia como parte de Rusia.

Asimismo, ello sería beneficioso para los Estados Unidos, a la hora de liderar a OTAN con el objetivo de que la alianza atlántica planifique sobre un futuro incremento de los sistemas de defensa, en caso de que se consolide finalmente una integración entre Bielorrusia y la Federación Rusa.

En la actualidad, Bielorrusia limita con tres Estados-miembros de OTAN -Latvia, Lituania, y Polonia. Si Bielorrusia y Rusia se integraren conforme su declaración escrita, el proscenio militar en la Europa nor-oriental sería modificada de manera fundamental. Como alianza defensiva, OTAN necesitaría impulsar sus capacidades defensivas en la región. La planificación para este escenario debe dar inicio hoy mismo.

De igual modo, Estados Unidos habrá de trabajar en conjunto con Europa, particularmente con Latvia, Lituania y Polonia, atendiendo a los eventos de Bielorrusia. Los tres países citados conocen a Bielorrusia mejor que ningún otro, y ya han asumido un rol informal de liderazgo.


Por último, Washington habrá de evaluar el impacto de una eventual partida de refugiados bielorrusos hacia Latvia, Lituania, Polonia y Ucrania. Si Rusia efectivamente resuelve una intervención militar en Bielorrusia y tienen lugar enfrentamientos, muchos bielorrusos podrían verse a sí mismos como desplazados, en el orden doméstico, pero también en el externo (en este último caso, se convertirían en refugiados).

Y, si los combates escalaran, Latvia, Lituania, Polonia y Ucrania podrían verse en la necesidad de lidiar con esos potenciales refugiados. Estados Unidos deberá conversar, con estos países, el eventual impacto que ese desarrollo podría consignar para sus respectivas infraestructuras, y para su seguridad.

La situación en Bielorrusia, mientras tanto, cambia día a día. Si las manifestaciones prosiguen, Rusia podría inclinarse por la carta militar. A su vez, esto podría derivar en una serie de consecuencias para la región -consecuencias que afectarán necesariamente a OTAN, a los Estados Unidos, a sus aliados y socios.

Toda vez que la dirección futura que emprenda Bielorrusia depende de su propio pueblo, hace al interés estadounidense que Europa continúe siendo un continente estable y libre de la interferencia y la agresión de Moscú.



Artículo original, en inglés

 

Sobre Alexis Mrachek

Mrachek es asistente investigativa en asuntos vinculados a Asia Central y Eurasia, en el think tank estadounidense The Heritage Foundation (Washington, D.C.). Sus artículos son publicados periódicamente por The Daily Signal.