INTERNACIONALES: J. MARULANDA

Colombia: Ejército y Policía para la postpandemia

Cada día, son más frecuentes -en las redes sociales- los videos de policías agredidos...

16 de Julio de 2020

 

Cada día, son más frecuentes -en las redes sociales- los videos de policías agredidos, vilipendiados o huyendo de catervas que blanden garrotes y machetes, cuando no tiroteando sin control. El apedreamiento de uniformados se ha convertido en la adrenalina favorita de los jóvenes. Claro que a los soldados no les va mejor. A pesar de su letal Galil de dotación, les ponen machetes en el cuello, los sacan arriados de sus bases, y los amenazan con que 'A partir de las 72 horas, si los volvemos a ver, vamos a actuar de otra manera', como les dijeron públicamente hace pocos días en Argelia, Cauca. Si regresan, a lo mejor los apalearán, les quitarán su armamento y los secuestrarán (retenciones sociales, le dicen ahora) o los volverán sacarán a empellones, en andas, como sucedió hace varios años en Toribio -también en Cauca. Recordamos el llanto del sargento en camuflado, con casco de guerra y aferrado a su fusil, mientras sus subalternos retrocedían cabizbajos, humillados.

Ataques en el Cauca, Colombia, Terrorismo, FARC, ELNEl Cauca, precisamente, es un escenario favorito de esas defenestraciones, que demuestran el debilitamiento progresivo de la fuerza legal y legítima del Estado. Este departamento, es cercano a la frontera con el Ecuador, que le obsequia base étnica transnacional; se abre al Pacifico, ruta preferencial del narcotráfico, base de su economía; ejerce su propia legislación con cepo, latigazos y fuetazos incluídos, y mantiene aceitado su autónomo aparato de seguridad, a cargo de la Guardia campesina, una estructura paramilitar legalizada en La Habana y que, bajo la tutela de FARC, recluta niños desde los 7 años de edad. En el Cauca, se aísla y se secesiona el sur del país cuando lo ordenan las narcoFARC, y se impedirá a toda costa la fumigación de sus casi 20 mil hectáreas de cultivos ilícitos. Desde allí, muy probablemente se propiciará la previsible turbulencia social de la postpandemia.

Regresemos a las primeras líneas. Los ejércitos son para la guerra -inclusive los comunistas. Y corresponde entrenarlos y equiparlos para eso, aunque el cáncer bélico no exista por el momento: Si vis pacem para bellum, rezaba el sabio consejo de Vegecio. Pero entrenar soldados para la guerra, quitarles el armamento y ponerlos a cuidar frailejones, es un grave error. Sacarlos a lidiar turbamultas, pero prohibirles hacer uso de sus armas es un riesgo que puede terminar con la turba armada, disparando indiscriminadamente a uniformados, funcionarios, vecinos incómodos y enemigos políticos. Los desatinos de un ex presidente ligado al narcotráfico, los desvaríos ideológicos de un Obispo, la imprudencia de un juez impidiendo el apoyo del ejército estadounidense y una dudosa doctrina importada de todas partes -es decir, de ninguna- que mira más a la OTAN que al Cauca, están llevando a que el espíritu de combate se deteriore. Y la pérdida de la legitimidad del Ejército, con su correspondiente desmoralización, no le conviene a nadie, ni a las FARC.

Con el fin de las restricciones de la pandemia, se reanudará la protesta social alimentada por desempleo, con la pobreza y la inseguridad muy altas. Será una perturbación a la que desde ya convocan los comunistas fecodianos y otras organizaciones, en el convencimiento de que llegando al caos podrán hacerse con el poder fácilmente, su técnica de probada efectividad. Nada más alejado de la realidad.

A toda acción corresponde una reacción, tanto en física como en política. Y los izquierdistas han estirado tanto la cuerda con narcofarcianos posando de honorables senadores mientras sus adláteres arrecian el secuestro y el asesinato, con los engendros de la vergonzosa JEP y con el embeleco de la tal Comisión de la Verdad, que ésta se puede reventar en cualquier momento y, si no hay Ejército con ánimo, ni Policía empoderada, el caos afectará a todos -pero con particular fuerza a los voceros del desorden.

Y quienes semana a semana se cebaron con los pecados de los soldados y policías, serán los primeros en solicitar su custodia y protección, a menos que le quieran entregar esa tarea a la guardia indígena, los reinsertado o a las células urbanas del ELN y FARC.

Al igual que en Venezuela


 
Sobre John Marulanda

Licenciado en Filosofía e Historia de la Universidad Santo Tomás de Aquino, y Abogado de la Universidad de la Gran Colombia, Marulanda se desempeña como consultor internacional en seguridad y defensa. Es Coronel (R) del Ejército de Colombia.